El movimiento adventista sabatista se originó del movimiento millerita. Según L. E. Froom, de una lista de 38 ministros milleritas que colaboraron con Miller, solo 5 estaban en contra de la doctrina de la Trinidad; es decir, en una proporción de «7 a 1», los ministros milleritas eran trinitarios.
Causas del rechazo
Sin embargo, por las evidencias escritas, sabemos que los pioneros adventistas sabatistas, desde 1846 hasta 1886, tuvieron problemas para aceptar la doctrina de la Trinidad. ¿A qué se debió esto? Un conocimiento del trasfondo religioso de algunos de ellos, junto con varias de las ideas que tenían acerca de la Trinidad, nos puede ayudar a entender las causas de este rechazo. Mencionaré por lo menos tres:
1-Trasfondo religioso
Tanto José Bates como Jaime White (antes de unirse al adventismo) pertenecieron a la Iglesia de la Conexión Cristiana, una confesión antitrinitaria. Por lo tanto, cuando ellos se convirtieron en predicadores adventistas, seguían sosteniendo un punto de vista que creían correcto y que les era familiar.
2-Confusión en el concepto
Sus escritos revelan una confusión para distinguir entre la Trinidad y alguna clase de modalismo. Nota los siguientes ejemplos:
En 1868, Jaime White escribió en Life Incidents: «Jesús oró para que sus discípulos pudieran ser uno como él era uno con su Padre. Esta oración no contemplaba un discípulo con doce cabezas, sino doce discípulos, hechos uno en objeto y esfuerzo en la causa de su Maestro. Ninguno, el Padre y el Hijo, son partes del triuno Dios. Ellos son dos seres distintos, aunque uno en el diseño y el cumplimiento de la Redención».
Por su parte, José Bates registró lo siguiente en su autobiografía (en 1868): «Respecto de la Trinidad, yo concluyo que es imposible para mí el creer que el Señor Jesucristo, el Hijo del Padre, fue también el todopoderoso Dios, el Padre, uno y el mismo ser. Le dije a mi padre: Si puedes convencerme de que nosotros somos uno en ese sentido, que tú eres mi padre y yo tu hijo, y también que yo soy mi padre, y tu mi hijo, entonces yo podré creer en la Trinidad».
A su vez, en la Review and Herald del 6 de julio de 1869, R. F. Cottrell escribió: «Que una persona son tres personas, y que tres personas son solo una persona, esta es la doctrina de la cual decimos como contraria a la razón y el sentido común».
3-Temor al triteísmo
Ellos consideraban que aceptar la existencia de tres personas en donde cada una es Dios equivalía a tener tres dioses. En la Advent Review and Sabbath Herald del 5 de noviembre de 1861, el Pr. J. N. Loughborough escribió: «Si Padre, Hijo y Espíritu Santo son cada uno Dios, habría tres dioses».
Obviamente, estas personas estaban confundidas al interpretar la Trinidad como modalismo. La Trinidad no enseña que existen «tres dioses», tampoco que el Padre es el Hijo, o que hay «tres personas en una persona», ni niega que el Padre y el Hijo sean «dos distintos seres». Obviamente, la malinterpretación de estos puntos indicaba que estos primeros adventistas necesitaban mayor estudio y crecimiento bíblico en esta área.
Por otro lado, es importante decir que, aunque las declaraciones iniciales de Jaime White fueron fuertes contra la Trinidad, el paso del tiempo lo llevó a escribir declaraciones más cercanas al concepto trinitario. Por ejemplo, en 1876 escribió en la Review and Herald que «los adventistas del séptimo día mantienen la divinidad de Cristo tan semejantemente a los trinitarianos que no tenemos acusación aquí». Un año más tarde, en 1877, afirmó que «la inexplicable Trinidad que hace a la Deidad tres en uno y uno en tres es muy mala; pero el ultraunitarismo que hace a Cristo inferior al Padre es peor. ¿Pudo Dios haber dicho a un inferior: «Hagamos al hombre a nuestra imagen»?».
Pero no solo fue el tiempo lo que influyó en su posición, también fue la influencia de su esposa, Elena de White, quien apoyándose en varios pasajes bíblicos, entre estos Filipenses 2:6 al 9, afirmó en 1869 que Cristo, «divinamente majestuoso, perfecto y excelente, era igual a Dios» (Elena de White, Testimonios para la iglesia, tomo 2, página 181). Es evidente que no solo Elena de White estaba más adelantada bíblicamente que su esposo, sino también su posición bíblica estaba ejerciendo influencia en él.
