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el último papaRecuerdo cuando falleció el papa Juan Pablo II (Karol Wojtyła) en 2005. Una hermana de iglesia se apresuró a afirmar en redes sociales que el siguiente papa sería el último, basándose en razones que, al parecer, interpretó o inventó. Años después, la misma persona aseguró que Benedicto XVI (Joseph Ratzinger) sí sería el último antes «del fin», debido a su vinculación con la curia de la Doctrina de la Fe (antigua Inquisición). Perdí la pista de esta hermana desde la elección del papa Francisco (Jorge Mario Bergoglio —recién fallecido al escribir estas líneas—); quizá se cansó de ver fumatas blancas y abandonó sus augurios.

¿Indiferente u obsesivo?

Cuando hablamos de profecías y señales del fin del mundo, existen diversas actitudes, que van desde la indiferencia total («¡Paso de todo!») hasta la obsesión desmedida («¡El papa ha estornudado!»). No sé dónde te encuentras tú, querido lector, pero ambos extremos generan desequilibrio. Desde mi experiencia, la obsesión de unos pocos suele provocar indiferencia en muchos, y la indiferencia de muchos, a su vez, fomenta la obsesión en otros.

Hay una gran diferencia entre hablar sobre lo que la Biblia realmente dice acerca del fin de los tiempos e ir más allá, adentrándose en terrenos donde la Escritura guarda silencio.
Algunos ven en absolutamente todo lo que acontece una señal del tiempo del fin. Esta visión es enfermiza, contagiosa y, además, no es bíblica; consideran insuficiente la información que la Biblia proporciona y buscan sobrepasar el «Escrito está», obsesionándose con detalles sobre cómo, cuándo y quiénes —con nombre y apellidos— protagonizarán los eventos finales. Estos debates carecen de propósito y, como advierte el apóstol Pablo, «solo conducen a especulaciones sin sentido alguno, que no ayudan a que la gente lleve una vida de fe en Dios» (1 Timoteo 1:4).

El propósito de la profecía

La propuesta de Jesús, así como la de los apóstoles y profetas bíblicos, es que permanezcamos despiertos y atentos (Mateo 24:42), pero con prudencia (Mateo 25:8), evitando los extremos: ni la falta de fe y estudio ni la obsesión sensacionalista que nos haga perder de vista a Jesús.

El propósito de la profecía bíblica no es la especulación, sino la confirmación de nuestra fe. Las señales no fueron dadas para generar ansiedad o temor, sino para fortalecer la fe de los discípulos (Juan 13:19; 14:29). De la misma manera, nos mantienen despiertos y nos ayudan a comprender que el fin del mal «está más cerca de nosotros que cuando creímos» (Romanos 13:11).

En alerta, desde la esperanza

Debemos vivir todos los eventos desde la esperanza, no desde el miedo (1 Juan 4:18; Juan 16:33).

La Iglesia, la familia de Dios, está llamada a proclamar que Jesús vive hoy, no a predecir qué día y qué hora se acabará el mundo (Mateo 24:36). La verdadera urgencia no está en conocer el tiempo (Hechos 1:7), sino en conocer a la Persona (Juan 17:3). El mensaje de la Iglesia no debe centrarse en el cuándo, sino en el Quién: Jesús.

Algunos viven en una tibieza cegadora, desatendiendo la revelación de lo que tiene que suceder (Mateo 24:33; Apocalipsis 1:3). Otros buscan señales y, en el proceso, pierden de vista a Jesús (Mateo 16:1-4). Ni indiferencia ni obsesión: «Manteneos despiertos», «estad preparados», «sed prudentes», nos recuerda el texto bíblico.

No podemos esperar a que se cumplan todas las señales para comenzar a prepararnos y creer. ¡El tiempo es hoy! (Hebreos 3:12-13; 4:7).

La confusión

Noticias falsas. Bulos. Cortinas de humo. Censura y control mediático. «Infoxicación». Deepfake. Fraudes. Engaño. Manipulación de masas. Ocultación selectiva. Desinformación. Posverdad…

Muchos términos actuales para describir lo mismo: confusión.

Este contexto de falsedad no se limita al ámbito religioso; afecta a todo y a todos. Los medios masivos, las plataformas digitales y las redes sociales —cada vez más redes y menos sociales— se llenan de paja, pero la Biblia nos recuerda: «¿Qué tiene que ver la paja con el trigo?, dice el Señor» (Jeremías 23:28).

La proliferación de la confusión no nos toma por sorpresa. La Biblia es extraordinaria y nos advierte que, en el tiempo final de este mundo, la mentira, el falso testimonio y el engaño se intensificarán, al igual que el número de engañados (Mateo 24:4-5, 11-12, 23-28; 2 Tesalonicenses 2:1-4; Apocalipsis 13).

