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Durante la convención de AEGUAE 2018, celebrada del 6 al 9 de diciembre en el CAM de Entrepeñas, los asistentes elaboramos una serie de puntos que, creemos, son importantes para la iglesia. La directiva resumió lo más repetido dando origen a un manifiesto.

En la convención AEGUAE de 2018 realizamos varias dinámicas, en grupos, para discutir sobre el sentido de nuestra iglesia en particular, y de las iglesias en general. La directiva percibió que los asistentes “estaban con muchas ganas” de decir lo que pensaban. Había un “choque de cosmovisiones”, pero se dio el diálogo necesario para poder compartir ideas y experiencias, algo que muy necesario hoy en día.

Como añadido hubo dos espacios de comunicaciones, de 15min, en los que los asistentes tuvieron oportunidad de tratar aspectos como: la diversidad cultural, la transparencia o distintos proyectos e ideas para mejorar las iglesias. Esto aportó nuevos ingredientes para el debate del que, más tarde, nacería el manifiesto, elaborado por Álvaro Doladé e Isaac Llopis. 

Una manera visual de gritar una necesidad

El manifiesto es, en realidad, una manera sintética y visual de gritar una necesidad. En la convención se vivió un ambiente asambleario constructivo fruto de una urgencia, y es que muchos amigos abandonan las iglesias. Éstas no satisfacen las necesidades básicas de la mayoría. Muchas veces se generan dinámicas turbias que simplemente producen rechazo entre los asistentes. En resumen, se percibe desilusión general, posiblemente por la situación social que se vive, por el choque cultural, etc. 

Los presentes nos dimos cuenta de que teníamos que hacer algo. Los miembros laicos también podemos realizar enriquecedoras aportaciones, no somos simplemente consumidores de los productos que genera la institución. Podemos ayudar con nuevas propuestas, como se ha hecho de forma puntual a lo largo de los años.

El objetivo

Así nació este manifiesto que pretende aportar, a todas las iglesias, un resumen de las discusiones vividas en la convención. Creemos que son un denominador común de lo que se vive en muchas de ellas. Si sirve para que algunos se sientan copartícipes, genial; si moviliza a algunos para repensar y proponer nuevos formatos de iglesia, o renovar los que ya hay, estupendo. 

No es que nos sintamos profetas, pero sí creemos que la iglesia somos todos. Tenemos dirigentes para proponer y liderar, cierto, pero los demás también tenemos la responsabilidad de decir lo que pensamos para promover cambios y mejoras. Solamente así podremos generar el crecimiento que la iglesia necesita, a través de la motivación, y los canales, para que la gente (la iglesia) diga lo que piensa.

El manifiesto

En primera persona

Este manifiesto está escrito en 1ª persona del singular porque creemos que la responsabilidad para mejorar la iglesia es de cada uno. No se trata de liberarse de responsabilidades y culpar al otro (tipo Gn 3), sino ser conscientes que todos tenemos una parte.

Seré sensible con los asistentes a la iglesia

  • La sensibilidad con el otro, con personas que conozco o no conozco es esencial, somos diversos y cuesta ser empáticos, debemos esforzarnos en esta dirección.

Crearé espacios para el crecimiento orgánico espiritual

  • Ya sea en la iglesia o en apartados de la misma, es necesario que haya maneras de crecer espiritualmente. Muchas veces salimos los sábados igual (o peor) que como hemos entrado, y eso no puede ser.

¡Haré iglesia más allá del sábado! 

  • A veces interiorizamos demasiado esto de adventistas del 7º día, y olvidamos que somos cristianos cada día. La iglesia no es una reunión ocasional, sino una comunidad de ayuda personal y espiritual.

Crearé o ampliaré un grupo pequeño

  • Creemos en los grupos pequeños, como grupos de conexión y proximidad, de diálogo profundo, y donde se vive la iglesia de forma auténtica y genuina. 
  • Mi iglesia ideal no es para mí, es para ellos. No seamos egoístas. No creemos una iglesia a nuestra semejanza, sino seamos sensibles con los de nuestro entorno, y pensemos qué hacer para ellos, para su relación con Dios.
  • Mi iglesia no es sagrada. El otro sí. Frecuentemente sacralizamos los ritos, los espacios, las liturgias, etc. pero en cambio para Jesús lo sagrado son las personas, especialmente aquellas que sufren. Prioricemos las personas, y ayudémonos humanamente. La iglesia no es el edificio, ni el pan de la santa cena, son las personas que celebran a Cristo y que requieren de ayuda.

Serviré con excelencia. Siempre.

  • Creemos que las cosas muchas veces ni se preparan. Vale más hacer poco pero hacerlo bien, es más, excelente, lo mejor que se pueda.

No juzgaré a los demás, aunque me cueste

  • Este es un punto esencial, y en el que estamos todos. Juzgamos sin parar, y de forma masiva, y muchas veces juzgamos el comportamiento de alguien que está pasándolo realmente mal. Allí tenemos todos una responsabilidad enorme, hace falta una revolución empática al respecto.

Me abriré a la sensibilidad artística de los demás

  • Vemos que como iglesia fomentamos poco el arte y la creatividad, pero la espiritualidad está íntimamente conectada con el arte. Creemos que vale la pena más espacios de poesía, música y artes plásticas, fomentando la diversidad creativa de cada uno.

Tendré más intención, flexibilidad y empatía en el servicio de mi iglesia

  • Estos son valores esenciales cuando se tratan grupos de personas diversos en muchos niveles.

Voy a dejar que el aire fresco entre en mi iglesia

  • El aire fresco oxigena, saca el mal olor, etc. Muchas veces ponemos muros hacia el exterior, pero creemos que del entorno se aprenden cosas buenas. Una iglesia conectada al barrio o al pueblo donde pertenece tiene las puertas y las ventanas abiertas, es porosa a las necesidades de su entorno. 
  • Dejaré que iglesias con enfoques distintos convivan en paz. Está claro que debe haber iglesias con misiones y visiones distintas, no somos todos iguales, y no se debe imponer lo que cada comunidad decida. Creemos en un espacio de convivencia de formas de hacer iglesia distintas, y vale la pena fomentar esa diversidad, para poder ayudar a personas distintas.

Y, sobre todo, voy a poner a Jesús en el centro de mi iglesia

  • Jesús ha de ser el núcleo de mi vida. Obviamente nuestro centro es Jesús, el porqué y el sentido de nuestra iglesia es Él. De Cristo allí surge la esperanza, la fe y la propia iglesia.

Manifiesto de AEGUAE 

Isaac Llopis. Presidente de AEGUAE

 

Revista Adventista de España