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puentesCómo la libertad religiosa favorece la misión de la Iglesia en nuestro tiempo.

Hace poco volví de un viaje a los márgenes del río Tapajós, al oeste de Pará, Brasil, luego de visitar ciudades como Santarém y Altamira. Son lugares donde la Iglesia Adventista del Séptimo Día late con fuerza misionera, entre barcos, calles de tierra y personas que creen que vale la pena vivir con propósito. Fui hasta allá para participar de seminarios sobre libertad religiosa, pero lo que más me impresionó fue escuchar. Y lo que viví no fueron solo historias. Fueron testimonios de lo que significa creer cuando el mundo, a veces, intenta imponer el silencio.

Vi un muchacho de 16 años diciendo que intentó explicarles a sus compañeros de escuela, con nerviosismo y lucidez, por qué no hacía pruebas y tareas los sábados. Escuché a una mujer decir que perdió su trabajo porque se rehusó a participar de un cronograma de trabajo en su día sagrado. Vi ojos que brillaron al descubrir leyes que protegen el derecho a creer y a no hacerlo. Pero, sobre todo, vi una Iglesia que solo puede existir porque la libertad aún respira, aunque lo haga con dificultad.

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Fue allí, en un banco de madera improvisado, cuando me di cuenta de que la libertad religiosa es supervivencia. Es misión. En especial para una Iglesia que se atreve anunciar un evangelio eterno en un mundo que cambia con cada notificación de las redes sociales.

La libertad religiosa pavimenta el camino que lleva la misión a varios escenarios. La Iglesia Adventista del Séptimo Día reconoce eso. En la segunda edición del Manual práctico para directores de Libertad Religiosa leemos: «Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos (Romanos 13:11).

La libertad religiosa asegura que se cumpla la misión de la predicación del evangelio. «La misión no avanza donde no hay libertad religiosa». La urgencia de la misión encuentra un aliado en el derecho a la libertad religiosa.

La libertad no nos encontró: fuimos a buscarla

La Iglesia Adventista nació en 1863, en los Estados Unidos, en medio de un huracán social: guerra civil, abolicionismo, despertares religiosos. Nuestros pioneros, José Bates, Elena White, John Byington, no eran solo predicadores. Eran militantes por la libertad. Byington, primer presidente de la Asociación General (sede mundial) de la Iglesia Adventista, fue abolicionista activo y ayudó esclavos a huir a través de Underground Railroad, una red de rutas secretas y casas seguras que liberó muchos esclavos. Bates también fue abolicionista.

Elena White, con su pluma profética, escribió palabras que hoy resuenan como la responsabilidad de la libertad religiosa en estos últimos tiempos: «El Señor todavía actúa en corazones de reyes y gobernantes para que favorezcan a su pueblo, y conviene que los que están tan profundamente interesados en el asunto de la libertad religiosa no rechacen ningún favor, o dejen de aceptar la ayuda que Dios ha inducido a los hombres a dar, para el progreso de la causa» (Elena de White, Consejos sobre la mayordomía cristiana, página 191).

Y no era solo retórica. Los pioneros sabían que un mensaje que se propone universal solo puede transmitirse donde hay libertad de conciencia. Por eso, en 1889, los adventistas fundaron National Religious Liberty Association con la siguiente declaración : «Creemos que es lo correcto y es el deber de todo hombre adorar de acuerdo con los dictámenes de su conciencia». Y eso, como vimos, no era simplemente un lema. Era una estrategia misionera.

Sin libertad, la misión no avanza; tropieza

Es bonito decir que la misión es global, que estamos en 212 países, que tenemos escuelas, hospitales, editoras, universidades; pero, nada de eso existiría si no hubiera libertad religiosa en los bastidores. Ninguna señal de radio, ningún programa de TV, ninguna lección de Escuela Sabática atravesaría fronteras si los gobiernos cerraran los oídos y las puertas. Y la verdad es que eso es lo que está ocurriendo ahora.

Según Pew Research Center, el número de países que acosan grupos religiosos aumentó considerablemente. En 2022, el acoso a grupos religiosos por parte de gobiernos o actores sociales tuvo lugar en 192 de los 198 países y territorios investigados por el estudio. Los gobiernos acosaron personas por sus creencias y prácticas religiosas en 186 países. Los grupos sociales o individuos privados acosaron personas por su religión en 164 países, el mismo número que en 2021.

Violencia y defensa

La violencia también se destacó: física, verbal, patrimonial. Según las fuentes de Pew Research Center, hubo daños a la propiedad privada en 120 países (61%). En 93 países (47%) se denunciaron detenciones y, en 89 países (45%), agresiones físicas. Los traslados, debido a las tensiones o la violencia religiosa, se informaron en 49 países (25%).