La doctrina de la Trinidad y Elena de White
Es muy interesante que Elena de White jamás atacara el punto de vista trinitario. Sin embargo, tuvo un crecimiento en su comprensión del tema, pasando de una relativa ambigüedad hacia una mayor especificidad.
Aunque ya en 1869 declaró la igualdad de Cristo con el Padre, es a partir de 1897 que los textos de Elena de White con respecto a las Personas de la Trinidad se vuelven cada vez más claros y explícitos. Eso no quiere decir que antes ella no haya escrito acerca de las tres Personas. El asunto es que algunas de sus primeras declaraciones son susceptibles de varias interpretaciones.
Para 1897, Elena no dejó dudas de cuál era su posición cuando llamó al Espíritu Santo «la tercera Persona de la Deidad».[1] El siguiente año (1898), en El Deseado de todas las gentes, afirmó que «en Cristo hay vida original, no prestada ni derivada de otra». Y una vez más llamaría al Espíritu Santo la «tercera Persona de la Deidad».[2]
Un año después (1899), predicando en el colegio de Avondale, Australia, Elena de White dijo: «Necesitamos comprender que el Espíritu Santo, que es una persona así como Dios es persona, anda en estos terrenos».[3]
Una comprensión del concepto trinitario
Para entonces, la posición de Elena de White con respecto a la Trinidad era clara. Algunas de las declaraciones que ella hizo al respecto causaron mucho impacto entre los líderes, como en el caso de Milian Andreasen, que visitó a Elena de White para confirmar si lo que él leía era realmente lo que ella había escrito. Él pensaba que no era posible que White hubiera escrito la declaración de El Deseado de todas las gentes que decía que «en Cristo hay vida original, no prestada ni derivada de otra». Recordando el momento en que vio sus manuscritos, dijo: «Lo vi de su puño y letra tal como había sido publicado. Lo mismo ocurría con otras declaraciones. Al comprobarlo, descubrí que eran expresiones de la propia hermana White».
Sin duda, la guía y orientación de Elena de White en este respecto ayudó a los líderes y los pioneros a reexaminar sus posiciones originales. Tanto es así que en 1913, casi dos años antes de que Elena de White muriera, Francis Wilcox, editor de la Review and Herald, publicó en ella un sumario de creencias en donde afirma: «Los adventistas del séptimo día creen (1) en la divina Trinidad. Esta Trinidad está compuesta por el Padre eterno,[…] el Señor Jesucristo, […] [y] el Espíritu Santo, la tercera Persona de la Deidad”.[4]
Esta es una clara demostración de que el entendimiento de las verdades en el pueblo de Dios no se dio automáticamente. Muchas veces consistió en un proceso continuo y largo que requirió años de estudio de la Palabra de Dios, oración y humildad, como para estar dispuestos a abandonar ideas preconcebidas.
Estos pocos datos sirven para refutar la aseveración antitrinitaria de que, después de la muerte de Elena de White, los líderes adventistas introdujeron la doctrina de la Trinidad en la iglesia, como una reliquia del paganismo. La realidad es que gracias a la influencia de la hermana White, mientras ella aún vivía, los paradigmas antitrinitarios fueron cambiados por otros paradigmas más bíblicos y consecuentes con la Revelación.
En armonía con las enseñanzas de las Escrituras
Para 1919, cuando William W. Prescott en la Conferencia Bíblica preguntó: «¿Podemos creer en la deidad de Cristo sin creer en su eternidad?», él mismo respondió: «Este es el punto. Hemos usado términos que realmente no están armonía con las enseñanzas de las Escrituras. Durante mucho tiempo hemos creído que Cristo era un ser creado, a pesar de lo que dice la Biblia […]. Ese uso acomodaticio de términos que convierten a la deidad sin eternidad no es la concepción que tengo ahora del evangelio de Cristo. Pienso que carece de la idea expresada en las Escrituras, y nos deja sin la clase de Salvador que acepto ahora, presentándolo como una clase de ser semihumano. Como lo veo, la deidad incluye la eternidad. La propia expresión lo dice. No se puede leer las Escrituras y tener la idea de deidad sin eternidad».