Pero que no te extrañe: Satanás, nuestro Enemigo, es el padre de la mentira (Juan 8:44; Apocalipsis 12:9), y todo esto forma parte del guion y del atrezo de los últimos momentos de la historia de este mundo.

El verdadero riesgo no es que esto suceda —porque ya está ocurriendo—, sino que seamos arrastrados por esta corriente de falsedad. El peligro es que renunciemos a ser un movimiento de resistencia anclado en la Verdad, que es Jesús, desviando nuestra mirada del único que puede protegernos de las trampas del Enemigo.

¡Que viene el lobo!

El morbo del tiempo del fin ha sido explotado por hábiles (y falsos) profetas, quienes inducen a creencias alarmistas y polémicas vanas.

«Hay quienes siempre procuran entrar en controversias. Este es el resumen de su religión. Están llenos del deseo de presentar algo nuevo y extraño. Se ocupan de asuntos de mínima trascendencia y ejercitan en ellos sus talentos aguzados para la polémica. […] Los que permiten que su mente divague en la búsqueda de teorías baratas y sin importancia, necesitan ser convertidos» (Ellen G. White, Mensajes Selectos 1, capítulo 21).

Este escenario de confusión irá in crescendo hasta el día en que lleguen los segadores y Dios diga: «Recoged primero la mala hierba, y atadla en manojos para quemarla; después recoged el trigo y guardadlo en mi granero» (Mateo 13:30).

¿Recuerdas el cuento de Pedro y el lobo? Aquel pastorcillo alegre y bromista engañó varias veces a los campesinos de su pueblo con falsos gritos de «¡Auxilio, socorro, que viene el lobo!». Cuando el lobo vino de verdad, Pedro volvió a gritar, pero sus vecinos, cansados de sus mentiras, no le creyeron. Nadie acudió en su ayuda y el lobo acabó con su rebaño.

¿Es este cuentecillo un fiel reflejo de ciertos mensajes y mensajeros? «Los anuncios alarmantes son perjudiciales para el progreso de la obra» (Ellen G. White, El Evangelismo, 100.4). Tristemente, cada vez vemos más predicadores que utilizan la alarma en su propio beneficio, amparándose en la excusa de ser baluartes de la verdad y la luz.

Las falsas alarmas insensibilizan el oído atento de nuestras audiencias. Y cuando llegue el momento en que de verdad debamos alzar la voz, corremos el riesgo de que nadie nos escuche debido a la falsa obra de otros (Jeremías 23).

¿Conscientes de nuestros propios sesgos?

A esta realidad se suma un hecho psicológico: nos gusta creer y compartir noticias que encajan con nuestras ideas, aun cuando no sean ciertas. A esto se le llama «sesgo de confirmación», un fenómeno que nos lleva a seleccionar, favorecer y recordar con más facilidad la información que refuerza nuestras propias creencias (políticas, religiosas, emocionales…).

Recientemente, un compañero me reenvió un bulo (enlace aquí), compartido por otra hermana de iglesia. En él se afirmaba que «el papa está instando al presidente de EE. UU., Donald Trump, a que apruebe la ley dominical nacional este mes», acompañando la noticia con un llamado a la oración. Quizás lo más preocupante no fue el engaño en sí, sino la reacción de la hermana cuando el pastor le explicó que era una información falsa. En lugar de reconocer el error, ella le recriminó que «al menos estas noticias nos mantienen despiertos» y que, por lo tanto, debía compartirse igualmente.

¿Somos realmente conscientes de la existencia de estos sesgos? Si no cultivamos una actitud analítica y autocrítica, ¿podrían convertirse en un obstáculo para percibir la realidad de manera más objetiva? ¿Podrían incluso arrastrarnos a formar parte del engaño que creemos denunciar?

El problema de la confusión y los sesgos no es nuevo, pero se ha intensificado con la tecnología actual. El acceso masivo a contenido, la facilidad de edición y manipulación, la rapidez con la que se consume la información y la dificultad para contrastarla han convertido estos medios en un caldo de cultivo para los bulos. La tendencia actual es generar más información, pero verificarla menos, lo que reduce su calidad y profundidad. La inmediatez de los canales y el afán de los usuarios por compartir novedades sin comprobarlas alimentan aún más este problema. Nuestro espíritu protestante debería mantenerse también contra estas tendencias que nos alejan de los fundamentos bíblicos y nos adentran en la confusión de Babilonia.

Ataques personales

Otra de las características apremiantes de ciertos discursos religiosos es su visceralidad y denuncia personal. La profecía bíblica rara vez señala a personas concretas, sobre todo cuando se refiere a procesos de tiempo prolongados (como pueden ser las profecías de Daniel y Apocalipsis); más bien apunta a poderes e instituciones que abarcan siglos de historia hasta la Segunda Venida de Cristo.

