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frutas fresas evangelización EGWEn un sueño, que tuve el 29 de septiembre de 1886, andaba yo con un numeroso grupo de personas que buscaban fruta (fresas). Había entre el grupo muchos jóvenes de ambos sexos que debían ayudar a recogerla. Parece que estábamos en una ciudad, porque había muy poco terreno baldío; pero en derredor de la ciudad había campos abiertos, hermosos huertos, quintas cultivadas. Delante de nosotros iba un carro cargado de provisiones para nuestra comitiva.

Pronto se detuvo el carro, y el grupo se dispersó por todas partes en busca de frutas. En derredor del carro había matorrales altos y bajos, cargados de grandes y hermosas fresas; pero todos miraban demasiado lejos para verlos. Empecé a juntar fruta allí cerca, pero con mucho cuidado, para no cosechar la fruta verde que estaba de tal manera mezclada con la madura que podía sacar tan solo una o dos fresas de cada racimo.

Algunas fresas hermosas y grandes habían caído al suelo, y estaban medio consumidas por gusanos e insectos. Yo pensaba: ¡Oh!, si hubiésemos entrado en este campo antes, toda esta preciosa fruta podría haberse salvado. Pero ahora es demasiado tarde. Sin embargo, voy a alzar esto del suelo para ver si queda algo bueno. Aun cuando toda la fruta esté echada a perder, por lo menos podré mostrar a los hermanos lo que habrían encontrado si no hubiesen llegado demasiado tarde.

Hemos buscado, y no encontramos fruta

En ese preciso instante se acercaron lentamente dos o tres miembros de la comitiva adonde yo estaba. Iban charlando, y parecían muy entretenidos con la compañía mutua que se hacían. Al verme dijeron:

–Hemos buscado por todas partes y no podemos encontrar fruta.

Miraron con asombro la cantidad que yo tenía. Les dije:

–Se puede juntar más en estos matorrales.

Empezaron a juntar, pero en seguida dejaron, diciendo:

–No es justo que nosotros trabajemos acá; usted encontró este lugar y la fruta es suya.

Pero yo repliqué:

–Esto no importa nada. Junten fruta dondequiera que la encuentren. Este es el campo de Dios, y la fruta le pertenece; es privilegio de ustedes juntarla.

Pero no tardé en estar sola otra vez. A cada rato oía conversar y reír al lado del carro.

–¿Qué están haciendo? –pregunté en alta voz a los que estaban allí.

Descansar, comer y volver a salir

–No podíamos hallar fruta –contestaron–, y como estábamos cansados y con hambre, pensamos venir al carro y comer. Después de descansar un rato, saldremos otra vez.

–Pero –dije yo–, no trajeron nada todavía. Están comiendo todas nuestras provisiones, sin habernos dado nada. Yo no puedo comer ahora, hay demasiada fruta que juntar. Ustedes no la encontraron porque no la buscaron con bastante detenimiento. No cuelga en el exterior de los matorrales, hay que buscarla con atención. Es cierto que no se puede juntar a puñados; pero mirando con cuidado entre las fresas verdes encontrarán fruta escogida.

Mi pequeño recipiente no tardó en estar lleno, y lo llevé al carro. Les dije:

–Es la fruta más hermosa que haya escogido en mi vida, y la junté aquí cerca, mientras que ustedes se cansaron buscando lejos, sin éxito.

No pensábamos que pudiese hallarse fruta buena aquí

Todos vinieron entonces para ver mi fruta. Dijeron:

–Estas son fresas de matorrales altos, firmes y buenos. No pensábamos que pudiese hallarse algo en los matorrales altos, así que, buscamos tan solo fresas de matorrales bajos, y hallamos unas pocas.

–¿Quieren ustedes guardar esta fruta, y luego venir conmigo a buscar más en los matorrales altos? –pregunté entonces.

Pero no habían hecho preparativos para guardar la fruta. Había platos y bolsas en abundancia, pero los habían empleado en contener alimentos. Me cansé de esperar y finalmente pregunté:

–¿No vinieron ustedes para juntar fruta? ¿Por qué no están preparados para guardarla?

–Hermana White –me respondió un miembro del grupo–, en realidad no esperábamos encontrar fruta donde había tantas casas y tanto tránsito; pero como usted parecía tan ansiosa de juntar fruta, decidimos venir con usted. Pensamos traer bastante que comer y disfrutar del recreo, si no juntábamos fruta.

Por la noche no podremos juntar fruta

–No puedo comprender este modo de obrar –­contesté–. Voy a volver a los matorrales. Casi transcurrió el día ya; pronto llegará la noche, y entonces no podremos juntar fruta.

Algunos fueron conmigo, pero otros se quedaron al lado del carro para comer.

En un lugar, se había reunido un pequeño grupo, y hablaban animadamente de algo en que parecían muy interesados. Me acerqué, y vi que era un niñito en brazos de una mujer lo que había atraído su atención.

–Ustedes tienen poco tiempo, y sería mejor que trabajasen mientras pueden.

La atención de muchos era atraída por una joven pareja que corría una carrera hacia el carro. Al llegar, estaban tan cansados que se sentaron a descansar. Había otros echados sobre la hierba para descansar.

El éxito o el fracaso dependen de cómo nos dedicamos al trabajo

Así transcurrió el día, y se hizo muy poco. Al fin dije:

–Hermanos, ustedes dirán que esta excursión no ha tenido éxito. Si trabajan así, no me extraña que no lo obtengan. El éxito o el fracaso dependen de cómo se dedican al trabajo. Hay fruta aquí; ya ven que yo he encontrado. Algunos de ustedes han estado revisando en vano los matorrales bajos, otros han encontrado unas pocas fresas; pero pasaron por alto los matorrales altos, simplemente porque no esperaban encontrar fruta en ellos. Ya ven que la fruta que yo he recogido es grande y madura. Antes de mucho madurarán otras fresas y podremos recorrer de nuevo los matorrales. Así es como se me enseñó a juntar fruta. Si ustedes hubieran buscado cerca del carro, habrían encontrado fruta tan fácilmente como yo.

No vinieron al campo con una ardiente resolución de encontrar fruta

La lección que ustedes dieron hoy a los que están aprendiendo a hacer este trabajo será copiada por ellos. El Señor puso estos fructíferos matorrales en medio de estos lugares muy poblados, y espera que ustedes los encuentren. Pero ustedes estuvieron demasiado ocupados en comer y en divertirse. No vinieron al campo con una ardiente resolución de encontrar fruta.

De ahora en adelante deberán trabajar con más celo y fervor, y teniendo en vista un objeto completamente diferente, o sus labores no tendrán jamás éxito. Si trabajan de la debida manera, enseñarán a los obreros más jóvenes que las cosas como el comer y recrearse son de menor importancia. Ha costado duro trabajo traer el carro de provisiones hasta el terreno, pero ustedes pensaron más en las provisiones que en la fruta que debieran llevar a casa como resultado de sus labores. Deben ser diligentes, recoger primero la fruta que está más cerca, y luego buscar la que está más lejos; después pueden volver y trabajar de nuevo cerca, y así tendrán éxito.

Autora: Elena de White, escritora y profeta de Dios. Texto recogido en su obra Obreros evangélicos, capítulo 26.
Imagen: Shutterstock 

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