Fue para 1931 que la Asociación General publicó en el Yearbook [Anuario] una declaración de creencias de 22 puntos, en donde se afirmaba la creencia en la Trinidad y en Jesús como «verdadero Dios». Y, finalmente para 1946, se tomaría el primer voto sobre la doctrina de la Trinidad en el Congreso de la Asociación General, incorporándolo oficialmente como parte de las declaraciones de creencias fundamentales.
Es importante recalcar que el reconocimiento oficial en la iglesia, con un voto formal, recién vino en 1946, pero la proclamación de la doctrina como parte de la fe ya había empezado desde 1869, con Elena de White al frente.
No era una verdad fundamental en su época
Algunos, citando erradamente a Elena de White, desean sostener que los adventistas debemos volver a nuestros viejos hitos; y por supuesto, desean introducir el antitrinitarianismo como uno de los hitos. Sin embargo, no necesitamos conjeturar qué es lo que los pioneros y Elena de White llamaban los «hitos».
Entre 1844 y 1850, los adventistas del séptimo día habían desarrollado doctrinas distintivas, que fueron el producto del estudio de la Palabra de Dios y de la confirmación divina por medio del don profético. Estas doctrinas, que se convirtieron en los hitos o pilares inamovibles del movimiento, fueron identificadas por Elena de White en 1889 de la siguiente manera:
«El año 1844 fue un período de grandes acontecimientos, y abrió ante nuestros asombrados ojos la purificación del Santuario, hecho que sucede en el Cielo y que tiene una decidida relación con el pueblo de Dios sobre la Tierra; [también] los tres mensajes angélicos, los cuales desplegaban el estandarte sobre el que estaba inscrito: «Los mandamientos de Dios y la fe de Jesús». Uno de los hitos de este mensaje fue el Templo de Dios –que su pueblo, amante de la verdad, veía en el Cielo– y el arca que contenía la Ley de Dios. La luz del sábado del cuarto Mandamiento brilló con fuertes rayos en el sendero de los transgresores de la Ley de Dios. La no inmortalidad de los malvados es un antiguo hito. No puedo recordar nada más que pueda colocarse bajo el título de hitos antiguos» (Elena de White, Eventos de los últimos días, capítulo 4, páginas 45 y 46).
Como se puede ver, el tema del antitrinitarianismo no es mencionado por Elena de White como uno de los hitos que los pioneros mantenían. Para entonces, la doctrina de la Trinidad era un tema que no habían analizado, y sobre el que después tendrían que estudiar, entender y crecer.
¿Falsificación de escritos?
Algunos antitrinitarios han afirmado que, después de la muerte de la Hna. White, el liderazgo de la Iglesia Adventista del Séptimo Día se dedicó a reescribir y a falsificar sus escritos para sostener la Trinidad. Sin embargo, esta es una acusación maliciosa y sin sentido. Ahora es muy fácil buscar las mismas fuentes originales escritas, revisadas y aprobadas por la misma mano de Elena de White, y compararlas con lo que actualmente se encuentra publicado y en circulación.
Todo investigador sincero notará que no existe ninguna falsificación entre lo que se lee en los libros que circulan ahora y lo que ella escribió. Argumentos como estos apuntan a que estos antitrinitarios, en su afán por desacreditar la sana doctrina, desconocen los hechos, o a propósito recurren a falacias. Pedro nos advierte: «Ustedes, amados, prevenidos como están, guárdense para que no sean arrastrados por el error de los inicuos y caigan de su firmeza. Antes, crezcan en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. ¡A él sea la gloria, ahora y por la eternidad! ¡Amén!» (2ª de Pedro 3:17 y 18).
Referencias:
[1] Elena de White, Special Testimonies for Ministries and Workers, serie A, Nº 10 (1897), pp. 25, 37.
[2] White, El Deseado de todas las gentes (ACES, 2008), pp. 489, 625.
[3] White, El evangelismo (ACES, 2015), p. 618.
[4] Francis M. Wilcox, “The Message for Today”, Review and Herald, 9 de octubre de 1913.
Autor: Cristhian Álvarez Zaldúa, Doctor en Teología, actualmente trabaja como director de los departamentos de Escuela Sabática, MIPES y Evangelismo de la Unión Ecuatoriana.
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