Foto: (cc) Wikimedia Commons/Takkk.
Salmo 128:5 «Que el Señor te bendiga desde Sión, y veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida».
John Calvin Coolidge, presidente de los Estados Unidos de 1923 a 1929, dijo una verdad bien pensada acerca de la prosperidad. Aquí están sus palabras: «La prosperidad es solo un instrumento para usar, no una divinidad para adorar».
Lamentablemente la prosperidad se ha convertido en una divinidad adorada por cristianos y no cristianos. Es buscada como un fin en sí misma, no como medio para alcanzar propósitos más elevados. En nuestro mundo capitalista la prosperidad es asociada esencialmente con dinero, y los cristianos no hemos sido inmunes a esta influencia tan materializada. Por ejemplo, a finales de los 70 surgió un movimiento evangélico enfatizando la prosperidad económica. El famoso Club PTL, el Club 700, o evangelistas como Jim Bakker, Jimmy Swaggart o Pat Robertson, son algunos representantes de esta nueva corriente conocida como «el evangelio de la prosperidad».
En 3 de Juan 1:2 leemos: «Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma». Pasajes bíblicos como este son usados por estos carismáticos líderes para construir una teología de la prosperidad. Pero el mismo texto desbarata el énfasis que ellos ponen en una prosperidad económica, pues en el pasaje el Señor expresa su deseo de que seamos «prosperados en todas las cosas», sin ningún énfasis específico en lo económico. Por lo tanto, desde el punto de vista bíblico, es legítimo desear ser prósperos, porque Dios desea que lo seamos, pero es ilegítimo asociar prosperidad solo con dinero.
¿Cuál es el balance bíblico en relación con la prosperidad? Dios desea que nuestra alma prospere, pero, ¿es posible alcanzar prosperidad espiritual sin prosperidad material? ¿Qué significa prosperar en todas las cosas? ¿Es posible sentirse rico, aunque los recursos materiales sean solo lo suficiente?
Prosperidad individual
En la primera parte del versículo 1 del Salmo 128 se habla de «los que temen al Señor», y luego, en la segunda parte, define quiénes son los que le temen. Dice que son, «los que van por sus caminos». Leámoslo: «Dichosos todos los que temen al Señor, los que van por sus caminos». Luego, en el versículo 2 se le dice al que teme al Señor lo siguiente: «Gozarás de dicha y prosperidad».
Observemos la clara relación de causa y efecto que se da en estos pasajes. Los que temen al Señor no lo dicen solo de palabra, sino que lo demuestran andando en los caminos de Dios; es decir, son obedientes. Luego, el resultado de esta vida de obediencia es la dicha y prosperidad que se les promete. Por eso es que en el versículo 1 se los llama «dichosos», pues la prosperidad que disfrutan los hace sentirse bienaventurados. Ahora bien, ¿qué tipo de prosperidad es esta? Los versículos 2, 3 y 4 nos darán algunas ilustraciones.
Por ejemplo, la primera parte del versículo 2 dice: «Lo que ganes con tus manos, eso comerás». Esta promesa asegura que el resultado del esfuerzo de nuestras manos será próspero. Tendremos lo necesario para comer y satisfacer nuestras necesidades. Aquí Dios no está prometiendo una prosperidad consistente en tener mucho dinero. Si así fuera, entonces todos los cristianos fieles y obedientes deberían poseer una gran fortuna, pero la realidad no es así. Esto quiere decir que tener lo suficiente para vivir, eso ya es prosperidad. Dichoso el cristiano que teme a Dios, andando en sus caminos, y tiene lo necesario para vivir. Lo entendemos mejor si consideramos que hoy cerca de mil millones de seres humanos en el mundo pasarán hambre.
Otro ejemplo de prosperidad bíblica lo leemos en el versículo 3: «En el seno de tu hogar, tu esposa será como vid llena de uvas». Esto es verdadera prosperidad, especialmente si consideramos que en el mundo el número de divorcios ya supera el número de nuevos matrimonios; en cambio, al que teme al Señor y anda en sus caminos, se le asegura prosperidad matrimonial.
