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El miércoles 26 de junio descansaba en el Señor, nuestro querido hermano y amigo de Calahorra, Pascual Soret. Predicador enérgico. Clarinetista secreto. Carpintero y empresario influyente. Apasionado de su familia. Entregado a la obra de Dios.

Pascual vivió casi 89 años, una vida larga y llena de experiencias. Vivió momentos muy felices y de muchas satisfacciones, pero también, momentos de intenso dolor. Vivió la experiencia del fallecimiento, primero de su amada esposa Carmen, después la de su hijo mayor, Justo, y después, la de su tercer hijo, Samuel. Nunca fue fácil vivir esta experiencia para nadie, tampoco para Pascual. Pero él siempre lo llevó con fe y con paciencia, “sabiendo que mi redentor vive” (Job 19:25). Gran lección para nosotros.

Pascual comprendió y aplicó muy bien el texto de Pablo cuando dijo: “He aprendido a contentarme cualquiera sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:11-13). Pascual, tanto en los momentos buenos como en los menos buenos, todavía seguía repitiendo su frase de siempre: “Estoy contento de estar contento”.

Pero Pascual, también vivió momentos de gran dicha y felicidad. Mientras vivió, fue un hombre enamorado:

  • Enamorado de su esposa Carmen, a quien nunca dejó de mencionar, a pesar de haber ido al descanso hacía ya muchos años.
  • Enamorado de sus cuatro hijos, por quienes estuvo dispuesto a darlo todo.
  • Enamorado de las personas, a quienes ayudó alrededor del mundo gracias a su buen hacer en los negocios y la bendición del cielo.
  • Enamorado de la iglesia, donde invirtió sus energías y recursos. Fue Anciano en función pastoral de sostén propio durante muchos años: miembro de Consejo de la Unión; miembro del Consejo de Adra España; presidente de ASI, en sus comienzos, y vicepresidente después.
  • Enamorado de la predicación y la evangelización. Durante años fue a hacer campañas en diferentes países de Centro América y Sudamérica, mostrando el poder que el evangelio tenía para transformar vidas.
  • Y finalmente fue un hombre enamorado de Jesús. En sus conversaciones era raro que no mencionase, en numerosas ocasiones, lo bueno que había sido el Señor con él.

Y, para terminar, me gustaría definirle como ese creyente que murió con las botas puestas. Hasta prácticamente su muerte, Pascual quiso trabajar para Aquel que le había tratado tan bien. Su última labor, convertir un pequeño grupo de hermanos en una hermosa iglesia en la ciudad de Soria. Ese fue su último desafío donde gastó sus últimas fuerzas.

Pascual, todos los que te conocimos te queremos decir: Gracias por las cosas buenas que tenías; gracias por el ejemplo que nos diste; y gracias por la ayuda que nos brindaste, a través de sabios consejos y ricas experiencias.

Ahora, sólo tienes que esperar, para que el Señor cumpla en ti lo que dejó escrito en su Palabra: “Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus sobras con ellos siguen” (Apocalipsis 14:13).

Descanse en Paz. Amén.

 

Autor: Jesús Calvo, pastor de Madrid Alenza y Horeb.
Fotografías: Carolina Valdés.

Revista Adventista de España