Uno puede decir: «Pero la Iglesia continúa». Sí, continúa. ¿Pero a qué costo? La misión no puede ser una carrera de obstáculos permanente. Necesita espacio, seguridad, dignidad y eso solo ocurre con la libertad.

Defender la libertad religiosa es más que protegerse a uno mismo; también es proteger al otro.
Ese es el punto de muchos cristianos. Creen que la libertad solo sirve para garantizar que se respete el sábado, que la predicación continúe, que nuestros colegios funcionen. Pero, la libertad religiosa, cuando es comprendida a la luz del evangelio, no es un escudo o un privilegio. Es un puente.

Cuando defendemos el derecho de alguien a creer diferente, estamos viviendo la esencia del propio Cristo, que llamó, pero nunca forzó; que llamaba a la puerta, pero nunca la tiraba abajo; que dejaba al joven rico irse sin negociar principios. La libertad es la pedagogía de Dios.

Si queremos ser fieles a la misión, tenemos que ser intencionales en la defensa de la libertad. Eso significa actuar en tres direcciones:

1. Diálogo público

Debemos definir claramente el papel de la Iglesia en el área de asuntos públicos. Dialogar con las autoridades civiles, abogados, periodistas, profesores, formadores de opinión, líderes religiosos. Debemos explicar quiénes somos, por qué guardamos el sábado, por qué respetamos todas las creencias. No como quien exige, sino como quien propone. El diálogo debe ser un principio en la defensa de la libertad religiosa.

2. Defensa institucional

Es hora de crear comisiones de libertad religiosa en las iglesias locales. Fortalecer los foros regionales de libertad religiosa. Movilizar abogados, líderes, ancianos y directores de Libertad Religiosa de las iglesias, para conocer y apoyar leyes y proyectos de ley que aseguren el derecho a la libertad religiosa, para asegurar la adaptación razonable del horario de trabajo que permita prestación alternativa al empleado o servidor público, en virtud de objeción de consciencia, cuando su día religioso de observancia coincida con los días o los turnos del ejercicio de actividades laborales.

Debemos ayudar a la iglesia a entender la relevancia de estas iniciativas para los propósitos misioneros. Se debe enseñar a los miembros sobre sus derechos. Hay que formar personas preparadas para el debate público. La misión sin estructura es retórica.

3. Testimonio respetuoso

La verdad nunca fue arrogante. Siempre se revistió de humildad y mansedumbre, aunque esté llena de convicción de la necesidad de compartirla. Con eso, la relación de los líderes adventistas con líderes de otras confesiones religiosas debe ser una realidad.

Elena White aconsejó: «Nuestros ministros deben procurar acercarse a los ministros de otras denominaciones. Oren por estos hombres y con ellos, pues Cristo intercede por ellos. Tienen una solemne responsabilidad. Como mensajeros de Cristo, debemos manifestar profundo y ferviente interés en estos pastores del rebaño» (Elena de White, El evangelismo, página 409). Eso es revolución: vivir lo que se cree sin atacar a quien cree diferente.

Sin libertad, la profecía se cumple apresuradamente

Elena de White aconseja aprovechar los tiempos de libertad y considera que habrá un tiempo de tanta división y polarización que la misión se realizará en un contexto opresivamente adverso. Ella escribió: «La obra que la iglesia no ha hecho en tiempo de paz y prosperidad, tendrá que hacerla durante una terrible crisis, en las circunstancias más desalentadoras y prohibitivas. Las amonestaciones que la conformidad al mundo ha hecho callar o retener, deberán darse bajo la más fiera oposición de los enemigos de la fe.

»Y en ese tiempo la clase superficial y conservadora, cuya influencia impidió constantemente los progresos de la obra, renunciará a la fe y se colocará con sus enemigos declarados, hacia los cuales sus simpatías han estado tendiendo durante mucho tiempo. Esos apóstatas manifestarán entonces la más acerba enemistad y harán cuanto puedan para oprimir y vilipendiar a sus antiguos hermanos, y para excitar la indignación contra ellos. Ese día está por sobrecogernos»
(Elena de White, Testimonios para la Iglesia, tomo 5, página 438).

Es un hecho que la ventana se está estrechando. La libertad que hoy usamos con moderación mañana puede ser arrancada de nuestras manos. Y, cuando eso ocurra, solo quedará el testimonio de quien vivió con integridad y no con miedo.

Vivimos en tiempos de principio de dolores, como dice Mateo 24. Pero el dolor no debe paralizar a la iglesia, sino despertarla. Si queremos alcanzar al mundo, debemos garantizar que aún exista el mundo donde el mensaje pueda escucharse.

Y eso comienza con la libertad

Libertad para hablar, para creer, para no estar de acuerdo, para permanecer, para ir, para volver.

Por eso, la libertad religiosa no puede ser periférica en nuestra misión. Es el suelo sobre el cual se levanta la fe; es el oxígeno que mantiene vivo el mensaje; es el espacio donde la profecía encuentra audiencia.

