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Creo que está fuera de toda duda que el éxito de cualquier empresa o proyecto en esta vida, al nivel que sea, depende en gran manera de las decisiones sabias que se tomen para llevarlos a cabo; pero eso implica también que hace falta tener, previamente, la sabiduría adecuada para tomar decisiones sabias y correctas. Dice el refranero que “el saber no ocupa lugar” y es muy útil para desenvolverse en la vida. El libro de Job (28:18) dice que la sabiduría vale más que las piedras preciosas. Salomón, una persona que reflexionó y escribió mucho sobre la sabiduría, dice que tiene un valor superior al oro (Pr. 16:16) y que una de las preocupaciones más importantes que debe tener el ser humano ha de ser la de adquirir sabiduría (Pr. 4:7).
Que el saber es importante, que la sabiduría es necesaria, y más en los tiempos en que vivimos, esto es algo en lo que, creo, todos estamos de acuerdo. Ahora bien, ¿qué tipo de sabiduría nos conviene adquirir? ¿Cuántas clases de sabiduría hay? ¿Puede ser la sabiduría un antivirus ante las muchas clases de virus que nos atacan cómo personas, como sociedad y como iglesia?
Dos clases de sabiduría
1) La sabiduría que procede del mundo
La Palabra de Dios nos refiere dos clases de sabiduría. El apóstol Santiago nos habla de la sabiduría “que viene de lo alto” (Stg. 3:17) y el apóstol Pablo (1ª Co. 3:19) menciona “la sabiduría de este mundo”. En realidad, la única sabiduría reconocida por el Cielo es la “que viene de lo alto”, porque la sabiduría de este mundo es insensatez ante Dios. Veamos algunos ejemplos en la Biblia de personas que adquirieron la sabiduría humana:
- a) Moisés
La vida de Moisés es un buen ejemplo para constatar la diferencia entre las dos clases de sabiduría. Durante doce años, Moisés fue educado por su madre, la cual le enseñó una serie de lecciones oportunas en armonía con la verdadera sabiduría. Pero después, Moisés fue al palacio real y allí aprendió “toda la sabiduría” de los egipcios (Hch. 7:22). Moisés recibió en Egipto una educación cívica y militar esmeradísima, tal y como le correspondía a un futuro aspirante a los más altos cargos del imperio egipcio. Debido a esa educación, el texto de Hechos nos dice que “era poderoso en palabras y obras”. Durante veintiocho años, Moisés recibió este tipo de educación y, sin embargo, ésta no fue suficiente para realizar la gran misión de su vida: dirigir al pueblo de Israel.
Moisés tuvo que pasar más de cuarenta años en las desoladas tierras de Madián para que, en la soledad de aquellos desiertos, aprendiera algunas lecciones de parte de Dios que necesitaba y, tal vez, para desaprender algunas falsas enseñanzas que había aprendido en Egipto. Solamente la sabiduría de lo alto podía preparar a Moisés para el llamado que Dios le hizo. No todo lo aprendido en Egipto debió ser negativo, pero desde luego no era suficiente.
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b) Eva
Eva quería saber mucho. Quedó deslumbrada ante la posibilidad de ser tan sabia como el propio Dios (Gn. 3:5), pero en lugar de profundizar en la relación directa que ella y Adán mantenían directamente con Dios, buscaron la sabiduría en una fuente equivocada, lo cual trajo consigo la contaminación en la tierra por el virus del pecado y las desastrosas consecuencias que todos conocemos (Ro. 3:23).
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c) Los sabios de Babilonia
Los sabios de Babilonia, incluso los magos, astrólogos y encantadores, no pudieron revelar a Nabucodonosor su sueño y su interpretación. Fracasaron porque no tenían conexión con la fuente de la verdadera sabiduría. Daniel y sus compañeros, un caso muy distinto, estaban en contacto constante con el origen de la sabiduría divina. Su conexión con el Dios Omnisapiente no solo salvó las vidas de los “sabios” de Babilonia, sino que, sobre todo, sirvió para glorificar el nombre del verdadero Dios.
Estos ejemplos, y otros más que podríamos aportar, nos muestran que, cuando nos apartamos de Dios y nos deleitamos única y exclusivamente en los dogmas y teorías de este mundo, estamos en un terreno peligroso y expuestos a recibir influencias negativas y contaminantes. El cristiano no puede contentarse con recibir la sabiduría de este mundo, aunque esta no sea negativa. Es necesario que, ante todo, se nutra de la sabiduría de lo alto y desarrolle los frutos que ella proporciona. La sabiduría que viene de lo alto es el antivirus perfecto para luchar contra la invasión de tantos y tantos virus modernos que atacan la vida espiritual del cristiano.
