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Todos somos iguales, porque somos diferentes. La neurodivergencia necesita más aceptación, apoyo y adaptación, también en la iglesia. 

Vivimos en una sociedad marcada por la diversidad. Hay diversidad de culturas, ideas, gustos, y hay diversidad en la forma como cada individuo se desarrolla. La mayor parte de las personas posee un desarrollo cerebral común (típico, dentro del promedio). Pero algunas personas están fuera de ese promedio. Simplemente, tienen un cerebro que funciona diferente. Estas personas poseen una «condición neurodivergente». Es lo que llamamos neurodiversidad.

«Difícil», «despistada«, «rara». Estos son algunos calificativos que la neurodivergencia puede recibir, incluso en la iglesia. Eso sucede porque las personas neurodivergentes no se sienten, piensan o se comportan como la mayoría. Algunos ejemplos de esas condiciones son el autismo, el asperger, el TDAH (trastorno de déficit de atención e hiperactividad) y las altas capacidades/superdotación. Y a pesar de que sean una minoría, hay muchos a nuestro alrededor. Se estima que hoy existe 1 autista cada 36 personas, según el Centro de Control y Prevención de las Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), órgano de Estados Unidos.

Diagnóstico

Llegar al diagnóstico de neurodivergencia puede ser un desafío en algunos casos. Hay personas que llegarán a la vida adulta sintiendo los prejuicios de vivir en un ambiente que no corresponde a sus necesidades, pero sin saber que su cerebro tiene una forma de funcionamiento atípico. Cuando antes lo descubrimos, antes podemos ofrecer apoyo y reducir los daños que estas personas pueden tener al vivir en un ambiente común.

Esa es una de las razones por las que necesitamos combatir el preconcepto y dejar de lado los calificativos. Muchos niños dejan de tener acceso a una evaluación profesional porque sus padres no aceptan la idea de que su hijo pueda tener un desarrollo que diverge de la mayoría. Otras personas tienen ideas incorrectas acerca de los profesionales psicólogos y psiquiatras. Por eso, se resisten a buscar ayuda especializada.

Generalmente, ese diagnóstico se realiza a partir de evaluaciones neuropsicológicas asociadas a entrevistas con padres y profesores (en el caso de los niños) y evaluaciones de otros profesionales (por ejemplo, fonoaudiólogo y oftalmólogo). Recibir el diagnóstico correcto, de neurodivergencia, favorece el acceso a un tratamiento adecuado y a derechos que son garantizados por ley para esas personas.

El año pasado recibimos el diagnóstico de doble excepcionalidad de nuestro hijo y pude conocer a varias madres de niños en una situación similar. Además, un diagnóstico correcto nos ayuda a comprender por qué somos como somos y a hacer las adaptaciones necesarias para vivir con más calidad de vida.

Un mundo no adaptado

Suelo decir que «el mundo está hecho para quien está dentro del promedio». Las personas que se encuentran fuera del promedio encontrarán desafíos para convivir en nuestra sociedad. Un niño que se encuentra dentro del espectro autista, por ejemplo, puede necesitar apoyo para sus actividades diarias en la escuela, de la iglesia y en sus diversas actividades cotidianas. Hay personas con TDAH que pueden enfrentar dificultades durante su vida entera si no tienen ayuda profesional o incluso medicamentosa. Las personas con altas capacidades/superdotación pueden sentirse aburridas, frustradas y, aún teniendo una inteligencia por encima del promedio, pueden tener una autoestima poco saludable, pues crecieron en un ambiente que no era capaz de suplir sus necesidades.

El ambiente de la iglesia, así como los demás, también está hecho para la persona promedio. Por eso, para alguien con una condición neurodivergente, participar de los cultos y de otras actividades de la comunidad religiosa puede ser un desafío.

Si para un niño común puede ser difícil estar sentado en reverencia durante todo el culto, imagine para un niño con hiperactividad, por ejemplo. Para algunos autistas, tener que interactuar con tanta gente en la Escuela Sabática puede ser muy estresante. Para las personas con altas capacidades, algunos temas pueden ser aburridos.

Algunos pueden sufrir con el exceso de ruido en el ambiente, otros tendrán dificultad en comprender algunas cosas que se digan. Gran parte de estas personas podrán sentirse juzgadas e incomprendidas por los demás hermanos. Recientemente, escuché una historia de un niño que se puso mal porque un hermano de la iglesia le hizo una broma. Sin embargo, como el cerebro del niño hace una interpretación muy literal de lo que escucha, no entendió que era una broma y se sintió mal por lo que se dijo.

Una iglesia para todos: El MAP

Felizmente, la Iglesia Adventista del Séptimo Día comprende la importancia de acoger en nuestro medio a personas con condiciones neurodivergentes. El Ministerio Adventista de las Posibilidades (MAP) es un área de la Iglesia que trabaja por todas las personas «diferentes» (viudas, huérfanos, personas con capacidades distintas, Sordos, etc. y, por supuesto, neurodivergentes). 

Además, se esfuerza por fomentar la concienciación y sensibilización en los templos, escuelas y comunidades locales con respecto a como recibir, acoger y generar oportunidades para que las personas diferentes puedan ser vistas por sus dones y capacidades y no por ser distintos.

Autora: Karyne Correia, psicóloga y magíster en Psicología, trabaja en el área clínica y realiza atención psicológica online. Es conferenciante y administra la cuenta de Instagram @atendimentopsi 
Imagen: Shutterstock

Publicación original: Conviviendo con la neurodivergencia

 

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