Y, si la libertad está amenazada, la misión también lo estará.

Autor: Heron Santana, director de Comunicación y Libertad Religiosa para la Unión del Este de Brasil.
Imagen: Shutterstock

Publicación original: Construyendo puentes en una era de muros

One Comment

  • Hola Santana. Te platico la siguiente anécdota: Tengo 35 años de ser adventista del séptimo día. De hecho, toda mi familia compuesta por mi madre, padre y tres hermanas, bajamos a las aguas del bautismo el mismo día. En aquel tiempo dejamos todo lo que perturbara nuestra observancia a la santidad del sábado. Y así ha sido hasta hoy con mis ahora, dos hijos y esposa, pues cuando me bauticé, apenas era un muchacho de 16 años de edad. El punto es este: Resulta que hoy, en varios territorios de nuestra iglesia (Todo México), los pastores de Asociaciones , Uniones y Misiones, celebran reuniones de capacitación, festejos de logros, seminarios, reuniones de matrimonios, reuniones de empresarios adventistas, etc., todas esas clases de reuniones las celebran o llevan a cabo en Hoteles 5 estrellas de tala turística internacional. Entonces vemos a administradores adventistas y a 1,000 o hasta 1,500 adventistas, empleando a todo el personal de un hotel, haciéndolos trabajar en el restaurante bufete (Cocineros, meseros, meseras), en la administración (contadores, secretarias, asistentes, etc.), recepción (recepcionistas, botones, etc.) y servicio de limpieza (camareros y camareras). Entonces, con la preocupación en mi conciencia, decidí externarla al pastor, del cual sólo recibí lo siguiente: “Hermano, sí, tiene usted razón, pero nosotros los pastores no podemos hacer nada. Son instrucciones de los jefes”. Con tristeza, pero procurando luchar por la libertad de conciencia y la libertad que debemos ofrecer a las personas que trabajan en sábado, decidí hablar con los administradores de una Misión, donde recibí lo siguiente: “Hermano, comprendemos su preocupación, pero son los negocios de Dios y de su Iglesia. Y no tiene nada de malo”. Pasé varios días luchando con esa confusión algo “babilonizada”… y decidí…. Sí decidí empezar a predicar alertando a la iglesia de que esas actividades traerían muerte a muchos por transgredir abiertamente el sábado y hacer que gente del mundo lo haga. Un pastor me dijo: No hagas ese tipo de predicaciones…”; a lo que le dije: “¿Qué fuerzas espirituales tendría usted de hablarle a un mesero y un cocinero que están trabajando para usted durante el sábado del Señor, sobre la libertad que Dios nos ofrece no sólo durante el sábado sino durante toda la vida y en la futura eternidad?”. El pastor no supo que responder. Seguí predicando en muchas iglesias sobre el sábado del Señor y sobre el error de hacer trabajar a otros. Expuse que la Conferencia General tiene colocado en la web en los “lineamientos” sobre el sábado, que no se deben contratar servicios de restaurant y camaradería. Pero aun así, algunos pastores empezaron a prohibirme predicar en sus iglesias. Hace apenas 5 días recibí el mensaje de whatsapp de una encargada de iglesia diciéndome que su pastor hizo una junta donde les prohibió que me invitaran a predicar. Le preguntaron razones y motivos, pero no los dio, únicamente dijo que soy una persona con ideas raras contrarias a la iglesia.
    He sentido que la libertad religiosa que se predica o se impulsa es una ilusión y una farsa, o es algo así como dice el dicho: “Eres candil en la calle y oscuridad en tú casa”. La libertad religiosa que ustedes predican es más para llevarse bien entre la diversidad religiosa pero no dentro de la iglesia. He experimentado a lo largo de muchos años que la libertad religiosa dentro de nuestra iglesia es meramente un dicho y hasta una ilusión, pues desde el momento en el que contradigas a un administrador o pastor, se desata una especie de infierno o persecución contra ti.
    Conclusión: Di un ejemplo sustentable que rompe un mandamiento directamente y se lleva de cola a otros más. NO estoy mintiendo. Hagan una investigación sobre ese tipo de casos en TODO México y en otras partes del Mundo. De hecho, la División Interamericana trajo a los pastores de toda la región a festejarlos en un hotel todo incluido en México gastando millones de dólares y haciendo trabajar a multitudes de personas durante el sábado (Hay fotos, vídeos, y testimonios). Esto no es un asunto expuesto por un disidente, más bien, es expuesto por un feligrés que hace 35 años aprendió a renunciar a las clases en sábado por respetar la ordenanza del Señor, y es un feligrés que ahora, con una experiencia académica en abogacía, psicología clínica, arquitectura y con más de 33 años como empleado del gobierno, se ha dado cuenta que la iglesia necesita enderezar cierto rumbo y quitarse MÁSCARAS.

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