«Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?» (Lucas 11: 13).
Una mujer se acercó tímidamente a Abril y a mí durante el fin de unas reuniones de reavivamiento que desarrollamos en una pequeña iglesia, al otro lado de las praderas de Alberta, en Canadá.
–¿Le gustaría visitar mi iglesia y hacer un llamado al reavivamiento allí? –preguntó–. ¡Necesitamos desesperadamente un reavivamiento!
–Dígale al pastor de su iglesia que se comunique conmigo. Si Dios nos llama a ir a su iglesia, iremos –le aseguré.
Pasaron los meses. Nada ocurrió, pero oramos por esa iglesia.
Un día, el pastor me llamó, me invitó a visitar la iglesia y a dialogar con los líderes. Conduje por la nieve, orando mientras viajaba. Entré en la iglesia temblando a causa del frío. Caminé por un pasillo oscuro y, finalmente, llegué a una habitación donde un pequeño grupo de líderes desanimados estaba sentado, formando un círculo, esperándome para hablar.
Después de una breve oración, me invitaron a hablar. Compartí mi testimonio sobre lo que Dios había hecho en otras iglesias y escuelas. Hablé del amor de Dios y de su gracia. Expuse, con alegría, el poder de Dios para llamar a todos al arrepentimiento, al perdón y a vivir vidas transformadas. El grupo escuchó en silencio absoluto. Demasiado silencio.
Una semana de reavivamiento no servirá
–Por favor, cuéntenme sobre su iglesia –les pedí.
–Bueno… –comenzó uno–, realizar una semana de reavivamiento espiritual no servirá.
Otras voces intervinieron:
–¡Estamos demasiado ocupados durante la semana como para concurrir a la iglesia más de una o dos noches!
–Estamos completamente fragmentados por la cultura y los países de donde venimos. No nos unimos para nada.
Finalmente, otro líder lo resumió:
–Aquí no habrá ningún reavivamiento.
Contuve el aliento, hice una oración en mi mente y respondí:
–Dios puede hacer cualquier cosa. Nada es imposible para Dios.
Los líderes miraron el suelo, me agradecieron por venir y me acompañaron a la puerta. Pero Dios se movió en el corazón de uno o dos de esos líderes, que comenzaron a orar. Oraron y oraron. Y Dios escuchó. ¡Recibí una invitación para realizar un reavivamiento! ¡Dios nos llamó!
Antes de realizar el reavivamiento, les pedimos que organizaran grupos, con la mayor cantidad de personas posibles, para orar, recibir capacitación y convertirse en líderes de grupos pequeños. Ellos estuvieron de acuerdo. Finalmente, llegó la primera noche de reavivamiento. Ingresé en la espaciosa iglesia, donde esperaba encontrar a treinta o cuarenta compañeros de oración.
Orando con ellos
Una persona, con mucha energía, estaba preparando todo para la reunión. Finalmente, ocho o nueve personas aparecieron. Muchos llegaron tarde y explicaron que no era la mejor noche para una reunión. Oramos con ellos, los instruimos y nos fuimos de la iglesia, sintiéndonos muy preocupados.
Dios nos impresionó para visitarlos nuevamente, así que fuimos, oramos y brindamos una capacitación. La iglesia se comprometió a invitar más personas. La noche señalada, llegamos con mucha esperanza y expectativa. Se habían hecho anuncios desde el frente, durante el servicio de adoración. Sin embargo, ¡la concurrencia fue menor que la primera vez! Pero nos arrodillamos, oramos y reclamamos las promesas de Dios. Uno de los líderes advirtió:
–Llevamos años sin poder reunirnos en la iglesia durante más de uno o dos días seguidos. Pasado este fin de semana, tendrás suerte si tres o cuatro personas asisten al reavivamiento.
«Y un niño los pastoreará»
Un niño pequeño, al que llamaré Dex, estaba sentado al lado de su madre en nuestro círculo de oración. Agitó su mano en el aire para saludarme y llamar mi atención.
–¿Puedo ser un pequeño líder de grupo? –preguntó.