Veamos en el versículo 3 un ejemplo más: «Tus hijos serán como vástagos de olivo». Cuando consideras que unos 6 mil jóvenes son infectados diariamente por el SIDA; que entre los 11 y 14 años los adolescentes empiezan a consumir drogas, pero tus hijos han sido guardados de estos y otros males como resultado de tu obediencia al andar en los caminos del Señor, entonces entiendes mejor qué es prosperidad bíblica. Finalmente, en el versículo 4 el salmista concluye: «Tales son las bendiciones de los que temen al Señor», dejando bien claro que esta prosperidad es para «los que van por sus caminos».
Prosperidad comunitaria
Pero la prosperidad de la cual habla el Salmo 128 no es solo individual, porque el individuo a quien Dios hace prosperar «en todas las cosas» pertenece a una comunidad de creyentes que en conjunto adoran y temen al Señor, y a esa comunidad como tal, Dios también la hace prosperar. Veamos lo que dice el versículo 5: «Que el Señor te bendiga desde Sión, y veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida».
Note como Dios expresa su deseo de bendecir al individuo: «Que el Señor te bendiga desde Sión»; pero luego expresa su deseo de prosperarlos como comunidad, de tal manera que cada individuo pueda ver y ser testigo de esas bendiciones: «y veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida». Esta próspera Jerusalén es su pueblo, su iglesia en el mundo, y así como Dios le asegura prosperidad a cada miembro de su pueblo que anda en sus caminos, su pueblo como cuerpo, como iglesia, es igualmente próspero. De hecho, es el plan de Dios, que «veas la prosperidad» de su iglesia, «todos los días de tu vida». ¿Ha cumplido el Señor esta promesa? Al repasar la historia denominacional, podemos confirmar cómo Dios ha hecho prosperar a su iglesia para el cumplimiento de su misión. Jaime White, su esposa Elena y José Bates, los fundadores de esta iglesia, empezaron de cero. Por ejemplo, el ministerio de las publicaciones adventistas comenzó con Jaime White trabajando en un campo de heno. Así ganó el dinero con el que se pagó la impresión del primer folleto adventista. De aquel humilde comienzo hoy tenemos unas 61 casas publicadoras en el mundo. ¿Es esto prosperidad?
En 1867 se estableció la primera escuela adventista en Battle Creek. Hoy tenemos alrededor de 5,763 escuelas primarias, 1,678 colegios secundarios y 111 universidades. ¿Es esto prosperidad? En 1866 se abrió la primera institución de salud, y hoy tenemos alrededor de 171 hospitales y sanatorios, 429 clínicas y dispensarios, 44 escuelas de enfermería, y varias escuelas de medicina y odontología. ¿Es esto prosperidad?
Esta iglesia nació con un puñado de personas humildes en Battle Creek, una pequeña aldea, allá por 1844. Cuando el 21 de mayo de 1863 fue organizada oficialmente, contaba con tan solo unos 3,500 miembros. Hoy cuenta con alrededor de 18 millones de miembros que se reúnen en unas 65,961 iglesias organizadas más 62,430 grupos en 209 países. ¿A qué se debe tanta prosperidad? «Tales son las bendiciones de los que temen al Señor», de «los que van por sus caminos». Esta iglesia ha sido temerosa del Señor; ha andado en sus caminos; ha ensalzado la doctrina de Cristo como el Salvador del mundo; ha sido una iglesia fiel en la práctica, pues si el mandamiento del sábado estaba olvidado, por su observancia ha sido rescatado, reivindicando así la ley de Dios.
¿Para qué hemos sido prosperados?
Ya dijimos que la prosperidad no es un fin en sí misma, sino un medio para alcanzar propósitos más elevados. Recordemos la gran verdad dicha por el ex presidente Coolidge: «La prosperidad es solo un instrumento para usar, no una divinidad para adorar». Entonces, ¿qué uso instrumental podemos darle a nuestra prosperidad individual y comunitaria? ¿Para qué Dios nos hace prosperar como individuos y como iglesia? La respuesta es clara: ¡para una misión de servicio!
