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dominio propioEl dominio propio y la verdadera libertad van de la mano, pues la libertad no es licencia para pecar, eso es libertinaje; sino la capacidad de vivir conforme a la voluntad de Dios (Gálatas 5:1). Esa libertad comienza con el dominio propio, que solo es posible mediante el fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-23). Así, en Cristo somos verdaderamente libres (Juan 8:36), ya que el dominio propio nos aparta del mal. Ese dominio propio, esa libertad para elegir lo mejor, nos guía a vivir de la mano del ser que más nos ama en el mundo: nuestro Creador, Padre, Maestro y Salvador; nuestro Dios. Pero, ¿cómo podemos conseguir tener ese dominio propio?

Vivimos en un mundo acelerado, donde la ansiedad y la falta de control parecen ser cada vez más habituales. Tal vez justamente por eso, el dominio propio es una cualidad esencial para una vida equilibrada y plena. Pero lograrlo requiere esfuerzo, disciplina y una dependencia absoluta del poder divino. A continuación, exploraremos cuatro pilares fundamentales para desarrollar esta capacidad en nuestra vida diaria: el estilo de vida, elegir correctamente, la organización y disciplina, y rendirnos a Dios.

Estilo de vida: «Mens sana in corpore sano»

Tal vez te sorprenda saber que la conocida cita «Mens sana in corpore sano», una cita latina que proviene de las Sátiras de Juvenal, no es exactamente así. La cita completa es «Orandum est ut sit mens sana in corpore sano» (Sátira X, 356).[1]​ que se traduce como: «Se debe orar para que haya una mente sana en un cuerpo sano». ¡Qué interesante!, ¿no crees? ¡Necesitamos orar para tener una mente sana en un cuerpo sano! El sentido original de la frase completa es el de la necesidad de orar para disponer de un espíritu equilibrado en un cuerpo equilibrado; no es, por tanto, el mismo sentido con el que hoy en día se utiliza: «mente sana en un cuerpo sano». Ahí falta algo de vital importancia: la ayuda de Dios para lograr ambas cosas.

Sabemos que la salud física influye directamente en nuestra capacidad de autocontrol. Está comprobado que una alimentación desequilibrada nos hace daño física y mentalmente. Al fin y al cabo, la alimentación es un proceso bioquímico por el que los nutrientes se convierten en «materiales de construcción» para nuestro cuerpo, incluyendo los procesos bioquímicos de nuestro cerebro (nuestro pensamiento, nuestra mente). De ahí la importancia de adoptar una dieta saludable ¡y practicar ejercicio!, absolutamente necesario para mantener la máquina de nuestro cuerpo «engrasada» y «a punto».

Lograr cambios en la alimentación y el estilo de vida puede ser desafiante, pero con la ayuda de Dios y la determinación personal, es posible. Sustituir los alimentos perjudiciales por opciones más saludables y nutritivas, mejora la función cerebral, reduce el estrés y fortalece nuestra capacidad de tomar decisiones acertadas. Como dice 2ª de Pedro 1:5-6: al conocimiento debemos añadirle dominio propio, pues es un don del Espíritu que Dios está dispuesto a concedernos.

Realizar las mejores elecciones, de la mano de Dios

Hoy en día sabemos que la neurociencia confirma que nuestras elecciones afectan la estructura del cerebro, y con la repetición de buenos hábitos, podemos cambiar patrones negativos.

Nuestra vida es el reflejo de nuestras elecciones. Dios nos ha dotado de libertad, pero el pecado nos hace confundir ese don inefable con el libertinaje. Nuestras decisiones suelen estar condicionadas por motivaciones equivocadas, cuando no hemos colocado nuestra vida en las manos de Dios completamente. Nuestro egoísmo, nuestra codicia, nuestra falta de amor verdadero (ágape), etc. nos llevan a tomar malas decisiones que tendrán peores consecuencias. Porque en este Universo rige una ley inamovible de acción – reacción. Todo lo que hacemos tiene una consecuencia, queramos o no. «Si sembramos cardos, no esperemos que florezcan rosas».

Las avenidas del alma (o de la mente)

Nuestra iglesia suele hablar de los cinco sentidos como las «avenidas del alma». Todo lo que recibimos nos conforma. En realidad somos lo que hacemos cada día de nosotros mismos. ¿Qué escuchas? ¿Eliges con cuidado lo que lees? ¿Qué comes? ¿Escoges bien lo que miras?… Todo lo que entra por tus sentidos, acaba formando parte de ti. 