Las siguientes citas de Ellen G. White apuntan claramente a esta realidad:

«No tengáis un espíritu de controversia. Los discursos denunciatorios hacen muy poco bien. El método más seguro para destruir las falsas doctrinas consiste en predicar la verdad. Mantened una actitud positiva» (El evangelismo, 224.2).

El periodismo amarillista se caracteriza por presentar noticias con titulares llamativos, escandalosos o exagerados, con el objetivo de captar la atención y aumentar las ventas. A menudo, apunta a figuras públicas concretas sin contar con pruebas sólidas o basándose en evidencias mínimas, y sin una investigación rigurosa. ¿Es posible que esta tendencia también se haya infiltrado en nuestros discursos religiosos?

«Todos los ataques incisivos volverán contra nosotros con doble fuerza cuando el poder esté en las manos de los que puedan ejercerlo para nuestro perjuicio. Me fue presentado repetidamente el mensaje de que no hemos de decir ni una sola palabra, no hemos de publicar una sola frase, especialmente referente a personalidades, que incite a nuestros enemigos contra nosotros y despierte sus pasiones hasta el grado máximo» (El evangelismo, 418.4).

«Hemos de ser cuidadosos de no embestir, abrumar y condenar […]Al presentar el mensaje, no hagáis ataques personales a otras iglesias […] No sigan nuestros pastores sus propios impulsos denunciando y exponiendo el “ministerio de iniquidad”. Muchos están engañados. Hablad la verdad en tonos y palabras de amor. Sea Cristo Jesús exaltado» (El evangelismo, 419.1-3).

«Nuestra obra no consiste en atacar a los individuos o las instituciones. […] Nuestra obra consiste en preparar un pueblo que subsista en el gran día de Dios. […] No debemos desviarnos y entrar en cosas que estimulen la controversia, ni despertar antagonismo en los que no son de nuestra fe.» (Consejos para la Iglesia, 576.1-3).

Desde la esperanza

Cuando el morbo reemplaza al equilibrio, cuando “el subidón del fin del mundo” sustituye a la predicación de la esperanza… entonces, lo que aparenta ser «éxito» en realidad es «el fracaso del evangelio». ¡Que Dios nos perdone!

Existe otra forma de hablar sobre la profecía bíblica. Hay otra manera de predicar sin embestir ni señalar. Sí, creo que hay otra forma de ser iglesia y compartir las buenas nuevas de que Cristo vuelve pronto.

Creo en una iglesia que sigue llamando a las cosas por su nombre, sin necesidad de recurrir a lo extravagante, a la mentira o a falsas conspiraciones. La verdad puede (y debe) ser dicha con tonos y palabras de amor.

Creo en una iglesia que sigue reconociendo su llamado profético, como movimiento de resistencia y parte del remanente bíblico (Apocalipsis 12:17), con la valentía de llamar al arrepentimiento y a la salvación, sin hacer uso de un megáfono acusador.

Creo en una iglesia que no usa el temor como medio de predicación sobre las señales del fin de los tiempos (1ª de Juan 4:17), sino que exalta la fe de Jesús, de Aquel que viene finalmente a nuestro encuentro.

Creo en una iglesia que permanece enraizada en el mensaje de Apocalipsis 14: la adoración al Dios Creador y la confianza de que Su juicio es justo y verdadero; que es brújula en medio de la confusión de Babilonia, sin participar en su tragedia; que abandona los sistemas religiosos y seculares fallidos para mantenerse fiel a Jesús, obedeciendo por amor a Sus mandamientos y recibiendo la salvación exclusivamente por gracia, sin que podamos añadir nada a la obra redentora de Cristo.

Si tú también estás harto del sensacionalismo y del discurso inflamado, cansado del estilo alarmista y dañino, frustrado por la polarización y el morbo… quiero que sepas que no estás solo. Hay otra iglesia a tu lado.

¡Vivamos nuestro llamado profético desde el estudio y la esperanza! ¡Sí, ven Señor Jesús!

Autor: Samuel Gil Soldevilla, director de Comunicaciones de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España, responsable de HopeMedia y La Voz de la Esperanza. Autor de la nueve serie de estudios bíblicos EL PLAN / DALE UNA VUELTA: https://elplandioscontigo.com/
Foto: ShutterStock.

 

 

15 Comments

  • Milagros Hernández dice:

    ¡Excelente! Estoy de acuerdo , hay mucha falsedad en las redes, y mucha ignorancia en nuestra gente. Gracias por esa voz de alrrta.

