Acoger con amor a todas las personas que llegan a la iglesia, es un reflejo del carácter de Jesús. Cuando Él se marchó, su última petición fue: «En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros» (Juan 13:35). El mayor desafío que, como cristianos adventistas, tenemos por delante es el de preparar a las nuevas generaciones para reflejar una iglesia compasiva y relevante. Una iglesia que refleje a Jesús, comenzando por acoger con amor a todas las personas que acuden a la iglesia. Comenzando por la bienvenida.
Cuando nació su hijo, Anita y su esposo decidieron que su nombre sería Joshua, como un recordatorio del texto bíblico de Josué 24:15, en el que el juez de Israel afirma: «Yo y mi casa serviremos a Jehová». Anita, quien había sido criada en un orfanato, pedía ayuda a Dios para ofrecer sentido de pertenencia y propósito a sus hijos.
Sin embargo, un hecho la sorprendió en el tercer cumpleaños de su hijo. Anita escuchó de un médico que Joshua era autista en un grado elevado. La revelación la hizo pensar que tendría un camino largo y difícil por delante. «Mi hijo es no verbal, usa gestos para comunicar sus necesidades y tiene un mal funcionamiento intelectual. Eso dificultó mucho la socialización, al punto de ser imposible entrar en la iglesia de Dios», dijo.
Bienvenida
Lo que le impactó a esa mujer fue el acogimiento generoso de los miembros de la iglesia. Ella era una inmigrante india que vivía en Londres, y fue invitada a visitar London New Life, una congregación adventista del séptimo día. Después de ser reacia por un tiempo, decidió aceptar la invitación y visitó la iglesia con su familia. Quedó impresionada. «En esa mañana de sábado, de pronto, me sentí tan conectada a las personas, pues ellas aceptaron y celebraron la singularidad de nuestro hijo. No tuve que explicarme por llorar, ni llevar a mi hijo a una sala separada, pues sentí que él pertenecía a ese lugar y sentí a Jesús en esa iglesia».
Anita llegó a dar un testimonio sobre Joshua a los miembros de iglesia. «Mientras subía a la plataforma para dar mi testimonio de madre de un hijo autista, me sentí orgullosa de Joshua, sabiendo que él fue creado para un propósito de la forma como él es, como la Biblia describe en el Salmo 139:14: ‘Te alabaré, porque formidables y maravillosas son tus obras; estoy maravillado y mi alma lo sabe muy bien’”. Este texto describe claramente que toda la creación de Dios puede testificar de su amor».
Un acogimiento que transforma
El acogimiento de la iglesia cambió la vida de Anita. Ella comenzó un camino espiritual para incluir más niños especiales en las actividades religiosas. Entró en contacto con la Asociación Adventista de Necesidades Especiales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en Europa y se volvió voluntaria. Quería aumentar la concienciación de las familias en el Reino Unido para que más personas tengan la experiencia compasiva que ella vivió.[1]
La historia de Anita puede ser la misma de muchas otras mujeres y hombres, madres y padres, que tienen en la familia a alguna persona especial. Son familias que pueden recibir el mismo tipo de acogimiento y cuidado. Es suficiente con tener líderes conscientes, dispuestos a conocer más sobre estas realidades, estudiar y practicar formas de acogimiento que harán de las iglesias espacios compasivos para padres y madres angustiados.
El trastorno del espectro autista (TEA) alcanza entre el 1% y el 2% de la población mundial, según datos del Center of Diseases Control and Prevention (CDC), un órgano de los Estados Unidos.
Líderes inclusivos, iglesias acogedoras
La Iglesia Adventista del Séptimo Día entiende que es necesario incluir a todas las personas en los servicios de comunión, relacionamiento y misión. Por eso instituyó el Ministerio Adventista de las Posibilidades (MAP), para reflejar y concienciar a la comunidad sobre la accesibilidad y la inclusión en la rutina de la adoración, extendiendo compasión y acogimiento.
Fundamentado en la creencia de que el evangelio transforma la forma en la que nos vemos a nosotros mismos, a los demás e incluso a Dios, este ministerio cree que ese evangelio nos conciencia de que, debido al pecado, no hay iglesia, escuela, familia, persona que sea perfecta. La manera en que el MAP percibe la esperanza y la posibilidad, es fundamental. Defiende que el reconocimiento de la dignidad de cada persona, dada por Dios, merece respeto y el tipo de asistencia que hace posible el descubrimiento de habilidades no desarrolladas.
Por eso, el MAP afirma que:
- Todos son talentosos, necesarios y estimados.
- Las personas van a donde son bienvenidas, pero se quedan donde son valoradas.
- El valor es inherente a la creación y no es determinado por lo que una persona puede hacer o no.
- Cada persona es única y tiene un propósito dado por Dios.
- Incluido en ese propósito está el llamado para enriquecer la vida de los demás, que fluye de un sentimiento de gratitud por lo que recibieron.
Guiados por el Espíritu
Es así como se construye un movimiento guiado por el Espíritu Santo y dedicado a ayudar a los individuos a ver sus fuerzas y posibilidades únicas que les son dadas por un Dios amoroso, representadas por siete grupos de personas:
Es importante ampliar la concienciación de los líderes de la iglesia sobre este ministerio, que se establece como un movimiento, más que un departamento. Los líderes deben aprender, conocer más sobre enfoques y acciones inclusivas y de accesibilidad en el espacio del templo y en las actividades colectivas, especialmente los líderes de niños y adolescentes. Estos juveniles, cuando están en esa condición, necesitan apoyo, acogimiento, generosidad e inclusión en la rutina de la comunidad.
Los adventistas creemos que todos podemos ser completos en Cristo y llamados al servicio, independientemente de las deficiencias que podamos tener. Porque absolutamente todos tenemos alguna/s. Creemos, como escribió Elena de White, que «”Al demostrar un interés en las necesidades de la humanidad sufriente podemos llegar mejor hasta sus corazones”, y que “es mucho más fácil completar el cultivo de la mente y del corazón, cuando sentimos tan tierna simpatía por otros que prodigamos nuestros beneficios y privilegios para aliviar sus necesidades».[2]
Eso es lo que podemos ser y hacer. Demos la bienvenida a todas las personas. Hagamos que se sientan acogidas en la iglesia y reflejemos el carácter y el amor de Cristo. Esa será una iglesia inclusiva y una iglesia llena del Espíritu Santo («¡Mirad como se aman!», decían en Pentecostés). Esa es la iglesia que Jesús quiere. Ahora, depende de nosotros.
Autor: Heron Santana, director de Comunicación y Libertad Religiosa para la Unión del Este de Brasil.
Imagen: Shutterstock
Referencias:
[1] SAMUEL, Anita. God’s Clues: a testimonie by Anita Samuel. En la Adventist Possibilities Adventist Homepage. Se puede acceder en: < https://www.possibilityministries.org/gods-clues/>.
[2] White, Elena de. El ministerio de la bondad, p. 201.
Publicación original: El desafío de preparar a las nuevas generaciones para reflejar una iglesia compasiva y relevante