Las emociones negativas son las que a menudo permanecen inexpresadas, lo que lleva al sufrimiento en todo nuestro cuerpo. ¿Por qué?
Nuestras emociones y pensamientos pueden afectarnos porque están físicamente conectados al cuerpo a través de los sistemas inmunológico, endocrino y nervioso central. Todas las emociones, incluso las que reprimimos o reprimimos, tienen consecuencias físicas.
Las emociones no expresadas permanecen en el cuerpo, como las bombas de tiempo, y pueden desencadenar enfermedades que pueden desarrollarse en el futuro.
Uno de los principios de la mente inconsciente sostiene que, si se reprime una emoción, su eventual explosión será mucho más fuerte y se manifestará como una enfermedad o una crisis nerviosa. «Lo que resistimos, persiste», dijo Carl Gustav Jung, quien estudió el funcionamiento del inconsciente individual y colectivo. Las emociones con las que nos negamos a participar pueden controlarnos desde el fondo de nuestras mentes y pueden estallar en cualquier momento, en forma de:
- Trastornos emocionales – un estado de nerviosismo o ira (como si fuera una olla a presión), tensión, ataques de pánico, ansiedad, depresión, fobias, etc.
- Problemas cognitivos – problemas de memoria, concentración, enfoque
- Somatización – transferir la tensión psíquica al cuerpo a través de varias aflicciones físicas.
«Las emociones no expresadas nunca morirán. Están enterradas vivas y aparecerán más tarde de formas más feas». (Sigmund Freud).
Emociones tóxicas
Cuando las emociones (que son reacciones naturales, consideradas como indicadores de nuestro interior) no se expresan, se vuelven tóxicas para nuestra mente y nuestro cuerpo.
La mayoría de las emociones que interfieren con su vida diaria no están relacionadas con el presente. Estas respuestas emocionales están ligadas a dolorosos recuerdos de la infancia que hemos `encerrado´ en el interior.
Cuando estos recuerdos se desencadenan subconscientemente, toda nuestra razón se va por la ventana. Nos volvemos rígidos, hipersensibles, irracionales e inseguros. Durante estos episodios, tenemos la impresión de que conocemos la razón de estas reacciones, convencidos de que se relacionan con un acontecimiento presente. La verdad es que pertenecen a un trauma pasado.
Estos `desencadenantes´ del presente nos confrontan con traumas pasados por una simple razón: nuestro cuerpo ya no quiere ser prisionero de emociones tóxicas. Hay una estrecha conexión entre la mente y el cuerpo, que puede enviarnos ciertas señales. Por ejemplo, si una persona está estresada, puede experimentar migrañas, náuseas, vértigo, debilitamiento de la inmunidad o incluso desencadenar enfermedades autoinmunes.
Tomando conciencia de las emociones
Las emociones tóxicas pueden dañar nuestra autoestima, la confianza, el amor por nosotros mismos y a veces las consecuencias pueden ser adicciones, codependencia, depresión, ataques de pánico, ansiedad, todo lo cual actúa como válvulas de alivio de presión.
Las emociones pueden ser muy dolorosas, especialmente cuando no nos permitimos sentirlas. Cuando permitimos que las emociones se expresen, notaremos que no fueron ellas las que nos causaron el dolor, sino nuestro rechazo a ellas todo el tiempo.
El primer paso es tomar conciencia de las emociones y sus desencadenantes. Luego podemos empezar a `cavar´ y permitir que nuestros sentimientos resurjan. Finalmente, podemos permitirnos experimentar plenamente nuestras emociones.
Este proceso puede ser difícil, con muchos altibajos, pero también puede ser la clave para tu libertad emocional.
Recuerda que igual que hay médicos del cuerpo, también hay médicos de la mente. Si estás sufriendo, busca ayuda con un psicólogo cristiano. Ellos pueden ayudarte a superar tus traumas, de la mano de Dios.
Autor: Youth Alive, un programa diseñado para desarrollar la resiliencia entre los adolescentes y los adultos jóvenes, equipándolos para que tomen decisiones saludables. A través del programa Youth Alive, los adolescentes pueden comprender mejor sus dones y su propósito. Entra en: https://youthaliveportal.org/es
PUBLICACIÓN ORIGINAL: ¿Qué pasa con las emociones negativas reprimidas?