2 La sabiduría que viene de lo alto.
Anteriormente decíamos que la Palabra de Dios nos invita a adquirir sabiduría (Pr. 4:7) y, es más, nos invita a nutrirnos de ella gratuitamente. El sabio Salomón, en una magnífica metáfora, compara a la sabiduría con una persona que edifica su casa sobre siete columnas y que prepara una mesa, con manjares exquisitos, a la que todos estamos invitados gratuitamente (Pr. 9:1-9).
Ya en el Nuevo Testamento, el apóstol Santiago señala también que Dios está dispuesto a dar sabiduría a todo aquel que la precise (Stg. 1:5), para destacar, un poco más adelante (Stg. 3: 17), siete actitudes que desarrolla la sabiduría que viene de lo alto. Resultan muy curiosas las siete columnas sobre las que se asienta la casa de la sabiduría (Pr. 9:1) y las siete cualidades que tiene la sabiduría que viene de lo alto. Siendo el número siete en la Biblia el número de la plenitud y la perfección, bien podríamos decir que la sabiduría, y los frutos que ella produce, es el antivirus más eficaz contra el virus de las visiones materialistas e interesadas de este mundo. Veamos brevemente las características de la sabiduría que viene de lo alto siguiendo la descripción del apóstol Santiago:
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a) Pura (limpia)
“A menos que el estudiante reciba alimento mental puro, cabalmente limpio de todo lo que se llama “educación superior” que está cargada de incredulidad, no pude conocer verdaderamente a Dios (E.G.W., Consejos para los maestros, p. 16).
Hoy hay todavía mucha gente que sigue alimentándose del árbol del conocimiento del bien y del mal. Por lo tanto, es importante que eliminemos todo engaño y toda falsedad de la instrucción y de la información que recibimos. El salmista declara: “Sumamente acrisolada es tu Palabra” (Sal. 119:140). Puede comparársela a algo que ha pasado por la purificación del crisol. La sabiduría que acepta plenamente los principios de la Palabra de Dios será pura (limpia) y producirá caracteres inconmovibles en su lealtad a Dios. Al virus de la formación e información manipuladas se opone el antivirus de la pureza que produce la sabiduría de lo alto.
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b) Pacífica.
La sabiduría de lo alto produce armonía y entendimiento entre los creyentes cristianos. Es imposible seguir a Cristo sin “seguir la paz con todos” (He. 12:14). Frente al virus de las polémicas, las discordias, los enfrentamientos y las guerras, la sabiduría nos regala el antivirus de la paz. Jesús dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da “(Jn. 14:27).
- c) Modesta.
La ambición desmedida es una de las características de la filosofía de este mundo. Muchas personas solo piensan en subir y escalar, aunque ello sea a costa de pisotear los derechos de los demás. Frente al virus de la ambición y la codicia, la sabiduría de lo alto opone el antivirus de la modestia y la moderación. Pablo decía que en esta vida debemos vivir conforme “a la mansedumbre y modestia de Cristo” (2ª Co. 10:1).
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d) Benigna (dócil).
Los cristianos siempre deben estar dispuestos a aprender y a ser obedientes. Un espíritu voluntarioso, con disposición a hacer el bien, les guía siempre. Frente al virus de la soberbia y la intransigencia, la sabiduría de lo alto opone el antivirus de la bondad y de la persuasión.
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e) Llena de misericordia y de buenos frutos.
Pablo amonestó a los creyentes de Éfeso a que anduvieran en las buenas obras (Ef. 2:10). Frente al virus de la indiferencia y el mirar hacia otro lado, la sabiduría de lo alto contrapone el antivirus del servicio altruista y desinteresado. “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt. 7:7).
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f) Imparcial (no partidista).
El don de la imparcialidad, y la buena disposición para ejercerlo, es un atributo valiosísimo. La sabiduría de lo alto no es juzgadora. No estima a una persona más que otra. A la vista de Dios, todos somos iguales.
Pablo amonestó a Timoteo: “Te requiero…que guardes estas cosas sin perjuicio de nadie, que nada hagas inclinándote a una parte (1ª Tim. 5: 21). Frente al virus de la discriminación, la sabiduría de lo alto opone el antivirus del trato justo y la equidad.
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g) No fingida (sin hipocresía).
El doble discurso de muchas personas e instituciones, la doble moral, la doble vida… es bastante más común de lo que parece. Es un virus muy extendido frente al cual la sabiduría de lo alto opone el virus de la integridad. No es nada fácil ser íntegros, pero con la ayuda de la sabiduría de lo alto es posible (Pr. 11:3).
Hoy, además de las pandemias sanitarias, los cristianos también tenemos que hacer frente a muchos virus de otra índole que pueden dañar gravemente nuestra salud espiritual y nuestra alma. El antivirus de la sabiduría de lo alto es el remedio más eficaz para frenarlos, combatirlos y derrotarlos.
Autor: Miguel Ángel Roig, pastor y profesor jubilado de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.