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La solidaridad es la adhesión a la causa, opinión, situación u objetivos de otros, e incumbe tanto al que da, como al que recibe, aunque sin perder de vista, lo que los receptores puedan y deban aportar para compensar.

La solidaridad también es apoyo, respaldo, unión, ayuda, protección, participación, favor, aval, defensa, adhesión, apego, fidelidad, caridad, generosidad, filantropía, lealtad, camaradería, fraternidad, etc.  Lo contrario de solidaridad es el individualismo, la indiferencia y el egoísmo.

La solidaridad trabaja en paralelo con el amor, la caridad, la generosidad, el altruismo, el voluntariado, la sensibilidad, el respeto, la justicia, la autoexigencia, la empatía. etc. La solidaridad no es solamente caridad, es principalmente sentir empatía y demostrarla por las causas justas. Tanto bien puede hacer una caridad en dinero, como una conferencia sobre la solidaridad por alguna causa, que arrastre a otros a ayudar. Esa conferencia, artículo, libro, mensaje, conversación o postura civil, puede mover a muchas más personas en la dirección adecuada que un simple donativo para la causa, aunque menos es nada. Una cosa es la caridad y otra cosa son los actos solidarios hechos de forma inteligente, proactiva, comprometida y coherente.

Una limosna puede no ser solidaria, puede ser un “acallar la conciencia” o “para quitarse un problema de encima”. La solidaridad va mucho mas lejos, pues está íntimamente relacionada con la identificación del problema o de la idea que se persigue.

La solidaridad no es solamente cuando se aplica en casos de crisis puntuales, continuas o en determinados momentos, difíciles y extraordinarios. Es una actitud que debe mantenerse con hechos reales, para ayudar a que determinadas causas buenas, se consoliden y crezcan. La solidaridad es un proceso, que se va aprendiendo poco a poco, desde la infancia, para ejercerla con todos los que la necesitan, incluso aunque no la pidan.

Si la solidaridad está bien asentada, como una de las principales virtudes y valores humanos, será mucho más fácil realizarla, siempre o en los momentos necesarios. Ese deseo y obligación de ayudar a los demás no desaparecerá en el momento que se terminen o se nos olvide, voluntaria o involuntariamente, la crisis o la situación por la que en esa ocasión, nos hemos hecho solidarios. Es el apoyo inteligente, que se tiene que dar en cualquier ámbito de la vida, a los que lo necesitan, pero no solamente con el sentido de ayuda y limosna caritativa, ya que debe hacerse sin esperar recompensas, reconocimientos o pagos por lo realizado.

La solidaridad empieza con el prójimo más cercano, que es el necesitado “más próximo”. Hay muchas personas, organizaciones y buenas causas a nuestro alrededor, que tienen graves necesidades, al encontrase en situaciones difíciles económicas, laborales, familiares, muchas veces ajenas a su buen  hacer.

La solidaridad no es solamente un sentimiento circunstancial y voluble. Es una actitud frente a la vida, realizada de forma constante, razonable y desprendida, en beneficio del prójimo, la cual siempre repercute favorablemente en quien la ejerce.

Hay muchas formas de expresar la solidaridad con la familia, los amigos y la sociedad en general. Sobre todo en los momentos que la sociedad, las personas en particular, grupos excluidos, marginados o indefensos, tienen más dificultades económicas, sanitarias, religiosas, etcétera.

Revista Adventista de España