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“… Despojémonos de todo peso, … para que nuestro ánimo no se canse hasta desmayar.” (Hebreos 12: 1, 3)

El texto nos habla de algo muy importante que con frecuencia pasamos por alto: el ánimo. Y ¿qué es el ánimo? Es nuestro motor y como cualquier motor para funcionar debe, no sólo estar en buenas condiciones, sino que debe tener el carburante adecuado.

Por eso a la hora de hablar de este tema hemos de entrar en lo que se conoce como los grados del ánimo. Podemos tener mucho ánimo y además bueno; pero podemos tener poco aunque bueno, o poco y malo o incluso nuestro ánimo puede no ser ninguno. Cuando nos encontramos sin ánimo, cualquier cosa que pueda acontecernos será un problema tan grande que nos afecte, de forma directa.

ANÁLISIS DE LOS GRADOS DE ÁNIMO
Con frecuencia pensamos que lo que hagamos o no hagamos va a depender de nuestras capacidades y esto, aunque es cierto, no lo es en su totalidad. Lo que hagamos o no, y cómo lo hagamos va a depender también de nuestro estado de ánimo. Por eso es bueno considerar los distintos niveles de ánimo que podemos poseer.

  • Mucho ánimo y además bueno. ¿Te has parado a pensar lo que se puede hacer en esta situación? Lo mucho y bueno son dos elementos multiplicativos que nos convierten en indestructibles. No importan las circunstancias, no importan las dificultades, cuando la cantidad se junta con la calidad, uno puede hacer frente a todo.
  • Poco ánimo pero bueno. La calidad ayuda a que lo poco pueda realizar alguna cosa. Esto supone que nos hagamos dependientes de las circunstancias. Si estas son normales, iremos adelante; pero si son difíciles, optaremos por no seguir.
  • Poco y malo. No importa que haya algo de ánimo, lo malo lo anulará, lo desenfocará y finalmente optaremos por no hacer nada o hacer las cosas mal.
  • Nada de ánimo. Si antes hemos definido el ánimo como el motor que nos ayuda a emprender cosas, ¿qué nos ocurrirá cuando no tengamos ánimo? Que no haremos nada, ni siquiera nos lo plantearemos, nos quedaremos quietos, inmóviles… Nos convertiremos en observadores críticos que enjuiciaremos lo que hacen los demás. Mal papel éste, porque para justificar nuestro no hacer, nos pondremos a enjuiciar lo que hacen los demás y como te puedes imaginar el juicio que hagamos no será ni bueno ni positivo.

CONSEJO DE PABLO…
Me gusta el análisis que hace Pablo, quien nos mostrará una cualidad que tiene el ánimo, y es que puede cansarse; es decir, hoy puedes tener mucho ánimo y bueno, pero eso no es garantía de que mañana lo sigas teniendo. Por eso es bueno adentrarnos en otro aspecto que Pablo menciona, y es ¿qué produce ese cansancio? Él dirá que el cansancio se debe al peso que con frecuencia llevamos. Por eso dirá: “Despojémonos de todo peso

Cuando nos movemos en el ámbito físico, determinar el peso de algo es fácil. Piensa por un momento en un bolígrafo, en una silla o en una bombona de gas… Si yo te dijera, por favor, puedes llevarme a casa esto… Lo primero que considerarás es el peso que tiene. Para todos nos resultará fácil coger un bolígrafo, o un libro, no tanto si es una silla y menos una bombona. ¿Por qué? Por el peso que tiene.

Otra cosa que todos sabemos es que el peso de un objeto no depende directamente de su tamaño, sino de su naturaleza. Por ejemplo una caja vacía de cartón de dos metros cúbicos, aunque en su apariencia es muy grande, sabemos que no es pesada porque el cartón en sí mismo no es pesado. Por el contrario un bloque de mercurio de 50 cm3, aunque pequeño en dimensión, es considerado muy pesado.

Dicho esto, vayamos al ámbito anímico y espiritual. Dime: ¿cuánto pesa un mal pensamiento, una duda, un enfado, una queja, una mentira? Este es nuestro problema. Todos sabemos que las cosas malas no nos convienen, pero ¿eres capaz de determinar cuánto peso ponen en nuestro interior? Nuestra realidad es esta: todos llevamos cargas que no sabemos determinar. Pablo dirá que las cosas que Dios desaconseja, pesan mucho; y algunas de ellas pesan tanto que nuestro ánimo se ve afectado, a veces anulado y otras destruido. Esto nos lleva a pensar que el peso que llevamos puede estar determinado por cómo se encuentra nuestro ánimo. Quédate con esta idea, todo lo malo pesa mucho y ese peso irá afectando a tu ánimo de forma que puede llegar un momento en que tu ánimo esté tan afectado que no tengas ganas de hacer nada.

CONSEJO DE JESÚS.
¡Cuántos discursos dio Jesús mientras estuvo en esta tierra!. El miraba a las personas y siempre veía lo mismo. Es algo así como una constante que se produce en todas las personas y en todas las épocas. Todos tendemos a no ver, por eso Jesús habló de lo qué ocurre cuando un ciego guía a otro ciego. Somos duros de cerviz, por eso nos cuesta tanto entender las cosas de Dios. Andamos y creemos saber el camino cuando en realidad vagamos perdidos por este mundo desconociendo a dónde nos dirigimos…

Otra cosa que Jesús constató en las gentes que le escuchaban era el cansancio del alma. Por eso Jesús llegó a decir: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.” (Mat. 11:28) ¡Qué mensaje! No hay palabras más alentadoras para alguien que está cansado que conseguir el descanso, el reposo, la tranquilidad, el sosiego. Cuántos lo buscan, pero no lo encuentran ¿sabes por qué? Porque Jesús no está hablando del descanso que se produce por el cansancio físico. Jesús está hablando del descanso del alma; y ese cansancio se produce por el peso del pecado. Me gusta la claridad que usa la Escritura en este ámbito. Ella llega a decir: “Jesús es el único que puede quitar el peso que llevas.” La razón está clara: Él es el único que puede limpiar la suciedad de espíritu y lo hace a través del perdón, a través del ánimo, a través de las oportunidades que él nos brinda de forma que la vida da un giro tan grande que la paz domina nuestro interior y la sonrisa aflora en nuestra boca.

Pero no nos quedemos con esto y leamos el siguiente versículo: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; por que mi yugo es fácil, y ligera mi carga.” (Mat. 11:29,30)

¿Qué tienen de sobresalientes estas palabras? Que la solución para el cansancio del alma, no está en no llevar peso, sino en llevar el peso adecuado. Querido amigo, no hay cristiano feliz sin cruz, sin lucha, sin sacrificio, incluso sin dolor. Pero hay algo que debes tener en cuenta, el peso de todas estas cosas no cansan nuestro ánimo sino que lo levantan, y le ayudan a tener no sólo un ánimo alto sino bueno.

CONCLUSIÓN
Me gustaría concluir esta breve reflexión diciendo que todos nosotros necesitamos tener mucho ánimo y, además, de buena calidad. Para que esto sea así, necesitamos hacer caso del consejo que nos da Pablo: “Despojaos de todo peso”. Ya sabemos que se refiere al peso que el pecado nos pone, pero a la vez debemos hacer caso de las palabras de Jesús: “Llevad mi yugo”, es decir, debemos poner otro tipo de peso que será el que nos ayudará a no estar ociosos sino felices y con buen ánimo.

Que Dios te ayude a conseguir ese ánimo fuerte y bueno para que puedas hacer frente a los desafíos que tiene la vida. Que así sea.

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Revista Adventista de España