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Introducción

En la teología contemporánea de la época de Jesús, el libro (sëºper) de Daniel estaba situado en el canon judío entre los Escritos, la tercera gran parte del Tanak[1]. No era considerado como un profeta. Ya la teología de la época había aceptado que el libro era histórico y no profético. Para ellos todo lo relativo al contenido del libro, casi de forma general se había cumplido en la época de Antíoco IV[2], este acontecimiento histórico contra la Alianza hizo que se pensara que la relevancia del libro de Daniel se circunscribiera a ese periodo. Ya se había adoptado el método de interpretación conocido como “preterista”[3].

La profanación sacrílega del Templo de Jerusalén a manos de este general heleno, reavivó la visión del Templo dentro de los conceptos escatológicos de la época. Se pensaba que el final del mundo estaba ligado a la existencia del mismo, la escatología sin el templo no era aceptada en la época.

Todos estos datos, son de gran importancia para entender la “conversación” de los discípulos con Jesús, que aparece en Mateo 24. Como veremos en este artículo, Jesús vuelve a resituar la escatología en el lugar que la Biblia en su conjunto propone. La división mundial actual y la profecía bíblica están íntimamente relacionadas.

1. Lectura estructurada de Mateo 24

La cosmovisión semítica de los autores de la Biblia, les lleva a escribir sus libros manteniendo un sistema de estructuración radicalmente distinto al que por nuestra parte heredamos del mundo griego. El hebreo trasmite el mensaje en sus escritos por medio del sistema llamado: “paralelismo semítico”, situando la idea más importante en el centro de la estructura, y haciendo depender de ese centro ideológico el resto del escrito. Un buen ejemplo de este sistema de escritura es el capítulo que nos ocupa; analicemos una propuesta personal de estructuración de este capítulo (propuesta personal):

D (24:29-31): la venida del Hijo del ser humano

Como puede observarse el mensaje de Jesús fue recogido por Mateo en siete micro-secciones, situando en el centro [D (24:29-31: la venida del Hijo del ser humano] lo más relevante o importante de la reflexión del Maestro de los Maestros. Por los objetivos de este artículo, analizaremos de forma breve las primeras secciones identificadas en el esquema por las letras A, B, C y D. Leer el texto de Mateo partiendo de la estructura propia de la mentalidad del autor y de los primeros destinatario, estamos seguros que será una experiencia espiritual inimaginable.

La sección central nos presenta la idea más importante de todo el capítulo, Jesús anuncia su venida.

Mat 24:29-31 (BTX-3) E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol será oscurecido y la luna no dará su resplandor; las estrellas caerán del cielo y las potencias de los cielos serán conmovidas: Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre, y todas las tribus de la tierra se lamentarán entonces, y verán al Hijo del Hombre venir sobre las nubes del cielo con poder y gran gloria. Y enviará a sus ángeles con gran trompeta, y reunirán a sus escogidos de los cuatro vientos, de un extremo al otro extremo de los cielos.

Jesús anuncia, tomando como base la Biblia que existía en su época, a través de los profetas clásicos que el cosmos se conmoverá y después aparecerá la señal del “Hijo del Hombre”. Esta expresión está tomada del cap. 7 de Daniel. Jesús utilizó entre otras expresiones dos que tienen para nuestro contexto un significado especial. “Hijo de Dios” cuando representa a Dios ante la humanidad e “hijo de hombre” cuando nos representa ante Dios a los seres humanos.

El que viene, lo hace para encontrarse con la humanidad que lo espera. Viene con gran poder y gloria, y sus colaboradores celestiales ayudarán, con el sonido del Shofar (trompeta) a reunir a los “escogidos” repartidos por toda la tierra. ¿Cómo llega Jesús, a través de su reflexión, al punto culminante de su presencia por segunda vez en la tierra? La contestación a esta pregunta será el motivo de la lectura de las secciones anteriores.

A (24:1-2): veis todas estas cosas, no quedará piedra sobre piedra

Como ya hemos comentado en la introducción, para la mentalidad teológica de la época, el templo estaba íntimamente ligado con el final de los tiempos. Por ello los discípulos (24:1), intentan que Jesús observe la majestuosidad del templo y todo lo que para ellos significaba; pero la cosmovisión ético-religiosa de Jesús, les anuncia la destrucción de los edificios santos. Nada quedará de la belleza de aquel lugar emblemático para ellos.

