Skip to main content

«Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor, y no para los hombres, sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís» (Colosenses 3: 23-24).

Una mañana, muy temprano, mientras oraba en el campo, Dios trajo la profecía de Hechos 2: 17 a mi mente: «En los postreros días —dice Dios—, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán». Profetizar es compartir la Palabra de Dios, por el poder de Dios, al pueblo a quien Dios te envía para compartirlo.

«Dios, ¿qué quieres que haga para ayudar a tus hijos e hijas a profetizar?», pregunté. Dios me impresionó para que comenzara a instruir a niños y jóvenes a fin de que predicaran la Palabra de Dios de forma práctica. Empecé capacitando a dos adolescentes a través de la oración y el estudio de la Biblia. Luego, Dios me encargó hacer lo mismo con los niños y otros jóvenes.

Solicité que el niño o adolescente concurriera con uno o ambos padres. Oramos juntos y planificamos un mensaje basándonos en el mensaje de Dios en su Palabra. El niño o joven preparaba el mensaje conmigo durante cinco sesiones. Por su parte, los padres trabajaban con el niño entre sesiones. Finalmente, predicaba en equipo con el niño o joven.

Si no predican los niños y jóvenes, se irán

En una iglesia, encontré resistencia. Algunos no estaban a gusto con que niños y jóvenes prediquen y enseñen sobre la Palabra de Dios. Por este motivo, se fueron y no regresaron.

Recuerdo a Darla, una joven adolescente tímida, enamorada de Dios, pero con gran temor de hablar en público. Ella tenía unos trece años en ese momento. Me di cuenta de que miraba, desde el otro lado de la habitación, mientras yo entrenaba a su hermano mayor para que predicara conmigo unas semanas más tarde. Entonces, crucé la habitación y le pregunté:

–Darla, pareces muy interesada en lo que tu hermano mayor está haciendo. ¿Quisieras aprender a predicar la Palabra de Dios?

–¡Nunca podría hacer eso! –respondió, aterrada.

–Darla –pregunté suavemente–.
¿Pasas tiempo, cada día, con Dios, en su Palabra y en oración?

–Oh, sí. La mayoría de los días –respondió en voz baja.

–Entonces –dije–, ¡Dios te ha dado algo para compartir! ¿Podrías orar durante la próxima semana acerca de la posibilidad de predicar la Palabra de Dios conmigo?

Dios quiere que lo haga

Ella estuvo de acuerdo. Después de orar durante una semana por Darla, le pregunté:
–¿Cuál es tu respuesta después de orar durante una semana? ¿Predicarás conmigo?

–¡Dios quiere que lo haga! –respondió en voz baja.

–¡Excelente! –dije con alegría–: Preparémonos para predicar juntos la semana que viene.

–¡Una semana! –exclamó–. ¡Pensé que tal vez podríamos prepararnos para predicar dentro de seis meses o un año!

–¡Este es el momento! –la animé.

Me reuní cinco veces con esta niña y sus padres. Juntos oramos pidiendo un mensaje del Señor. Estudiamos la Palabra y nos preparamos para predicar en equipo.

Cuando nos paramos frente a la iglesia, Darla estaba absolutamente aterrorizada, pálida y nerviosa. Sus manos agarraban el podio con todas sus fuerzas. Predicamos la Palabra juntos, y cada vez que esta chica extremadamente tímida hablaba, la audiencia literalmente se inclinaba hacia ella, como si intentara atrapar todo lo que la improbable oradora tenía para decir acerca de Dios. Llegamos a la conclusión y Darla habló nuevamente. Respiró hondo y observó aterrorizada el mar de caras frente a ella.

Predico, por amor a Dios

–¿Saben por qué estoy predicando la Palabra de Dios hoy? –preguntó a la audiencia–. No es para complacer a mis padres ni al pastor. Este es el último lugar donde querría estar. Estoy predicando hoy por amor a Dios y por su amor por mí.

Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.
Predico la Palabra porque amo Dios, y quiero que lo ames y lo conozcas, también. Si Dios puede ayudarme a predicar la Palabra, y ustedes saben que soy la persona más tímida de toda la iglesia, entonces, ¿cómo no los ayudará a hacer lo mismo?

La pregunta se elevó ante el público y se instaló incómodamente en los corazones de jóvenes y ancianos, trayendo a muchos la convicción de que ya no debían estar en silencio. En ese momento, Darla simplemente se sentó. No había nada más que decir.

Un hombre tranquilo, que estaba a punto de jubilarse, se acercó a mí después del servicio. Miró a ambos lados, pero asegúrese de que nadie estuviera escuchando, antes de hablar.

–Si Dios pudo hablar a través de Darla hoy, ¿crees que podría hablar a través de mí? –preguntó tímidamente.
Dos semanas después, estaba predicando la Palabra.

Esos jóvenes, ¡predican mejor que usted!

Un día, una abuela, encorvada por la edad, se acercó a mí apoyándose pesadamente en su bastón.
–¡Necesito hablar con usted acerca de estos niños y jóvenes que predican la Palabra! –pidió resueltamente.

Suspiré y me preparé para recibir más críticas.
–¡Inclínate aquí para que pueda decirle algo al oído! –ordenó.

Me incliné hasta quedar a su altura. Ella ahuecó mi oreja con sus manos artríticas y susurró:
–¿Sabe una cosa? Estos jóvenes que están predicando… Bueno, ¡el asunto es que predican mejor que usted!

Sonreí, la abracé y le dije:
–¡Alabado sea Dios! ¡Esta es la mejor noticia que podrías haberme dado!

Llama a tu Eliseo.

Pregúntale a Dios a quién está llamando para reemplazarte.

¡Invita a esa persona a unirse a ti!

Medita

«Las palabras, aun bien preparadas y estudiadas, tienen poca influencia; pero la obra verdadera, sincera, de un hijo o hija de Dios, ya sea llevada a cabo por palabras o por medio de un pequeño servicio hecho con natural sencillez, abrirá la puerta de entrada a muchas personas, por largo tiempo cerrada» (Mensajes para los jóvenes, p. 142).

En la práctica

1. ¿Te está llamando Dios a predicar y compartir desde el púlpito lo que hace en tu vida? Habla con el pastor de tu iglesia y pongan una fecha.
2. Medita en la respuesta del autor al comentario de la anciana: «¡Predican mejor que usted!». ¿Cómo podemos trabajar en ser más humildes y no sentirnos atacados cuando otras personas tienen éxito en la obra de Dios?

Cada miércoles de estos 40 días, tendremos un encuentro por Zoom (6:30 AM).

Tema: Vive como Elías – 40 Días de Oración 2025
Cada semana, el miércoles.
Únete a la reunión de Zoom:
https://us02web.zoom.us/j/87603273658?pwd=WqRTlihGm778cuKW8GbCvOqGVYzk5J.1

ID de reunión: 876 0327 3658
Código de acceso: 223988

Leave a Reply