En una sesión académica de 1984, el editor en jefe de la prestigiosa revista internacional de cardiología American Journal of Cardiology dijo a sus colegas: «Les presento un nuevo tratamiento, una “medicina”, que tiene las siguientes propiedades y efectos demostrados: baja los lípidos, es antihipertensivo, es inotrópico positivo, es cronotrópico negativo, vasodilatador, diurético, anorexígeno, reductor del peso, catártico, hipoglucémico, tranquilizante, inductor del sueño y antidepresivo». Ansiosos, los médicos le preguntaron cuál era. Se trataba, simplemente, del ejercicio físico.
«El ejercicio físico fue ordenado por el Dios de la sabiduría» (Elena de White).
Si quisiéramos intentar obtener los innumerables efectos saludables del ejercicio, se requeriría una bolsa llena de diversos medicamentos. La ventaja del ejercicio es que está disponible para todos, no tiene los crecientes costos farmacéuticos, no tiene efectos secundarios ni las interacciones indeseables con otros medicamentos.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el ejercicio moderado –como caminar vigorosamente– es una de las mejores actividades que todos podemos practicar. Para los niños, se recomienda por lo menos una hora de ejercicio activo cada día. Para los adultos, 150 minutos semanales de ejercicio aeróbico y dos o más días de ejercicio de fortalecimiento muscular. Caminar treinta minutos por día, en una sesión o repartido en dos sesiones de quince minutos, reportará múltiples beneficios a tu vida. Sí, el movimiento es vida y el ejercicio es medicina.
Existe una relación estrecha entre la actividad física y la salud mental. Quien puede mover sus músculos puede mover su cerebro y activar sus neuronas. La actividad física promueve la longevidad. Jesús, el Creador de todo el Universo, caminaba muchos kilómetros por día, de aldea en aldea.
¿Por qué hacer ejercicio?
Son múltiples los beneficios del ejercicio: menor riesgo de mortalidad por enfermedad cardiovascular (incluyendo enfermedad cardíaca y ACV), menor riesgo de hipertensión y diabetes tipo II, menor riesgo de hiperlipidemia; menor riesgo de cáncer de vejiga, de mama, de colon, de endometrio, de esófago, de riñón, de pulmón y de estómago.
Además, el ejercicio mejora las funciones cognitivas, reduce el riesgo de demencia, incluida la enfermedad de Alzheimer. Por otra parte, reduce la ansiedad y la depresión, fortalece la salud ósea y mejora la calidad de vida en general.
En los últimos años, disponemos de suficiente evidencia que muestra al ejercicio como un enfoque terapéutico poderoso. Sobre todo, poniendo énfasis en su importancia en la recuperación de pacientes postinfarto agudo de miocardio y accidentes cerebrovasculares, en el tratamiento de la hipertensión, en la evolución y el pronóstico del cáncer, en el tratamiento de la fibromialgia, de la obesidad y la diabetes, entre otros.
Los niños y las pantallas
La obesidad infantil es un verdadero problema de salud pública. El sedentarismo, la alimentación cargada de calorías, grasas animales y contenidos procesados se suman al tiempo excesivo de exposición a pantallas electrónicas. Esto constituye una problemática mundial.
El uso excesivo de los dispositivos electrónicos en los niños ha sido objeto de estudios. Si bien la utilización de celulares y tabletas puede ser con fines educativos (como clases virtuales), hay un aumento peligroso del sedentarismo.
Los niños dependen de muchos factores de su entorno para poder discernir sobre el uso y el abuso de estos dispositivos electrónicos y sus consecuencias. Se ha comprobado que los menores que tienen dispositivos electrónicos en sus habitaciones son más sedentarios, realizan menos actividad física, y presentan mayor frecuencia de sobrepeso y obesidad que aquellos que no los tienen.
¿Quiénes son los encargados de promover hábitos saludables en los hijos? ¡Los padres! Ellos tienen la responsabilidad de incentivarlos, proveerles las herramientas adecuadas y, por sobre todo, conducir con el ejemplo: si tienen una vida activa, los niños también realizarán mayores actividades físicas. Estos resultados se obtuvieron mediante un cuestionario IPAQ (Cuestionario Internacional de Actividad Física). Un ejemplo de hábito nocivo que los niños toman como modelo es el de ver televisión mientras se está almorzando o cenando.
Promover y practicar una cultura de ejercicio y actividad física programada, ya sea en el ámbito personal, familiar o institucional, nos ayudará a disfrutar de más salud física, emocional, social, mental y espiritual.
Autor: Jhony De La Cruz, Médico, profesor e investigador universitario en la Facultad de Medicina Humana de la Universidad Ricardo Palma, en Lima, Perú.
Publicación original: Un supermedicamento