B (24:3-14): y seréis aborrecidos por causa de mi nombre

La segunda de las secciones será utilizada por Jesús para desmarcar la existencia del Templo con su regreso y la implantación del reino mesiánico. De hecho, el lector podrá comprobar que Jesús no vuelve a mencionar el Templo de Jerusalén en todo su discurso. Los discípulos, aún en este momento, preguntan a Jesús (24,3) “Dinos, ¿cuándo será esto, y cuál la señal de tu venida, y de la consumación de la era?”. “¿Cuándo será esto?”, ellos interrogan a Jesús sobre el templo en primer lugar; y en segundo “¿y cuál la señal de tu venida, y de la consumación de la era?” Para los discípulos aún los dos acontecimientos eran el mismo. Pero la respuesta de Jesús se dirige hacia su segunda presencia entre nosotros y no en relación al Templo.

Jesús les responde que estén atentos para no ser engañados: “mirad que nadie os engañe”,   enunciando en esta sección las señales que anteceden a su retorno: “muchos vendrán en mi nombre”, “oiréis guerras y rumores de guerras”, “se levantará nación contra nación, reino contra reino”, “todo esto será principio de dolores”, “os entregarán a tribulación y os matarán, y seréis aborrecidos por todas las naciones a causa de mi nombre”, “Y serán levantados muchos falsos profetas y engañarán a muchos”. Señales que indicarán la proximidad del retorno y presencia de Jesús en la tierra.

Jesús concluye esta sección con las siguientes palabras (24:13-14): “Mas el que perseveró hasta el fin, éste será salvo. Y este evangelio del reino será proclamado en toda la tierra habitada, para testimonio a las naciones, y entonces vendrá el fin”. Las persecuciones y todo lo que rodea a este acontecimiento profético de Jesús, son la señal que su pueblo debe de identificar en el tiempo como señales de la proximidad de su retorno. Una señal no será la destrucción del templo, al cual como hemos mencionado, no vuelve a referirse, sino a mantenerse firme en la relación con él y el anuncio de la buena nueva del Reino como testificación universal y tras ello vendrá el fin.

C (24:15-28): y si no fueran acortados aquellos días, no fue salvada toda carne

La micro sección que precede a la sección central nos servirá para situar históricamente las señales que anteceden a la venida de Jesús y al fin de esta era. Jesús nos sitúa proféticamente en la línea correcta de interpretación. Una cuestión es recurrente: ¿aceptó Jesús la interpretación de su época, en relación al libro de Daniel? La respuesta a esta pregunta nos permitirá situarnos en la perspectiva que Jesús comunicó a sus discípulos.

La sección anterior acabó diciendo (24,14): “y entonces vendrá el fin” y la que nos ocupa da comienzo con una conjunción subordinada[4] (Οταν) que se traduce por “cuando”, haciendo depender la frase primera de nuestra sección de la anterior. El primer versículo se convierte en una guía interpretativa de todo el capítulo.

El texto dice: “cuando (Οταν) entonces veáis la abominación (βδέλυγμα[5]) de la desolación  (ἐρήμωσις) hablada a través de Daniel el profeta estando en pie[6] en el lugar santo, el que esté leyendo entienda[7]. Jesús aporta en este versículo una de las claves interpretativas más clara e importante del capítulo. La expresión “la abominación de la desolación” está relacionada con la profecía de Daniel (cf., 8:13, 11:31, 12:11).

Siguiendo las palabras de Jesús, Daniel era profeta y no historiador como creía la teología de su época y la escuela de lectura preterista, sino que, al contrario, la profecía de Daniel es situada en el futuro y concretamente en el momento que la “abominación” estuviera implantada. Jesús instruye a sus discípulos indicándoles el método para identificar sus palabras: “el que esté leyendo entienda”, el que está leyendo el libro de Daniel es el único que puede entender el contenido de sus palabras. Analicemos de forma breve los tres textos del profeta Daniel:

Daniel 8:13: “Entonces oí hablar a cierto santo, y otro santo preguntó a aquel que hablaba: ¿Hasta cuándo durará la visión (Häzôn) del continuo (Tämîd)[8], y la prevaricación asoladora entregando el santuario y el ejército para ser pisoteados?”. En este versículo la “visión”, el “continuo” y la “prevaricación” están relacionado con la profanación sacrílega que hace el cuerno pequeño contra el Templo (santuario) celestial[9], donde Jesús ministra en favor de su pueblo desde que ascendió hasta su regreso. El “continuo” está relacionado con la función del sacerdote en el lugar santo del Santuario.

