Si deseas tener una relación profunda con Dios, necesitas pasar más tiempo de calidad con Él. ¿No lo tienes? El Señor te ayudará a encontrarlo.
«Jehová el Señor me dio lengua de sabios, para saber hablar palabras al cansado; despertará mañana tras mañana, despertará mi oído para que escuche como los sabios» (Isa. 50: 4).
En 2012, observé el bullicio de las primeras horas de la mañana desde la azotea del hotel donde se realizaba una convención en la que era orador. Estaba en Yakarta, Indonesia. Desde la mezquita cercana, la llamada del Imán a la adoración se extendía por todo el vecindario. Escuché y esperé a aquellos a quienes había invitado a acompañarme.
Algún tiempo después, varias decenas de delegados, de varios países, se reunieron conmigo para orar. Yo leí las Escrituras y, luego, todos nos dispersamos por la azotea para orar. Incliné la cabeza, cerré los ojos y comencé a orar cómodamente al Dios que conocía.
Después de unos minutos, el sonido de un llanto silencioso me sobresaltó. Abrí los ojos y vi a un grupo de creyentes, provenientes de un país lejano y con poca libertad religiosa, orando. Nunca olvidaré lo que presencié en aquella ocasión.
A solas con Dios
Allí, arrodillada sobre la grava del techo, con las Escrituras descansando sobre una repisa a su lado, había una mujer cuyas manos se extendían al cielo, en profunda oración. Mientras lloraba, parecía estar pidiendo algo a Dios. Había gran intensidad e intimidad en su oración. No tenía ninguna duda de que ella sabía que se estaba comunicando directamente con el mismo Dios… y que Él la estaba escuchando.
Pensé en cómo yo solía pronunciar oraciones informales y cómodas. Me di cuenta de que la mujer creyente que acababa de contemplar en oración tenía una relación con Dios mucho más profunda de lo que yo jamás había experimentado. «¿Cómo puedo tener el tipo de relación que ella tiene con Dios?», me pregunté.
Aquella noche, en mi habitación del hotel, le pregunté a Dios cómo podía desarrollar una relación más profunda con Él. ¡Tenía sed de mucho más! Pero no tenía una idea clara de por dónde empezar.
Mientras oraba, Dios me impresionó para que leyera Isaías 50: 4: «Jehová el Señor me dio lengua de sabios, para saber hablar palabras al cansado; despertará mañana tras mañana, despertará mi oído, para que escuche como los sabios».
Dios me despertaría cada mañana
Dios me mostró que Él me despertaría cada mañana, si yo lo invitaba a hacerlo cada noche. Pero yo era escéptico. ¿Dios realmente me despertaría para que pasara tiempo con él? ¿Qué pasaba si me quedaba dormido y perdía mi cita para hablar con Él por la mañana? Mi mente estaba plagada de dudas e incertidumbres.
Leí Isaías 50: 4 una y otra vez. Creía que este pasaje era la Palabra de Dios. Creía que Dios puede volver a hacer hoy lo que hizo en el pasado. Entonces, ¿por qué me fue tan difícil renunciar al despertador y confiar en que Dios me despertaría?
Me di cuenta de que decir que creo en la Palabra de Dios y actuar en consecuencia son dos cosas muy diferentes. La Escritura dice: «Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan» (Santiago 2: 19). Cuando digo que creo en Dios, pero no actúo según su Palabra, mi creencia no es diferente a la de un demonio. ¡Muy aleccionador!
Me acerqué a la mesita de noche y apagué la alarma de mi reloj. Con las luces apagadas y acostado boca arriba, me pregunté si Dios haría por mí lo que su Palabra afirmaba que podía hacer. Elegí creer… y me quedé dormido.
Unas horas más tarde, me desperté.
Tiempo con Dios
«¿Por qué he despertado?», me pregunté aún adormecido. Miré el reloj y me lamenté. Apenas era pasada la medianoche. Entonces lo recordé. Le había pedido a Dios que me despertara tan temprano o tan tarde como Él quisiera, para pasar más tiempo con él, con su Palabra y en oración. Salí de la cama y me arrodillé en oración. Me sentí un poco incómodo orando fuera de mi horario normal de culto. Comprendí que no estaba a cargo de ese tiempo, así que no estaba seguro de lo que debía decirle a Dios. Oré por unos minutos y, luego, regresé de nuevo a la cama para dormir.
Muy temprano en la mañana, me desperté de un sueño profundo. Atontado, miré el reloj. Faltaba mucho para mi horario habitual de levantarme. Me estaba preparando para dormir un poco más, cuando Dios susurró a mi corazón: «¿No me pediste que te despertara?»
Oré para que Dios enviara el Espíritu Santo para enseñarme mientras leía las Escrituras. Leí, y leí, y leí. De vez en cuando miraba el reloj, porque estaba acostumbrado a estar siempre apurado en mi tiempo a solas con Dios. Mientras oraba en base a la lectura de la Biblia, esperaba en Dios para entender lo que el Espíritu Santo diría a mi mente y mi corazón acerca de la misma.
Dios tiene mucho que decirte, si quieres escucharle
¡Hice un descubrimiento impactante! Descubrí que cuando tenía tiempo, sin prisas, a solas con Dios, con su Palabra, y en oración, ¡Dios tenía mucho más para decir de lo que yo pensaba! Así, comenzó la aventura de pedir a Dios, cada noche, que se encargara de despertarme, conforme al tiempo que él quisiera pasar enseñándome.
Ha pasado casi una década desde que comencé a pedirle a Dios que me despierte cada mañana. Mañana tras mañana me ha despertado, ya sea que estuviera en Camboya, Brasil, Canadá o en cualquier otro lugar. ¡Me asombra que me despierte para pasar tiempo, sin prisa, con Él, en su Palabra y en oración, sin importar si tengo cuatro, diez o incluso dieciséis horas de diferencia respecto de mi zona horaria normal!
Dios me ha despertado cada mañana, sin despertador, desde hace más de ocho años. En esos momentos, Dios me llama a su presencia, para estar en su Palabra, y experimentar las maravillas de su majestad, poder y amor insondable. La primera acción del día debe ser experimentar la impresionante presencia de Dios. Solo así no nos sentiremos intimidados por nada ni por nadie más.
Que cada mañana, lo primero sea conocer a Dios.
Medita
«Al abrir vuestros ojos por la mañana, dad gracias a Dios por haberos guardado en la noche. Dadle gracias por la paz con que llena vuestro corazón» (Dios nos cuida, p. 52).
En la práctica
- ¿Dedicas suficiente tiempo cada día para aprender de Dios?
- ¿Aceptas el desafío a pedirle a Dios que te despierta mañana a la hora que él considere para pasar tiempo con él en adoración?
Participa en las reuniones por Zoom
Cada miércoles de estos 40 días, tendremos un encuentro por Zoom (6:30 AM).
Tema: Vive como Elías – 40 Días de Oración 2025
Cada semana, el miércoles.
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