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perfecto perfectos en amor okExiste un pasaje en la Biblia que resulta inquietante y quizá hasta perturbador: «Por tanto, sean perfectos, así como su Padre celestial es perfecto» (Mateo 5:48).[1] En cierta ocasión un sincero creyente me dijo: «Lo veo como un objetivo muy alto muy difícil de alcanzar». Otras reflexiones honestas que surgen al leer ese versículo son: «¿Podré alcanzar la perfección de Dios?» «¿Será que puedo llegar a ser perfecto?».

La buena noticia es que, una cuidadosa observación del contexto de ese versículo y un acertado análisis de la palabra original que se traduce como «perfecto», puede develarnos una verdad esperanzadora y concluir que un cristiano puede alcanzar la perfección.

«Ojo por ojo» vs. amen a sus enemigos

El contexto inmediato del versículo bíblico que estamos analizando empieza en el 43, y continúa con el pedido de Jesús de amar a los enemigos (vs. 44), y esa demanda hace más perplejo el asunto de la perfección, a parte que parece no tener relación con el tema en estudio. Asimismo, si seguimos analizando el contexto, los versos del 31 al 42, lo hacen más incierto. ¿Cómo podemos amar a nuestros enemigos? ¿podemos orar por quienes nos maltratan? ¿cómo podemos darle la otra mejilla al que nos abofetea? ¿cómo podemos darle más cosas al que nos quita algunas? Y, por otro lado, vuelve la incógnita base: ¿qué tiene que ver con la perfección? ¿y qué nos revela el contexto del verso 48 que estamos abordando?

Examinemos un poco más a fondo. La palabra griega que Jesús usa en el verso 44, al referirse al amor, es ἀγαπάω (agapaō), pero aquí no significa amar en el sentido de gustar o tenerle cariño por alguien, «sino en estar lleno de buena voluntad y exhibirla; tener preferencia por, desear el bien, considerar el bienestar, mostrar afecto»[2] o una compasión para salvación. Es decir «reconocer a los enemigos tales como son y hacer lo que se pueda para hacerlos como Dios quiere que sean. Significa preocuparse no por la venganza, sino por el bienestar, en especial el bienestar eterno de los enemigos».[3]

No odies a tus enemigos

En definitiva, los fariseos estaban equivocados cuando decían: «Odia a tus enemigos». Ellos olvidaban o no querían recordar que las Escrituras del Antiguo Testamento exhortaban a amar a los enemigos. Por ejemplo, Éxodo 23:4: «Si encuentras un toro o un asno perdido, devuélvelo, aunque sea de tu enemigo». Y Proverbios 25:21: «Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber», y el verso 22 dice: «Actuando así, harás que se avergüence de su conducta, y el SEÑOR te lo recompensará».

Justamente, al actuar así, el creyente está practicando el amor que Jesús le aconseja frente a los enemigos: el amor redentor y misericordioso. Ese amor, hace que el agresor se avergüence, es decir, que se sienta sacudido y apenado por su mala conducta. Porque lo normal en este mundo reactivo, es devolver con más fuerza la ofensa, pero mostrar misericordia es una acción que desubica al que está esperando un «golpe» de respuesta. Esa vergüenza, lleva a que el enemigo se arrepienta verdaderamente de sus actos hostiles, reciba el perdón de Dios y llegue a ser amigo en vez de enemigo.

Sería inapropiado, incluso podría causar un trastorno mental y sería contrario a la moralidad cristiana, si se aconsejara a un creyente que mostrara afecto y persistiera en convivir con alguien que le agrede de alguna manera. El tema no es ese, Jesús no pide «que amemos a nuestros enemigos, y a los hombres en general, de la misma forma que amarnos a nuestros familiares y amigos íntimos porque eso sería a la vez imposible y erróneo. Pero sí demanda que tengamos en todo tiempo una cierta actitud mental y una cierta inclinación benevolente hacia los demás sin importarnos su condición»,[4] con tal que conozcan del amor transformador de Dios.