Daniel 11:31: “Y se levantarán de su parte tropas que profanarán el Santuario, la fortaleza, y quitarán el continuo, y pondrán allí la abominación desoladora”. Este segundo texto nos ayuda a comprender un poco más, la señal que Jesús indicó que sucedería antes de si presencia por segunda vez; “se profanará el Santuario, y quitará el continuo y pondrá la abominación”, tres acciones del rey del norte (el cuerno pequeño) contra el Santuario celestial, centro del plan de salvación. Daniel habla, al igual que Jesús, de una profanación sacrílega del santuario del Príncipe celestial.

Daniel 12:11: “Y desde el tiempo que sea quitado el continuo para poner la abominación desoladora, habrá mil doscientos noventa días”, el tercer versículo de Daniel vuelve a relacionar la “abominación desoladora” con la eliminación del “continuo”.

Jesús está anunciando el elemento y el periodo de la persecución contra el pueblo de Dios en la nueva Alianza, como un elemento de la historia futura, para su tiempo, y que Daniel sitúa de forma concreta en el tiempo. ¿Quién es o a quien representa el “cuerno pequeño” que hace todo esto? La respuesta es clara a través de la lectura del libro de Daniel.

En su capítulo 7[10] nos da la secuencia histórica que debemos seguir para interpretar correctamente las palabras de Jesús. Daniel, a través de sus visiones establece una cronología de reinos que serán la columna vertebral de la profecía: León alado: Babilonia (605-539 aC.); Oso multiforme: Medo-Persia (539-331 aC.); Leopardo con alas: Grecia (331-168 aC.,); bestia terrible y espantosa: Roma (168 aC. – 476 dC.), diez cuernos (476 dC hasta el fin): división del Imperio romano; cuerno pequeño dentro del periodo de la división del periodo de las tribus bárbaras herederas del imperio romano. Este es el esquema profético de todo el libro que debe de ser respetado en todo momento para su interpretación.

La “abominación desoladora”, “quitar el continuo” y “echar por tierra el santuario” son acciones del cuerno pequeño y no puede ocurrir antes de la caída (476 dC.) del imperio romano. ¿Quién es este cuerno? Sin duda, a partir del libro de Daniel y de la historia científicamente ratificada, el “cuerno pequeño” es una institución que engloba al cristianismo histórico medieval con la Gran Tradición de la Iglesia como punto de partida y que llega hasta nuestros días.

¿Quién compone, aunque no en el mismo grado, el cuerno pequeño? Todos aquellos grupos que tienen “templo en la tierra” con un “sacerdote humano” que oficia en ese templo terrenal y que se otorga el poder, contrario a la Biblia de perdonar los pecados. Identificando sistemas religiosos, y no personas, podemos identificar a: la iglesia del imperio desde Constantino (330 dC.) y todos los grupos que salen de ella: católicos, ortodoxos, y al menos los tres grandes grupos reformados de la reforma magisterial: luteranos, calvinistas y anglicanos, pues ellos siguen sosteniendo el sacerdocio humano, con su templo en la tierra y el perdón de los pecados.

Eso es “quitar el continuo” “echar por tierra el santuario” y “poner la abominación”.

En la Biblia Apostólica no se habla en ningún lugar de templos en la tierra donde Dios mora o Cristo ministra, sino solamente del Santuario Celestial, donde Cristo ministra en favor de los pecados.

En Daniel 7:25 se muestra con mayor claridad la obra continua de este movimiento religioso, hablando de cuatro acciones que claramente identificadas: 1) y palabras contra el Altísimo pronunciará;  2) y a santos del Altísimo oprimirá; 3) intentará cambiar tiempos proféticos[11] y tiempos de su soberanía y ley; 4) y serán entregados en su mano hasta tiempo[12], tiempos y mitad de tiempo”.

Como puede observarse el término “ley” (dät) va sin modificante, lo que nos obliga a seguir leyendo los capítulos del 8 al 12 para comprender su significado. A través de la lectura sistemática de estos capítulos nos encontramos que la única mención a la Torâh se hace en relación al santuario, el continuo y a los que adoran en él, es decir, la “abominación desoladora”.

Pero además habría un tiempo de persecución, de luchas, guerras y rumores de guerras durante los 3-1/2 tiempos de persecución. El capítulo 12:7,11, relaciona la eliminación del “continuo” con la “abominación desoladora”. Jesús estaba haciendo alusión a todo este cuadro profético, cuando insistió en la idea de “el que esté leyendo entienda”. Estableciendo así el método de lectura del libro de Daniel, dejando desmitificada la lectura judía preterista de su época, y poniendo las bases para no aceptar la lectura futurista, muy utilizada en la actualidad.