Para ilustrar lo anterior podríamos usar diferentes ramos de la obra adventista, pero vamos a limitarnos al campo de las publicaciones. Esta obra comenzó con una visión que Dios le dio a Elena G. de White en noviembre de 1848. Después de salir de la visión, ella le dijo al pastor White: «Tengo un mensaje para ti. Has de comenzar a imprimir un pequeño periódico y enviarlo a la gente» (El Colportor Evangélico, pág. 1). Como no había recursos, el pastor White se fue a trabajar a un campo de heno para reunir el dinero y pagar la primera impresión. Es de aquel pequeño comienzo que hoy tenemos unas 61 casas publicadoras en el mundo.
¿Para qué todo este éxito? ¿Para qué toda esta prosperidad? Hablando acerca de la misión de las publicaciones, la Sra. White escribió: «es una obra misionera del más elevado carácter, y para presentar a las gentes las verdades importantes para nuestros tiempos no se puede emplear método mejor y más afortunado» (Ibíd, pág. 16). Esto significa que las publicaciones son un medio para alcanzar algo más grande: cumplir la gran comisión evangélica. Por eso Dios anticipó el éxito de las publicaciones con estas palabras: «será un éxito desde el mismo principio. Se me ha mostrado que desde este pequeño comienzo saldrán rayos de luz que han de circuir el mundo» (Ibíd, pág. 1). Por lo tanto, prosperar para servir, es el santo y seña de la prosperidad bíblica.
Conclusión
No nos hemos postrado en adoración ante la prosperidad, ni como individuos ni como iglesia. Como iglesia, hemos usado las bendiciones de la prosperidad para cumplir la gran comisión de predicar el evangelio del reino a todo el mundo. Como individuos, cada uno debe tomar la decisión de usar todo aquello en lo cual Dios lo prospere, para convertirlo en canal de bendición a favor de otros. En otras palabras, si queremos prosperar, es para tener siempre algo que dar. Si la iglesia prospera para dar el evangelio, sus miembros lo hacemos también para dar de lo que tenemos.
Hagamos una comparación entre dos hombres bien conocidos. Por un lado tenemos a Jaime White, uno de los fundadores de la Iglesia Adventista, y por el otro lado tenemos a Steve Jobs, el genio creador de las computadoras Apple. Jaime White murió a los 60 años de edad, sin riqueza material. Steve Jobs falleció en el año 2011 a los 56 años de edad, con una fortuna calculada en unos 7 mil millones de dólares. ¿Quién de los dos gozó de mayor dicha y prosperidad?
Jaime White dedicó su vida, sus dones, talentos y bienes al servicio de Dios, de su iglesia y de los demás. De Steve Jobs, el diario The New York Times aseguró que nunca hizo donaciones a asociaciones de beneficencia. Incluso se negó a ser parte de Giving Pledge (Promesa de Dar), un club de multimillonarios filántropos. En 1997, como presidente de Apple, canceló todos los programas caritativos, argumentando que la empresa debía volverse más rentable. ¿Quién cree usted que gozó de mayor dicha y prosperidad? ¿Jaime White o Steve Jobs?
¿Qué clase de prosperidad le interesa a usted; la prosperidad del mundo, o la que Dios ofrece? Por supuesto, el dinero es importante, ¿pero será que ser económicamente próspero lo llena todo? ¡No! Entonces la prosperidad que Dios da es la más grande, la más deseable. La alcanzan «los que temen al Señor, los que van por sus caminos». Sí, «tales son las bendiciones de los que temen al Señor.» ¿Cuáles? Un matrimonio estable; buenos hijos; el pan de cada día, en fin, como dice el último versículo del Salmo 128: «¡Que haya paz en Israel!» No hay prosperidad más grande que esta.