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Lo que los padres deben enseñar.

Los padres son un magnífico ejemplo de generosidad, pues sin su labor, el sustento diario, el orden en casa, la educación y bienestar de los hijos, etc. no existiría la familia. Por lo tanto, tiene que educar a los hijos en la virtud y valor humano de la generosidad, ya que es fundamental para que los hijos lleguen a la plenitud de su formación como personas.

Los padres, con ejemplos claros, deben practicar la generosidad delante de los hijos y hacérsela notar, aunque nada más sea para que sirva de ejemplo y se acostumbren posteriormente a practicarla.

Tienen que acostumbrar a los hijos a que sean generosos y que hagan de la generosidad un hábito, que se acostumbren a perdonar, etc. Esto cimentará la rectitud de motivos y desarrollará, la intensidad de ejercer esta virtud humana.

Deben motivar a los hijos hacia la generosidad, explicándoles situaciones donde podrían ellos mismos ejercer voluntariamente, la generosidad con su dinero, tiempo, juguetes, ropas, libros, posibilidades de perdón, cariño, buenos tratos, etc.

Encauzándoles para que actúen con su iniciativa personal, en ayudar a los demás.

La labor principal de los padres consiste en dar a sus hijos, un conocimiento profundo de los criterios, con los que deberán regir sus vidas, para posteriormente dejarles actuar, pero siempre, son un planteamiento de seguimiento del aprendizaje, en las virtudes y valores humanos, pero sugiriéndoles cambios cuando sea conveniente.

Es muy importante hacerles ver a los hijos que ejercitar la virtud de la generosidad no se debe dejar para cuando las cosas marchen, como a nosotros nos gustaría, hay que ejercitarla continuamente Les deben acostumbrar a que sean generosos, en todos los ordenes de las cosas, principalmente las que más les cuestan, como por ejemplo en la administración de su tiempo dedicado al estudio, al trabajo, a la familia, a la religión, a los amigos, etc. También deben enseñarles claramente, la virtud de la generosidad con las cosas materiales, como sus propiedades, dinero, ropas, libros, etc.

Para que sean generosos, tienen que enseñarles a utilizar la voluntad y razonar lo que vayan a hacer, siempre en función de lo que tienen y de las necesidades de los demás, que tienen que estar perfectamente bien aclaradas. Estos razonamientos no deben discriminar sus comportamientos, en las relaciones familiares, amistades o grupos sociales.

La generosidad no tiene que hacerse, cuando sea un capricho de las otras personas, solamente debe hacerse cuando sea una necesidad. Es conveniente conocer bien la situación propia y la de las otras personas, para poder obrar con prudencia y congruencia, con lo que se tiene, con lo que se da y con las necesidades ajenas.

Revista Adventista de España