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Disensiones, peleas, riñas, quejas, malos entendidos, confusión, distorsión de la realidad, falta de comunicación… en definitiva: conflictos. Cualquier conflicto nos hace sentir incómodos produciendo muchas veces un deterioro físico y mental que nos impide relacionarnos satisfactoriamente entre nosotros y vivir en paz. Por ello mi intención con esta columna es transmitirte que la paz está al alcance de tu mano. Sólo son necesarios 3 pasos para alcanzarla: arrepentimiento, confesión y restitución.

¿Qué significa arrepentirse? según la Real Academia de la Lengua : “Pesar de haber hecho algo” “Cambiar de opinión”. Este cambiar de opinión respecto a lo que uno ha hecho, conlleva creer que nuestras ideas, actitudes, valores o metas estaban equivocados.

¿Qué dice la Sagrada Escritura sobre el arrepentimiento? Aquí este concepto adquiere un significado más abarcante:

Es un don de Dios. En Romanos 2:4 Pablo nos recuerda que es Dios el que mueve al alma al arrepentimiento. “¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y generosidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?

Nos mueve a pedir perdón. En Salmos 51:1 David solicita el perdón de Dios tras arrepentirse por allegarse a Betsabé. “Ten piedad de mí, Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.”

Daniel 9:4,5 eleva una oración a Dios confesando los pecados del pueblo de Israel: “Oré a Jehová, mi Dios, e hice confesión diciendo: “Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos, hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos actuado impíamente, hemos sido rebeldes y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas.

Restituir el daño. En Mateo 3:8 Jesús nos exhorta a demostrar el arrepentimiento con hechos. “Producid, pues, frutos dignos de arrepentimiento.

Seamos sinceros, ¿cuántas veces nos arrepentimos “a medias”? A esta clase de arrepentimiento Ken Sande en su libro “Pacificadores” lo llama la regla 40/60.

Piensa en un conflicto reciente con alguna persona de tu entorno del que te sientas arrepentido. ¿Lo tienes? Ahora reflexiona conmigo si en algún momento del proceso estos han sido parte de tus pensamientos… “Bueno, sé que no soy perfecto, y reconozco que tengo parte de culpa en este problema. Yo diría que un… 40%.” ¿Reconoces esta frase o alguna parecida en tus pensamientos?

Esto quiere decir que el 60% de la culpa es del otro, por lo tanto esperamos que sea este OTRO el que nos pida disculpas. Si pensamos así, no hay arrepentimiento genuino, estamos rechazando el don de Dios, estamos evitando confesar nuestro error y restituir el daño causado.

¿Estás recibiendo el arrepentimiento como don de Dios en tu vida? Entonces sólo te falta confesar tu error y restituir el daño, pero ambas cuestiones serán explicadas una a una en las siguientes columnas.

Imagen: (cc) Flickr/Sarah Horrigan. Esquina superior: Susana De Madariaga.

 

Revista Adventista de España