En un descuido, un niño puso en YouTube un vídeo de un videojuego violento. En un momento en el que su padre y su madre estaban hablando en la cocina, vio algo que no estaba contemplado que viera y lo peor, ¡le gustó! Y le gustó tanto, que quería ver más de eso.

Evidentemente, sus progenitores le explicaron que no podía ser. Que eso no era saludable para su mente. Pero él lloraba y no lo entendía… hasta que se lo explicaron con un símil: La basura no se come. Si comes un poco de basura, aunque te guste, sigue siendo basura. Suplicó que le dejaran ver aquello, ¡solo puntualmente! Pero comer un poco de basura, sigue siendo insano. Y además, cuando tomas un poco de algo que te gusta, aunque sea malo, luego quieres más. ¿Jesús vería aquello? ¿Le parecería bien? Como era un pequeño muy inteligente, al final lo comprendió e hizo algo poco habitual en niños pequeños (y en adultos): estuvo de acuerdo en no meter porquería en su mente.

No todo conviene

Dice 1ª de Corintios 10:23 que somos libres de elegir, pero que no todo nos conviene. Escojamos con cuidado, porque hay consecuencias que siguen a cada elección.

¿Y tú? ¿Y yo? ¿Qué metemos en nuestra mente? ¿Qué leemos, escuchamos, vemos…? Cotilleos, críticas, películas, música, alimentos, bebidas… Si nosotros no somos capaces de elegir adecuadamente, puedes estar seguro de que el enemigo elegirá por nosotros, ¡y nos gustará! ¡Sabe exactamente lo que nos apetece! Por eso necesitamos estar conectados a Dios continuamente. Necesitamos tenerle a Él al control. Necesitamos que nuestro Padre cuide de las avenidas de nuestra mente. Debemos obedecerle para que Él pueda defender la ciudad de nuestro ser con las murallas más fuertes. Sin Dios, simplemente no tenemos murallas y nos es imposible defendernos. 

Lo mismo pasa con los pensamientos negativos o el estrés de una vida descontrolada. Necesitamos que Dios tome las riendas y nos cambie. Necesitamos gozo y paz, en lugar de preocupación y negatividad (Filipenses 4: 8 y 1ª de Tesalonicenses 5: 16-18)); necesitamos plena confianza en Dios (fe) para escoger lo bueno (1ª de Tesalonicenses 5: 21-23). 

La disciplina en la vida personal y familiar

El dominio propio no solo es una meta personal, sino también un regalo que podemos transmitir a nuestros hijos. Enseñarles autocontrol es una inversión para su éxito futuro. Pero la disciplina no consiste en castigar, sino en guiar con amor, paciencia y, sobre todo, ¡con nuestro ejemplo! Si queremos que nuestros hijos crezcan con esta virtud, debemos modelarla en nuestro comportamiento diario, eligiendo hablar con amabilidad y controlando nuestras reacciones ante la frustración. La verdadera victoria se encuentra en rendirnos a Dios y permitir que él transforme nuestros corazones y los de nuestra familia.

Pocas cosas más difíciles que mantenernos tranquilos cuando llega la hora de salir y los niños aún están sin vestir; cuando deben hacer los deberes y prefieren jugar; o cuando les dices que hagan algo y tienes que contar para que lo hagan. Son desobedientes por naturaleza, como nosotros. Y la obediencia debe educarse. Tanto hacia los padres como a Dios. ¿Cómo serán obedientes al Señor si no obedecen a los padres? 

Razonemos…

Y aunque debemos confiar en Dios y obedecerle, muchas veces sin comprenderlo del todo, Dios está dispuesto a razonar con nosotros (Isaías 1:18). Y es que obedecemos mejor cuando entendemos, aunque debemos ser capaces de obedecer siempre. La Biblia nos explica muchas cosas que no necesitamos saber, pero lo hace para reforzar nuestra relación de confianza en Dios. Otras las comprenderemos cuando Cristo vuelva. Tenemos toda la eternidad.

La relación de confianza no surge por generación espontánea (en realidad nada surge así). La confianza se construye a través de la relación. Hablar, razonar, explicar. Por eso es vital el diálogo en la relación familiar y la oración en la relación con Dios. Por eso la Biblia explica muchas cosas, y por eso nosotros podemos explicarselas a nuestros hijos.

La base de la verdadera disciplina (tanto personal como familiar) no es el control, la autoridad mal entendida o el abuso. La base es la confianza basada en la relación. Exactamente como con Dios. Obedecemos a Dios porque sabemos que nos ama y por eso confiamos en Él. Y cuanto más nos relacionamos con Él, más seguros estamos de su amor, y más confiamos, y más le obedecemos porque sabemos que es lo mejor para nosotros. 