Así como lo hizo Él, hagámoslo también

Sin embargo, la pregunta básica persiste ¿puede un creyente alcanzar la perfección?, y ¿cuál es la relación entre el amor redentor que debemos demostrar hacia aquellos que nos hieren y la idea de perfección? Después del análisis del contexto inmediato del verso 48, clímax del capítulo 5, no cabe duda de que la expresión perfectos debe ser entendida como perfección en amor. De hecho, así lo sugiere su texto paralelo en Lucas 6:36, cuando señala: «Sed compasivos, así como vuestro Padre es compasivo». Esta experiencia puede ser vivida en el presente, en el momento actual.

Para entender adecuadamente la definición anterior, es necesario considerar este versículo: «Pues si cuando éramos enemigos nos reconcilió con él mismo por la muerte de su Hijo, ¡cómo no ha de salvarnos ahora por su vida!» (Romanos 5:10).[5] Es decir, a pesar de que los hombres eran sus enemigos, viviendo en sentido contrario a los principios, Dios los amó y los reconcilió con él. La prueba de la perfección de su amor se muestra en que envió a su Hijo al mundo para salvarlos, aunque no lo merecían.

Perfectos en amor con los enemigos

En sencillas palabras, la principal razón porque se nos invita a ser perfectos en el amor con nuestros enemigos, es porque Dios lo fue por nosotros. Entonces, cuando el verso 48, nos insta a ser perfectos como Dios lo es, no debe ser una utopía o un consejo para desesperarnos, puesto que «la interpretación correcta es que en la esfera humana debemos ser perfectos, como Dios es perfecto en la esfera divina. Esta es la meta y el blanco de la vida cristiana».[6] Si pensamos en la esfera de la perfección del amor de Dios que abarcó y abarca a la humanidad caída, debemos considerar que nuestra esfera de la perfección del amor abarca a las personas que le rodean, especialmente a los que consideramos enemigos.

Con razón Juan nos insta a imitar a Jesús, a contemplar su esfera de la perfección del amor y aplicarlo a nuestra esfera: «Ese amor se manifiesta plenamente entre nosotros para que en el día del juicio comparezcamos con toda confianza, porque en este mundo hemos vivido como vivió Jesús. En el amor no hay temor» (Juan 4:17).

¿Cómo ama Dios?

Se ha comprendido hasta este punto que la perfección mencionada por Mateo es la del amor y que es alcanzable. Pero, si se intenta imitar la esfera de la perfección del amor de Dios, se debe saber cómo ama Dios. En el contexto de lo que escribió el evangelista, el verso 45 muestra cómo funciona la transcendente perfección del amor divino. Ese amor perfecto se ve en tres aspectos que Earle explica adecuadamente: «(1) Su universalidad, porque todos los hombres están incluidos; (2) Su compasión, porque se extiende a los malos e indignos incluyendo a aquellos que no le amarán en retorno; (3) Su aspecto práctico, porque activamente procura el bienestar de todos, enviando la lluvia, el sol y sobre todo al mandarnos a su Hijo».[7]

Entonces en la esfera humana, el creyente es llamado a que sea perfecto en amor. Esa perfección es posible cuando ama como Cristo nos enseñó:

  • No hace distinción de personas.
  • No tiene una lista de buenos y malos, porque ha entendido que el amor de Dios es universal.
  • No se queda insensible ante nadie, porque el amor es compasivo, y la compasión se muestra en dar oportunidades al que se equivoca.
  • Devuelve con bien el mal de los enemigos, porque Dios fue compasivo con él y cargó sobre sí mismo el castigo que el hombre merecía.
  • Asimismo, no se queda en intenciones, o solamente en conceptos, porque el amor es práctico.
  • El creyente que intenta hacer el bien intencionalmente, busca la oportunidad para bendecir y salvar.

No es fácil, pero es posible

Es cierto que a pesar de que la esfera de la perfección del amor para el hombre está en el plano humano finito, no significa que sea fácil. Amar a los enemigos, dar la otra mejilla, no es una situación que se practique eficientemente de la noche a la mañana. Es decir, la perfección del amor al cual nos llama Jesús es progresiva.

