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«En un comunicado celestial, que podría desatar un alud de lágrimas entre muchos niños y algún que otro reno, se ha confirmado lo que muchos sospechaban: Papá Noel no existe y no tiene nada que ver con la Navidad. La Navidad es Jesús».

Aunque comencemos este breve artículo de forma simpática, lo cierto es que cada vez más personas unen la imagen de ese gordito bonachón con la Navidad. Un ardid que nos aleja por completo del verdadero protagonista y de su verdadero sentido.

Papá Noel: impostor y estrategia publicitaria

No, la Navidad no tiene nada que ver con Papá Noel. El amable vejete, aparte de no existir, no tiene nada que ver con natividad alguna.

Es más, el origen de Papá Noel está lejos del Polo Norte. Su figura deriva de San Nicolás de Bari, un obispo del siglo IV conocido por su bondad y caridad hacia los pobres. Según las leyendas, San Nicolás dejaba monedas en los zapatos de quienes lo necesitaban, un acto que, con los siglos, se transformó en la tradición de dar regalos en Navidad. Sin embargo, su imagen moderna—la del anciano regordete vestido de rojo—fue un invento del siglo XX.

¿El culpable? Coca-Cola. En la década de 1930, la famosa compañía de refrescos lanzó una campaña publicitaria que consolidó la figura de Santa Claus como la conocemos hoy: un hombre alegre con traje rojo, barba blanca y una inclinación sospechosa por la gaseosa helada. Desde entonces, Papá Noel ha recorrido el mundo a bordo de un trineo, dejando regalos y, según parece, olvidando que la Navidad no tiene nada que ver con él.

La Navidad es Jesús

Y es que la Navidad es Jesús. Únicamente Él.

Jesús no nació un 25 de diciembre. No importa. Él sigue siendo la Navidad. Da igual cuando celebremos su nacimiento, el hecho es que nació, vivió, murió, resucitó y volverá a buscarnos. Por eso, nadie puede discutir lo indiscutible: La Navidad es el nacimiento de Jesús. Es el nombre que se le puso a este hecho.

La palabra Navidad proviene del latín nativitas, que significa ‘nacimiento’, y específicamente, hace referencia al nacimiento de Jesucristo, el Hijo de Dios, quien vino al mundo para traer salvación a la humanidad. Este término comenzó a utilizarse en la tradición cristiana para designar la celebración de este momento histórico trascendental, que representa el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento sobre la venida del Mesías.

En el ámbito religioso, la Navidad es mucho más que una fecha; simboliza la manifestación del amor divino. En el Evangelio de Juan 1:14 se describe esta verdad espiritual: «Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad». Este acto de humildad y encarnación divina es el núcleo del significado de la Navidad.

Además, en la tradición popular y cultural, el término ha adquirido un sentido más amplio, asociado con valores como la paz, la generosidad, la unión familiar y la esperanza, que también se desprenden del mensaje original del nacimiento de Cristo.

La Navidad es el comienzo del cumplimiento del Plan de Salvación en nuestro mundo

No sabemos cuando comenzó la idea del Plan de Salvación, pero Dios ya sabía que íbamos a pecar, lo previó, y ya tenía un Plan para salvarnos. Lo que sí sabemos, es que el nacimiento de Jesús marcó el comienzo del cumplimiento del plan de redención para la humanidad en nuestro mundo. En Lucas 2:10-11, los ángeles proclamaron: «Os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor». Este evento no solo trajo esperanza a un mundo caído, sino que también nos enseñó cómo vivir una vida de servicio, amor y sacrificio.

Elena de White señala en el capítulo 1 de El Deseado de todas las gentes: «Cristo fue tratado como nosotros merecíamos, para que nosotros pudiéramos ser tratados como Él merece. Fue condenado por nuestros pecados, en los cuales no había participado, para que pudiéramos ser justificados por su justicia, en la cual no habíamos participado». [1]

Al reflexionar sobre esto, la Navidad se convierte en un recordatorio tangible de la humildad y el sacrificio de Jesús, quien dejó el cielo para salvarnos.

En el ajetreo de listas de regalos y luces brillantes, es fácil olvidar que el corazón de la Navidad es Jesús. En Lucas 2:10-11, los ángeles lo anuncian claramente: «Os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor».

Elena de White, nuevamente en El Deseado de todas las gentes, señala: «Cristo fue enviado al mundo para revelar el carácter del Padre y traer la salvación al hombre. Su nacimiento es el mayor don que Dios pudo dar». [2]

Este regalo divino no necesita envoltura ni adornos; es eterno y transforma vidas.

Como celebrar a Jesús

La Navidad no es una fiesta comercial. Elena de White nos llama a centrar nuestras celebraciones en Cristo: «La Navidad debe ser una ocasión para honrar a Dios, no para la ostentación ni el egoísmo, sino para dar gloria a Cristo y beneficiar a los necesitados». [3]

Podemos celebrar a Jesús en familia, con los amigos, disfrutando del cariño de nuestros seres queridos y acordándonos de quienes están solos en estas fechas, visitándoles y/o preparando actividades para animarles y acercarles a Cristo.

Disfrutar de lo que nos hace felices no está mal. Es hermoso pasar momentos bonitos y crear nuevos recuerdos felices.

Celebrar el nacimiento de Jesús es recordar sus acciones y tratar de reflejar su carácter. Recordar y compartir, que nació, vivió, murió, resucitó y volverá a buscarnos. ¿Cómo? A través de juegos, lecturas, oración, momentos especiales, etc.

Tampoco es un problema hacernos regalos y compartir afecto, mientras el consumismo no ocupe el lugar de Cristo. Está bien hacer felices a los que queremos. También podemos preparar regalos solidarios para quienes más los necesitan. Dar siempre es mejor que recibir. 

Entonces, ¿cómo celebrar?

  • Reflexiona en el verdadero regalo: Recuerda que el nacimiento de Jesús simboliza esperanza, amor y salvación.
  • Comparte con los demás: Ayuda a quienes lo necesitan, porque en Mateo 25:40 Jesús dice: «En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis».
  • Dedica tiempo a la adoración: Lee la historia de Lucas 2 en familia y agradece a Dios por su amor infinito.
  • Haz aquello que te acerque a Jesús y a los otros.

Recuerda que la Navidad no tiene que ver con mitos o campañas publicitarias. La Navidad es Jesús. Él nos enseñó a vivir y a tratar a los demás; nos Salvó; nos dio el mayor regalo: la vida eterna… ¡Y volverá a buscarnos!

¡Que Jesús nazca en tu corazón y en el de quienes te rodean, cada día! ¡Feliz Navidad!

Referencias:

[1] Elena de White, El Deseado de todas las gentes, capítulo 1, alrededor de las páginas 10-15, dependiendo de la edición.
[2] Elena de White, El Deseado de todas las gentes, capítulo 4, entre las páginas 30-40, dependiendo del formato.
[3] Elena de White, El hogar cristiano, capítulo 77, entre las páginas 435-440, dependiendo de la edición.

 

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Revista Adventista de España