Rendirnos a Dios: El secreto del verdadero control

Una vez escuché una frase que se me quedó grabada para siempre: «Si Dios es tu copiloto, debes cambiar de asiento». ¿Pensabas que era suficiente con que el Señor te acompañara en el «coche», tomando tú todas las decisiones? ¡Pero si no sabes a dónde vas, ni cómo llegar allí de forma segura! Dios debe ser quien conduzca tu vida, si realmente deseas un buen viaje y llegar a tu destino final. Si conduces tú, lo más seguro es que te pierdas y salgas dañado en algún accidente.

Tú no conoces el estado de las carreteras de la vida, ni con quienes te vas a cruzar en ella, ni la mejor carretera… ¡Ni nada! Por eso, la Biblia te dice que necesitas confiar en Dios. La fe es indispensable para la vida cristiana, y esa fe no es otra cosa que dejar a Dios en el control. Fe es confianza plena. Por eso, la fe es necesaria (indispensable) para agradar a Dios (Hebreos 11:6). La vida cristiana sin fe, sin cambiar de asiento, es una farsa. Ojalá te des cuenta a tiempo.

Elena de White lo dice así, en El Deseado de todas las gentes, capítulo 30, página 467:

«Ninguno que, poniendo su mano en el arado, mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios» (Lucas 9:62). El Maestro dejó en claro que para seguirle hay que renunciar a todo. No puede haber reservas ni nostalgias por la vida anterior. El que busca servir a Dios y al mundo al mismo tiempo es como aquel que ara un campo pero sigue mirando hacia atrás: su surco será torcido y su trabajo ineficaz. Jesús pide una entrega total y un compromiso sin vacilaciones. Solo así es posible ser verdaderamente apto para el reino de los cielos».

Jesús en el Getsemaní

En esa línea, el mayor ejemplo de dominio propio, y de fe verdadera, lo encontramos en Jesús en el Getsemaní. Aunque Jesús enfrentaba la perspectiva del sufrimiento y la muerte, eligió rendirse a la voluntad de Dios. Confió plenamente en Él y en su voluntad, aunque era muy duro aceptarla. Él no deseaba morir como iba a hacerlo, pero cumplió el Plan y nos salvó. Nadie ha dicho que sea fácil, pero vivir de la mano de Dios es la elección correcta siempre, porque el propósito de Dios siempre es el mejor, aunque a veces no lo comprendas o te cueste aceptarlo. La lucha interna entre nuestros deseos y lo que sabemos que es lo mejor es real, pero no estamos solos (Mateo 28:20).

La clave para vencer no está en tu fuerza de voluntad, sino en permitir que Dios transforme tus deseos más profundos y te cambie.  Está en confiar en el poder sobrenatural de Dios. Y eso no es fácil, especialmente en una sociedad posmoderna, como la nuestra, en la que todo tiene que ser lógico y lo sobrenatural es un engaño. A través de la oración y la dependencia en Cristo, podemos obtener la fortaleza para resistir la tentación y vivir de acuerdo con los principios divinos. ¡Y es real, puedes comprobarlo tú mismo!

Conclusión

El dominio propio es una virtud esencial para una vida plena de verdadera libertad, porque el libertinaje es esclavitud al final y te lleva al sufrimiento y la degradación. Solo la libertad en Cristo, basado en la obediencia y el dominio propio te llevarán a vivir una vida plena y feliz con un final eterno de gozo y paz. Y la única forma real de conseguirlo es poniendo tu vida en las manos de Dios. Para fortalecerlo, necesitas un estilo de vida saludable, siguiendo sus consejos; una disciplina correctamente cimentada en Dios; poner en Sus manos todas tus elecciones y, sobre todo, aprender a confiar totalmente en Él. Esa es la base de todo: la fe, la confianza, la relación… el amor.

No es una lucha que debas librar solo; el Espíritu Santo está dispuesto a capacitarte para vivir con autocontrol y victoria (Filipenses 2:13). Si eliges seguir el plan de Dios, encontrarás renovación, restauración y la verdadera libertad que solo él te puede ofrecer. ¡La decisión es tuya! y todo depende de una única elección: ¿conduces tú o cederás el asiento a tu Padre Dios?

Autora: Esther Azón, teóloga y comunicadora. Redactora y coeditora de revista.adventista.es
Imagen: Shutterstock

Referencias:

[1] «D. IVNI IVVENALIS SATVRA X»thelatinlibrary.com.

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