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La llegada del Día de Acción de Gracias suele despertar preguntas dentro de nuestras comunidades. ¿Puede celebrarlo un cristiano adventista? ¿Es adecuado participar en una festividad que no tiene origen bíblico? La respuesta se encuentra en entender que no celebramos una fiesta importada, sino que aprovechamos este momento del calendario, igual que ocurre con la Navidad, para recordar valores eternos: la gratitud, la dependencia de Dios y la vida cristiana centrada en Cristo. Al fin y al cabo, elegir qué celebrar, y qué no, es un ejercicio libre de la libertad de cada individuo y de cada familia. Celebramos lo que nos hace bien y nos ayuda a vivir mejor, de la mano de Jesús. Además, el agradecimiento, para un cristiano, tiene mucho que ver con la Gracia (sí, así, con mayúscula).

La Escritura nos invita constantemente a cultivar un espíritu agradecido. «Dad gracias en todo» o «Estad siempre agradecidos» (1ª de Tesalonicenses 5:18) es mucho más que un consejo devocional: es una actitud, una forma de vivir la vida. Por ello, el Día de Acción de Gracias puede convertirse en una oportunidad espiritual para profundizar en ese mandato bíblico.

La gratitud en las Escrituras

La Biblia nos habla sobre la importancia de agradecer. Desde los Salmos hasta las enseñanzas de Jesús, encontramos un constante llamado a reconocer la mano de Dios en todo.

El salmista proclama: «Entrad por sus puertas con acción de gracias» (Salmo 100:4), señalando que la gratitud es la puerta que nos introduce en la presencia de Dios. Pablo insiste: «Y sed agradecidos» (Colosenses 3:15), mostrando que agradecer no es un acto ocasional, sino una actitud permanente.

Cuando Jesús alimentó a la multitud, dio gracias antes de multiplicar los panes (Juan 6:11). Y cuando resucitó a Lázaro, también lo hizo dando gracias al Padre (Juan 11:41). La gratitud era para Jesús un estado natural del corazón.

Como adventistas, sabemos que nuestra fe no se rige por tradiciones humanas, sino por la Palabra de Dios. Pero también reconocemos que hay momentos en el año que pueden servir como recordatorios providenciales para vivir valores bíblicos. El Día de Acción de Gracias es uno de ellos.

La relación entre la Gracia y la gratitud

Para entender la profundidad de la gratitud cristiana, es esencial comprender su origen: la Gracia de Dios.

En el Nuevo Testamento, la palabra Gracia es charis: ‘el favor inmerecido de Dios, su misericordia abundante, su bondad desbordada hacia nosotros’. La palabra dar gracias es eucharisteo, que literalmente significa ‘reconocer la charis‘, responder al favor recibido.

Esto revela una verdad fundamental:

La Gracia es la causa; la gratitud es el efecto.

Un corazón agradecido no es uno que lo tiene todo, sino uno que comprende lo que ha recibido por Gracia. Por eso Pablo comienza recordando: «Por Gracia sois salvos» (Efesios 2:8), porque solamente quien comprende la magnitud del don de Dios puede desarrollar una gratitud auténtica, profunda y cotidiana.

La gratitud cristiana no es simplemente cortesía, ni un ejercicio de pensamiento positivo: es la respuesta de un corazón transformado por la Gracia.

«Nosotros le amamos a Él, porque Él nos amó primero» (1ª de Juan 4:19).
De la misma manera, damos gracias porque primero hemos sido alcanzados por la Gracia divina.

Este vínculo es tan fuerte que negar la gratitud endurece el corazón, mientras que practicarla abre nuestros ojos a la presencia de Dios, incluso en los días oscuros.

No celebramos una tradición, celebramos un principio

Es importante dejarlo claro: no honramos una fiesta cultural como si fuese una observancia religiosa, ni otorgamos santidad a un día que no la tiene. Pero sí reconocemos que este periodo puede ser útil para:

• Reflexionar sobre la fidelidad de Dios
• Expresar gratitud por las bendiciones del año
• Unir a la familia en un espíritu de alabanza
• Practicar el agradecimiento como estilo de vida

Así como muchos adventistas empleamos la Navidad para exaltar el nacimiento de Cristo —sin adherirnos a su trasfondo tradicional, dado que sabemos que Jesús no nació ese día—, también es legítimo utilizar Acción de Gracias como una oportunidad evangelizadora y formativa.

