Lo que un simple pan egipcio nos enseña sobre la cultura local y nuestra dependencia de Dios.
El título de este artículo también es el tema para un libro, una canción, un sermón… Es así. El ser humano vive para matar el hambre, y necesita matar el hambre para vivir. Y no estoy hablando solo del apetito físico. Podemos insertar en este contexto el «hambre y sed de justicia», usando la expresión bíblica, el hambre de Dios, de conocimiento, de amor… el hecho es que alimentarse, en todos los ámbitos, es una condición intrínseca a la vida humana.
La bendición del «pan de cada día», citada en la oración que Jesús enseñó, ganó un significado aún más profundo en nuestro viaje a Egipto. ¿Tiene idea de cuán importante es el pan en la mesa de un egipcio? Además, en la mesa de los pueblos árabes, de forma general, prácticamente no existe una comida sin pan. Este artículo es, literalmente, consumido desde el desayuno hasta la cena. Dependiendo del momento, puede ser la entrada, el acompañamiento, la base del plato principal o, simplemente, el elemento central de la comida.
Según The National News*, uno de los portales de noticias de Medio Oriente, Egipto es el mayor consumidor de pan e importador de trigo del mundo. Incluso, el país está sufriendo los efectos de la guerra entre Ucrania y Rusia, ya que este último es su principal proveedor de trigo. En fin, usted entendió que el pan es un alimento básico y esencial en esta cultura.
El Pan de vida
En el árabe egipcio coloquial, el «pan» se llama «aAísh» (عيش). Esta es la misma palabra usada para «vida», tamaña es la importancia de este alimento para la población, especialmente para la gran parte que vive en condiciones de pobreza. Yo suelo decir que, si uno quiere conocer a fondo a un pueblo y a su cultura, hay que aprender su lengua. El idioma es una de las formas en las que la identidad de un pueblo, sus creencias y su cosmovisión se hacen más evidentes. Y el árabe egipcio me ha enseñado mucho sobre la forma de ver el mundo y la conexión que ese pueblo maravilloso tiene con Dios.
En Egipto, hace más de medio siglo, el gobierno subvenciona la venta del tradicional pan egipcio (muy similar al que nosotros conocemos como pan sirio), para que no falte en la mesa del pueblo. Hay innumerables puestos de distribución por el país, donde 10 panes son vendidos al equivalente a menos de un centavo de dólar, por lo menos cinco veces más barato que en las panaderías comunes. El pan no es solo una costumbre, sino que refleja la pobreza del país y la necesidad de un alimento barato y que sustente.
Jesús es el pan
Ahora, hago un paralelismo entre el pueblo egipcio y la multitud que seguía a Jesús mientras él estaba en la Tierra. Así como las palabras «pan» y «vida» son lo mismo por aquí, probablemente también tengan un significado mucho más cercano para el pueblo de Israel, en esa época. Por eso mismo, Cristo usó esta metáfora para hablar al corazón de quienes estaban hambrientos: «Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás» (Juan 6: 35). Y, por la misma razón, incluyó la bendición del «pan» en la oración del «Padre Nuestro».
Pan para la mesa
Desde que aprendí la palabra «pan» en árabe egipcio, siempre que pienso en este alimento, pienso en las palabras de Cristo. También pienso en la vida dura que lleva el pueblo aquí, y en cómo este alimento les es esencial para la vida. Tener pan a la mesa, para mí, me hace reflexionar en que el mundo está hambriento de Cristo, y solamente ese «Pan» será capaz de dar sustento.
Aproveche que usted aprendió el significado de la palabra «pan» en árabe egipcio para hablarle a alguien sobre Cristo, el «Pan de vida», en los próximos días. Además, a nosotros nos gusta mucho tener pan en nuestra mesa, y esta puede ser la introducción de una buena conversación espiritual con alguien cercano a usted que necesita conocer a Cristo.
*Artículo publicado el 13 de agosto de 2021 en el portal The National News, visitado el 30/08/2021.
Autor: Ana Paula, periodista y escritora, fue voluntaria en Egipto entre 2014 y 2015, donde vive actualmente con su esposo, Marcos Eduardo (Zulu), y sus hijas, María Eduarda y Anna Esther. Es autora del libro Desafio nas Águas: Um resgate da história das lanchas médico-missionárias da Amazônia (CPB).
Publicación original: ¿De qué tienes hambre?