  • Rafael dice:

    Precisamente ayer, estaba escuchando en Hope media el programa «Falsos Profetas» de la serie Movimientos Finales. Creo que hay una obsesión enfermiza en crear falsas expectativas. En dias como los que vivimos, que son muy oscuros, vemos como se levantan falsos profetas, como el caso que se menciona en este artículo, que muchas veces hablan más, sin que éstas mismas personas lo sepan, por boca del demonio que por la boca de Dios. No es nuestro cometido saber si éste es el último PaPa, si es Papa, blanco, negro, azul o masón, sólo Dios lo sabe. Nuestro cometido es hablar de ello, porque hay que hablarlo, pero mostrando un mensaje de ESPERANZA. Si nuestro mensaje se centra en el catastrófico y nos alejamos del mensaje central y de esperanza que es Cristo y su salvación. Caemos en el fanatismo y alejamos a la gente de la iglesia.

    • Claudia dos Santos dice:

      Lo que ocurre en nuestro medio es que estamos más centrado en los acontecimientos que afectan nuestra vida terrenal que en la esperanza de la gloria de Dios.
      Los que realmente estudian las Escrituras se profundizan y toman mayor conocimiento porque serán iluminados por el Espíritu Santo sobre sus Verdades, no temerán, se nutrirán de la Palabra, se alegrarán, pue saben que los señales muestran de que cuál cerca está nuestro Dios de cumplir su promesa.
      Los que estudian de forma superficial las Escrituras, crean suposiciones sobre la Palabra de Dios y se ven tan seguros de sus ideas que la divulgan con ímpetu haciendo creer a muchos, pero lo que no saben es que están siendo marionetas en manos de satanás.
      Los que se limitan a escuchar, no encuentran la verdad presente, pues lo que oyen se pierden en el olvido y no están preparados para contrastar y diferenciar una mentira de la Verdad. Satanás es el padre de la mentira, sabe como hacer que una «verdad» se torne una «falsa verdad» manipulando pocas palabras, arrestando a muchos.
      Debemos hacer y ser como los bereanos en Hechos 17:11, se describe «recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando diariamente las Escrituras, para ver si estas cosas eran así». Y el Espíritu Santo iluminará nuestra mente sobre las Verdades,

    • Esther Azón dice:

      Así es, Rafael. Te enviamos saludos de parte del pastor Gil. Muchas gracias por tus comentarios. Nuestro mensaje es Cristo. Bendiciones. 🙏🤍

  • Rafael dice:

    Otra cosa, digo lo mismo de la fecha de la segunda venida: SOLO Dios la sabe. Apreciado Samuel, gracias por el artículo. El que escribe esta cansado de fanáticos y legalistas. Un abrazo Samuel. Me encanta la Iglesia Adventista.

  • Norma dice:

    Gran artículo!
    Gracias por recomendarme que las profecías son para estudiarlas y aumentar nuestra Confianza y Esperanzas, no para darnos ansiedad, ni miedo, ataque, ni falsas alarmas,
    Dios les bendiga grandemente

  • Lorena dice:

    Una pregunta que red social existía en el 2005? Tampoco me parece constructivo que se hable de una persona de nuestra congregación, aunque no se la nombre directamente, no es algo que sea relevante para nuestro crecimiento espiritual, y con esta publicación se le sigue dando importancia a lo que el mismo escritor critica

  • Verónica dice:

    Gracias por exponer este tema con tanta claridad. Pertenezco a la tercera generación de adventistas en mi familia. Lucho a diario con personas que van al «choque», que creen que están llamados a señalar a todos los que piensan distinto. Que confunden la palabra «amonestar» con «violentar». Dios bendiga a su Pueblo alrededor del mundo. Nos dé sabiduría para enfrentar estos desafíos.

  • Jorge Talbot dice:

    Jesus dijo: será predicado el Evangelio y entonces (y solo entonces) vendrá el fin. El Evangelio es Cristo (su vida) y Cristo crucificado (su muerte) ambas (su vida y su muerte) imputadas en nuestro favor. Todo lo demás son rudimentos doctrinales o temas triviales. Basta de artículos con temas superfluos, políticos, religiosos, anecdóticos y superficiales.

  • Amneris Milagros dice:

    Lo que nos corresponde es presentar la verdad en Cristo Jesús con amor, siempre basándonos en las Escrituras. Cristo vino para buscar y salvar lo que se había perdido, para restaurar a la raza humana a hijos e hijas de Dios, también nosotros somos llamados a llevar un mensaje de amor, esperanza y verdad en Él, el Único que nos puede salvar y hacernos aptos para formar parte de esa gran multitud que sirve al Cordero de día y de noche (Apoc. 7:9-15). Que podamos ser tenidos dignos de que nuestro amante Salvador nos diga: Mateo :25 21 “Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” – (leer el capítulo 25 de Mateo completo. Leed también Hechos 1:6-8). Recordemos que nuestra labor consiste en rescatar almas para que entreguen sus vidas al Único que les puede impartir salvación y vida eterna, Cristo Jesús. Si hoy morís, ya el Señor ha venido para vos.
    Gracias Samuel por este escrito.

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