La gratitud, un antídoto para la ansiedad y la negatividad

La psicología contemporánea ha demostrado lo que la Biblia enseñó hace milenios: ser agradecidos produce salud emocional. Estudios actuales indican que la gratitud:

• Reduce los niveles de ansiedad y depresión
• Mejora la calidad del sueño
• Fortalece las relaciones familiares
• Incrementa la resiliencia en momentos difíciles
• Estimula pensamientos positivos y esperanza

Cuando Pablo escribió «Por nada estéis afanosos» (Filipenses 4:6), añadió una clave esencial: presentar nuestras peticiones «con acción de gracias». La gratitud modera la preocupación y reordena nuestra perspectiva.
La Gracia calma el alma, porque nos recuerda que podemos confiar en el Amor (sí, así con mayúscula) de Dios; la gratitud la fortalece.

Educar a nuestros hijos en la gratitud a Dios

La gratitud no surge automáticamente; se educa, se modela y se practica. Este tiempo puede convertirse en una herramienta educativa para nuestras familias. Aquí algunos ítems concretos para cultivarla:

Prácticas familiares

• Oración de agradecimiento diaria: no solo pedir, sino detenerse a reconocer lo recibido.
• Diario familiar de bendiciones: registrar semanalmente motivos de gratitud.
• Testimonios en el culto familiar: compartir cómo hemos visto actuar a Dios en nuestra vida.
• Servicio a otros: la gratitud aumenta cuando nos entregamos con amor a los demás, porque el amor es la única cosa que se multiplica cuando se reparte.

El poder del ejemplo, como adultos

• Evitar la queja y practicar un lenguaje de agradecimiento.
• Reconocer públicamente la obra de Dios en nuestras vidas.
• Expresar gratitud a los miembros de la familia, no solo a Dios.
• Ser intencionales en notar los detalles, por pequeños que sean.

Actividades para niños

• Crear una «Caja de Agradecimiento» con dibujos o notas.
• Crear poemas, cuentos o canciones sobre versículos de gratitud (como Salmo 103:1).
• Realizar proyectos creativos donde expresen a quién y por qué dan gracias (dibujos, modelado con plastilina o arcilla, recetas de cocina, etc.).

Educar en la gratitud es preparar el terreno para una fe fuerte, para una vida emocional más estable y para una relación más genuina con Dios.

Estad siempre agradecidos (1ª de Tesalonicenses 5:18)

El Día de Acción de Gracias puede servir como un espacio significativo para recordar Quién es la fuente de toda bendición. «Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto» (Santiago 1:17), y por eso nuestro corazón debe vivir permanentemente agradecido. La gratitud nos acerca a Dios y  produce felicidad. 

Que el Día de Acción de Gracias (lo celebres cuando lo celebres, en mi familia lo celebramos el sábado siguiente) sea una oportunidad para reconocer la gracia divina, fortalecer nuestras familias y educar a nuestros hijos en la gratitud sincera.

«En todo tiempo bendeciré a Jehová; su alabanza estará de continuo en mi boca» (Salmo 34:1).

Que sea una oportunidad para alabar y dar gracias a Dios, no solo por lo que Él nos da, sino por quién es Él. Que nuestra gratitud se traduzca en acciones, palabras y corazones abiertos, y que nuestro hogar sea un reflejo vivo de Su amor. Como proclamó Josué:

«Yo y mi familia serviremos al Señor» (Josué 24:15).

Hagamos de nuestra casa un lugar donde no solamente la gratitud, sino la Gracia y el Amor de Dios se manifiesten cada día, guiando nuestros pensamientos, decisiones y relaciones, porque vivimos, cada día, en Su presencia y de Su mano. 

Autora: Esther Azón Fernández, teóloga y comunicadora. Editora y redactora de revista.adventista.es
Imagen: Shutterstock

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