Después de proporcionar las bases de una lectura correcta de la cadena profética aparecido en el libro de Daniel, Jesús vuelve a la narración de las consecuencias del poder auto-otorgado por el “cuerno pequeño”, tales como: “huir a los montes” (24:16); “el de la azotea, no baje a tomar lo de su casa” (24:17), “y el que esté en el campo, no regrese a tomar su capa” (24:18); “ay de las que estén encintas, y de las que estén amamantando en aquellos días” (24:19); “Orad, por tanto, para que vuestra huida no sea en invierno, ni en sábado” (24:20).

“Porque habrá entonces una gran tribulación, cual no la ha habido desde el comienzo del mundo hasta ahora, ni la habrá jamás. Y si aquellos días no hubieran sido acortados, ninguna carne sería salva; pero por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados.”  (24:21-22).

Después hace referencia a los “falsos mesías, falsos profetas” (24:23-24). Y una última advertencia: “Porque como el relámpago sale de oriente y brilla hasta occidente, así será la presencia del Hijo del Hombre” (24:27).

La unidad siguiente es la micro-sección central que ya hemos visto, que comienza con el adverbio, que se traduce: “de forma inminente” o “inmediatamente”. Y sigue con la preposición en acusativo “μετὰ” que se traduce por “después”, se verá la señal del “Hijo del ser humano”.

Algunos detalles, además, que completan el cuadro de actualización profética de Jesús. Detalles que advierten de los falsos maestro y profetas: “Pero acerca de aquél día y hora, nadie sabe, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino sólo el Padre, nadie puede saber el momento de la presencia de Jesús por segunda vez, ni el día, ni la hora, ni el mes, ni el año, eso no ha sido revelado (24:36), ni lo será. Y sigue añadiendo: “¡Velad, pues, porque no sabéis en cuál día viene vuestro Señor!” (24:42).

Conclusión

Jesús describe de forma genial el mensaje del libro de Daniel. Desde el punto de vista de los discípulos, desmitificó todos los aspectos propios de su época sobre el libro profético escatológico de la Biblia Hebrea. Explicó todo el contexto de cómo se debía leer este libro y sobre todo dejó claro que la destrucción del templo de Jerusalén no guardaría relación con su retorno.

Anunció las vicisitudes que pasaría su pueblo antes de su regreso, con la intención de mostrar que, a través de la lectura del libro de Daniel, podríamos entender su mensaje para el tiempo del fin.

Aclaró que el templo al que se refiere Daniel y Él mismo, sobre el que el cuerno pequeño profanaría no está en la tierra, sino en el cielo, donde Jesús ministra en sus dos departamentos.

Señaló que el Altísimo tiene el control de la macro-historia expresada de forma profética, e instruye a su pueblo para que confíen en el transcurso de los acontecimientos. No para atemorizar con discursos escatológicos alarmantes, sino con la confianza puesta en el control divino de esa macro-historia, esperando que la historia personal de cada uno de nosotros sea organizada, de forma particular, sumando nuestro futuro al proyecto de Dios.    

Autor: Pablo Armero, doctor en teología, además de pastor adventista.

NOTAS:

[1] Acróstico de Torâh, Nebiim (profetas) y Ketubim (escritos).
[2] Antíoco IV (167 a.C.) emitió una ley prohibiendo la circuncisión, el estudio de los textos bíblicos, la observancia de la ley (incluyendo el sábado y las fiestas), y forzaba a los judíos a cometer lo que ellos consideraban el peor de los pecados: idolatría y comida de alimentos prohibidos. Antíoco IV profanó el lugar más santo de los judíos introduciendo culto idolátrico en el propio recinto del Templo.
[3] Uno de los tres métodos de interpretación más relevantes en relación a los libros de Daniel y Apocalipsis, junto con las lecturas historicista y futurista.
[4] Las conjunciones subordinantes introducen una oración que está subordinada a una palabra u oración.
[5] Término relacionado con la idolatría.
[6] También: “instalada, funcionando”.
[7] Propuesta personal de traducción.
[8] En hebreo la palabra “sacrificio” no aparece.
[9] Cf., Hebreos 7-10, como textos principales sobre la existencia real de un santuario en el cielo, del que el de la tierra era una parábola (Hb. 9,9).
[10] Cf., Daniel 2.
[11]tiempos de la soberanía de Dios”, cf., Daniel 2,21, que dice: “él cambia los tiempos proféticos (`iDDänayyä´) y los tiempos de su soberanía (zimnayyä´)
[12]tiempos proféticos (`iDDän ), en este caso “tiempos de persecución”.

Revista Adventista de España