Dex era joven, muy joven, pero tenía más pasión por el reavivamiento que todos los adultos juntos.
–¡Claro que puedes! –le aseguré–. Colabora con tu mamá. ¡Ustedes pueden trabajar juntos!
Su sonrisa era más grande que la luna. Los ojos de su madre estaban brillantes y relucientes por las lágrimas. Dios susurró en mi corazón: «…y un niño los pastoreará» (Isa. 11: 6).
¡Por fin llegó la noche del reavivamiento! Dex y su mamá se sentaron adelante, junto a otras personas, formando un círculo con las sillas. Mientras yo predicaba sobre el reavivamiento, ellos dirigían a su pequeño grupo en la lectura de la Palabra y en la oración. El Espíritu Santo estaba presente.
–¡Mañana por la noche vendrán menos personas! –prometió un asistente, con un suspiro, mientras salía.
Orando por cada miembro de iglesia
Cada día, algunos de nosotros nos dedicábamos a orar por cada miembro de esa iglesia, ya fuera que asistieran regularmente o no. Le pedimos a Dios que tocara el corazón de cada persona con el amor y el poder del Espíritu Santo, y que hiciera lo que solo él podía hacer.
La noche siguiente, tuvimos más concurrencia. Personas que normalmente mantenían distancia se acercaron, con cautela, y se sentaron formando pequeños grupos. Dado que provenían de diferentes culturas y nacionalidades, y estaban acostumbrados a sentarse solo con miembros de su mismo grupo, las conversaciones eran superficiales y poco fluidas. Pero ellos vinieron… y Dios obró.
–Mañana comienza la semana laboral, así que supongo que seremos tres o cuatro –predijeron unos líderes leales, con desánimo.
Pero, los creyentes continuaron orando para que el Espíritu Santo llamara a su pueblo durante la semana laboral. Las personas concurrían todas las noches, no dos o tres, sino muchas. Jóvenes y viejos. Personas con su ropa de trabajo. Personas que no asistían a la iglesia desde hacía mucho tiempo.
El Espíritu Santo tocaba corazones
A medida que el Espíritu Santo tocaba corazones, las personas comenzaban a circular por el salón, hablaban con quienes nunca antes habían hablado y se sentaban a comer juntos antes de las reuniones. Personas que estaban enojadas unas con otras se sinceraron y se pidieron perdón. Personas de corazón duro recibieron el amor de Dios, algunos por primera vez.
Cayó fuego del Cielo. No era el fuego que consume las piedras, sino el fuego de Dios, que ilumina la oscuridad, da calor, combate el frío, y reúne a los que estaban dispersos para formar la familia de Dios una vez más.
¡Pide fuego!
Pídele a Dios, diariamente, que el Espíritu Santo transforme completamente tu vida y la de tus conocidos.
Medita
«La mayor y más urgente de todas nuestras necesidades es la de un reavivamiento de la verdadera piedad en nuestro medio. Procurarlo debiera ser nuestra primera obra. Debe haber esfuerzos fervientes para obtener las bendiciones del Señor, no porque Dios no esté dispuesto a conferirnos sus bendiciones, sino porque no estamos preparados para recibirlas. Nuestro Padre celestial está más dispuesto a dar su Espíritu Santo a los que se lo piden que los padres terrenales a dar buenas dádivas a sus hijos» (Mensajes selectos, t. 1, p. 141).
En la práctica
- Para Dios no hay nada imposible. Piensa quién necesita escuchar esto hoy, y recuérdaselo.
- Piensa en tres personas que necesiten más del Espíritu Santo en su vida, y ora por ellas de manera especial.
Participa en las reuniones por Zoom
Cada miércoles de estos 40 días, tendremos un encuentro por Zoom (6:30 AM).
Tema: Vive como Elías – 40 Días de Oración 2025
Cada semana, el miércoles.
Únete a la reunión de Zoom:
https://us02web.zoom.us/j/87603273658?pwd=WqRTlihGm778cuKW8GbCvOqGVYzk5J.1
ID de reunión: 876 0327 3658
Código de acceso: 223988