La palabra «perfecto» en el original griego es τέλειος (teleios) y conlleva la connotación de iniciado, completo o maduro,[8]. Pero en el contexto del capítulo 5 de Mateo la idea de «perfecto» es la de «acabado, completamente desarrollado, que nada le falta».[9] Y un producto acabado o un ser maduro pasa por un proceso, porque el «hecho de que Dios se convierta en el estándar de comparación sugiere que la instrucción de Jesús aquí es una exhortación, que establece una meta, no supone un estado al que los oyentes ya han llegado».[10]

El Apóstol Juan menciona que el proceso empieza aceptando a Jesús como salvador y conociéndolo a través de la Biblia: «En cambio, el amor de Dios se manifiesta plenamente en la vida del que obedece su palabra. De este modo sabemos que estamos unidos a él:  el que afirma que permanece en él, debe vivir como él vivió» (1 Juan 2:4–6).

Mientras el creyente va creciendo en La Palabra, va creciendo en el amor, mira la esfera del amor divino, y recuerda como Dios lo ama entonces hace suyo estas palabras: «Nosotros amamos porque él nos amó primero» (1 Juan 4:19). «La meta para el siervo del reino es comportarse como su Padre, y así alcanzar el nivel maduro de transformación sobrenatural».[11]

El cristiano perfecto

Con todo lo comentado ¿es posible que un cristiano alcance la perfección? ¿Puede ser perfecto? Si, la perfección del amor en Cristo. Cuando el creyente en cada situación que vive ama como Cristo enseñó. Y, aunque sea en terrenos hostiles, va madurando, va creciendo hasta desarrollarse completamente, hasta alcanzar la perfección del amor en su esfera humana, como Dios lo es en la divina.

Pero su crecimiento se fortalece más, en los momentos de mayor presión. Porque amar a los enemigos, es salirse o traspasar «lo normal» en las relaciones humanas. Dicen los versos 46 y 47: «Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa recibirán? ¿Acaso no hacen eso hasta los recaudadores de impuestos? Y si saludan a sus hermanos solamente, ¿qué de más hacen ustedes? ¿Acaso no hacen esto hasta los gentiles?».

Es común que las personas amen a aquellos que los aman, incluso los criminales pueden ser cariñosos con sus allegados. Por tanto, se anima al cristiano a superar lo normal y alcanzar lo excepcional. Esto, en el contexto de Mateo 5:48 implica que logre la perfección del amor, demostrando misericordia e intentando llevar a Jesús a aquellos que lo aborrecen, como Dios que amó a los que no le amaron y le mostraron rechazo.

Autor: Joe Saavedra, (ThD and PhD) pastor de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España. 

[1] Todos los versículos bíblicos citados en este artículo pertenecen a la Nueva Versión Internacional (NVI), a menos que se indique otra.
[2] Henry George Liddell et al., A Greek-English lexicon (Oxford: Clarendon Press, 1996), 6
[3] G. Jerome Albrecht y Michael J. Albrecht, Mateo, ed. John A. Braun, Armin J. Panning, y Curtis A. Jahn, La Biblia Popular (Milwaukee, WI: Editorial Northwestern, 2002), 80.
[4] William Barclay, Palabras griegas del Nuevo Testamento – su uso y su significado (El Paso, TX: Casa Bautista de Publicaciones, 1977), 18.
[5] Versión Nueva Biblia Viva (NBV)
[6] Ralph Earle, «El Evangelio Según San Mateo», en Comentario Bíblico Beacon: Mateo hasta Lucas (Tomo 6) (Lenexa, KS: Casa Nazarena de Publicaciones, 2010), 81.
[7] Ralph Earle, «El Evangelio Según San Mateo», 81.
[8] Adriani Milli Rodrigues, «Perfection», ed. Douglas Mangum et al., Lexham Theological Wordbook, Lexham Bible Reference Series (Bellingham, WA: Lexham Press, 2014).
[9] William Hendriksen, Comentario al Nuevo Testamento: El Evangelio según San Mateo (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2007), 332.
[10] Craig S. Keener, Matthew, vol. 1, The IVP New Testament Commentary Series (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1997), Mt 5:48.
[11] Stuart K. Weber, Matthew, vol. 1, Holman New Testament Commentary (Nashville, TN: Broadman & Holman Publishers, 2000), 69–70.

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