Skip to main content

«Tú eres el Dios que hace maravillas; hiciste notorio en los pueblos tu poder» (Salmo 77: 14).

Tras renunciar al ministerio remunerado, Abril y yo pusimos a prueba nuestra fe. Así, le dijimos a Dios: «¡Envíanos a donde quieras que vayamos!» Su respuesta nos sorprendió: «Lacombe, Alberta, ¡Canadá!»

Enviamos toda nuestra documentación al gobierno de Canadá, para trasladarnos al lugar donde Dios nos estaba llamando. Tras meses de espera para obtener los permisos adecuados para mudarnos, nos enfrentamos a un dilema. Nuestra hija, Jessica, necesitaba empezar la escuela en un par de semanas, pero nos dijeron que tendríamos que esperar cuatro o cinco meses para recibir los permisos.

Sin embargo, Dios dijo: «¡Tengo urgencia de que te mudes a Canadá! Necesito que realices un reavivamiento allí antes de que comience el año escolar». En oración, expresé por qué eso no me parecía posible en ese momento. Sin embargo, Dios nos desafió: «¡Vayan y pongan sus pies en el Jordán! ¡Caminen a la frontera por fe!».

Con amabilidad, nuestros amigos nos aconsejaron no dejar nuestra casa para viajar mil millas al norte y cruzar la frontera de Canadá, sin tener un permiso en mano.

–Si te dicen que obtener los permisos demorarán de cuatro a cinco meses más, entonces eso es lo que demorará –afirmaban.

Pero Dios dijo: «¡Vayan!».

Así que empacamos todo lo que pudimos en un camión de mudanzas y regalamos el resto. Yo conduje el camión y Abril condujo nuestra camioneta, detrás a mí. Jessica iba de un vehículo al otro para brindarnos compañía. Nos dirigimos al norte por fe, seguros de que Dios obraría un milagro antes de llegar a la frontera que divide los Estados Unidos y Canadá. Nos animamos unos a otros:

Aunque los funcionarios canadienses dijeron que los permisos pueden demorar entre cuatro o cinco meses, ¡Dios puede hacer cualquier cosa! Seguramente, enviará nuestros permisos en los próximos días. ¡Antes de que lleguemos a la frontera!

Así que viajamos a través de grandes bosques, tierras baldías y largos caminos donde no vimos a nadie. Cada día, revisábamos nuestro correo electrónico con entusiasmo, para ver si Dios había hecho un milagro. De momento, no había nada.

¡Por fin llegó el gran día! Nos encontrábamos a una milla de la frontera. Allí nos detuvimos y revisamos nuestro correo electrónico con gran esperanza y expectativa por un milagro. ¿Adivina qué? ¡No había nada!

–¿Qué hacemos ahora, Señor? –preguntamos en oración.

–Pongan los pies en el Jordán. Vayan y crucen la frontera –nos impresionó Dios al corazón.

Continuamos nuestro viaje hasta la frontera, sintiéndonos unos tontos. Estacioné y entré en la oficina, limpia y fresca. El oficial de aduanas revisó nuestra documentación.

–Ustedes no tiene permiso del gobierno de Canadá para mudarse al país. ¿Dónde está su permiso? –preguntó, con preocupación,

–Todavía no tenemos el permiso. Nos dijeron que demoraría entre cuatro y cinco meses –contesté, con valentía.

–¡Acompáñenme! –dijo el oficial de control fronterizo.

Lo seguimos hasta el camión

–¿Desde dónde han venido? ¡Espero que todavía tengan un hogar al que pueden volver! Me es imposible hacer nada para ayudarlos a mudarse a Canadá si no tienen los permisos.

Sacudió la cabeza y se alejó. ¡Y eso fue todo! Nos miramos unos a otros sin comprender qué estaba sucediendo. Suponíamos que el resultado sería diferente. Suponíamos que, al poner nuestros pies en el Jordán, Dios dividiría las aguas. Oré en silencio: «¡Dios, ayúdanos! Ayúdanos a cruzar esta frontera. ¡Estamos aquí por la fe en tu mandato!» En ese mismo instante, el oficial se dio la vuelta y regresó, como si hubiera escuchado mi silenciosa oración al Cielo.

–¿Qué esperabas que hiciera hoy por tu familia? –preguntó con incredulidad.

–No sé si crees en Dios o no, pero Dios nos ha llamado como familia a mudarnos a Canadá para ayudar a otras familias a orientar a sus hijos para que sean discípulos de Jesús.

El oficial se dio la vuelta y regresó, como si hubiera escuchado mi silenciosa oración al Cielo.

El oficial nos miró fijo, con el rostro impasible.

–¡Sígueme! –ordenó.

Durante una hora, este oficial, que había afirmado que era imposible cruzar la frontera, trabajó para encontrar una solución. Luego de dos horas, buscó a otro oficial y luego a otro, para pedirles ayuda. Así, tres agentes fronterizos trabajaron incansablemente para encontrar la manera de que ingresáramos a Canadá, después de decir que era completamente imposible en nuestra situación. Tras cinco horas de espera, el oficial llamó desde su escritorio:

–¡Familia MacLafferty!

Nos acercamos al escritorio. Escuchamos un sonido seco mientras sellaba rápidamente cada pasaporte.

–¡Bienvenidos a Canadá!

¡No podíamos creerlo! ¡Cuánta felicidad!

–Oficial, no sé si usted es creyente, pero ¿le molestaría si le doy las gracias a Dios aquí por haberlo utilizado para efectuar este milagro? –pregunté, con una gran sonrisa.

Él miró cautelosamente a la izquierda, luego a la derecha y dijo, en voz baja:

–¡Sígueme!

Nos acompañó hasta nuestra camioneta y se volvió hacia nosotros. Yo lo miré a los ojos y dije:

–¡Dios acaba de hacer un poderoso milagro a través de usted hoy!

Su expresión era extraña. Con palabras entrecortadas, expresó:

–Usted no lo sabe, pero yo solía creer en Dios. Sin embargo, en el último tiempo, me sentí desanimado con Dios y la iglesia, y renuncié a ambos. Hoy elijo creer en Dios otra vez. Iré a casa al finalizar mi turno y le contaré a mi esposa lo que Dios hizo hoy, pese a que era imposible. Volveremos a creer en Dios y haremos de nuestro hogar un lugar para adorarlo.

Admirados ante este Dios vivo, todos inclinamos la cabeza para orar. Nos despedimos del oficial y conduje hacia Canadá con menos de U$100 para gastar. No teníamos hogar ni trabajo, pero Dios nos estaba llamando y confiábamos en su cuidado.

Confía en Dios mientras aceptas su llamado.

Medita

«Jesús no nos llama a seguirle para después abandonarnos. Si entregamos nuestra vida a su servicio, nunca podremos hallarnos en una posición para la cual Dios no haya hecho provisión» (La oración, p. 98).

En la práctica

  1. Recuerda algún milagro que Dios hizo en tu vida, que te marcó de un modo especial. ¿Con quién puedes compartirlo esta semana?
  2. ¿Qué milagro necesitas que Dios obre en tu vida hoy? Dedica tiempo a orar y a esperar en su presencia.

Participa en las reuniones por Zoom

Cada miércoles de estos 40 días, tendremos un encuentro por Zoom (6:30 AM).

Tema: Vive como Elías – 40 Días de Oración 2025
Cada semana, el miércoles.
Únete a la reunión de Zoom:
https://us02web.zoom.us/j/87603273658?pwd=WqRTlihGm778cuKW8GbCvOqGVYzk5J.1

ID de reunión: 876 0327 3658
Código de acceso: 223988

Leave a Reply