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El coronavirus ha llegado a nuestras vidas para quedarse, al menos, durante un tiempo. A pesar de que su acción de mortalidad no es extremadamente elevada, si lo es su capacidad de transmisión. Una “voracidad infecciosa” que puede afectar en mayor medida a algunos grupos de riesgo como personas mayores o personas con algunas discapacidades y enfermedades crónicas.  Al refugiarnos en nuestras casas esto ha provocado unos cambios de rutinas generales, comportamientos disruptivos en las personas autistas, y la crisis del coronavirus ha cambiado por completo su día a día.

Lucía es una niña de 7 años y con tan solo estar tres días en su casa encerrada por el virus, ya tiene su maleta preparada. La ha llenado con su ropa perfectamente doblada y ordenada. No para de decir las palabras “coche, “maleta” y playa”. Para ella, estar más de dos días seguidos en casa es sinónimo de vacaciones, y es muy complicado para sus padres explicarle que el nuevo coronavirus ha parado todo y no pueden ir a la playa de vacaciones.

El estado de alarma, decretado por muchos Gobiernos, ha confinados a todos a estar en sus hogares. Colegios, tiendas, iglesias han cerrado sus puertas. Y esto para niños como Lucía es terrible.

Las personas con autismo dependen de sus rutinas

Las personas con autismo necesitan una rutina estructurada para anticiparse a los sucesos que puedan ocurrir, además de la gran importancia de mantener, al menos, el 90% de las rutinas.

La situación de los países frente a esta enfermedad está llegando a ser desbordante en muchos hospitales. Los médicos se han visto rebasados por la enfermedad al grado de que tienen que elegir a quien salvan del COVID-19, por lo que el contagio hacia una persona con discapacidad lo hace más vulnerable ante esta situación. Algunas patologías de discapacidad pueden estar asociadas, o no, con alguna insuficiencia orgánica y provocarle una mayor gravedad. Por eso, las personas discapacitadas corren el riesgo de ser rechazadas. 

Tengamos presentes, en nuestras oraciones a este colectivo y sus familias. Estamos viviendo una situación de contención difícil a nivel mundial, pero seamos conscientes de la situación aún mas compleja de las personas discapacitadas, y sobre todo de los niños autistas. Los niños autistas sufren intensamente el estar encerrados en casa. Les supone una situación de tensión muy elevada y deben tener actividades al aire libre para su equilibrio psíquico y emocional, exponiéndose ellos y sus familias al peligro del virus y sus consecuencias. No agravemos esa situación con nuestros prejuicios o críticas.

Si vemos a un niño o niña con un brazalete azul por la calle, seamos solidaros y comprendamos que tienen una situación especial de autismo. Lee más sobre este tema aquí: ¿Qué significa el brazalete azul de los niños y niñas para salir a la calle durante el confinamiento?

Autora: Taida L. Rivero Herrera. Directora del Ministerio de Sordos en España. Educadora Infantil-Estudiante de pedagogía.

Revista Adventista de España