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El 23 de julio de 2022, nuestro hermano Jorge dio el “Sí quiero” al Señor en la Iglesia Adventista del Séptimo Día de Las Fuentes (Zaragoza). 

Y ahora estaba frente a las aguas del bautisterio. El agua «ni fría ni caliente» cosquilleaba las puntas de sus pies. Mientras se iba sumergiendo, echó un vistazo a su derecha, desde donde la modesta congregación de Las Fuentes le dirigía una cálida sonrisa. Aquellos eran sus hermanos. Con los que compartiría una misión, proyectos, pruebas, y finalmente… el infinito.

Esa era una decisión que marcaría un antes y un después en su vida. Y aunque temía a los tropiezos que le acechaban del pasado y las pruebas del futuro, la voz del Padre era clara, diciendo: «Te amo, y eres precioso ante mis ojos», «Estaré contigo siempre, hasta el fin del mundo». Y Jorge supo que esa era promesa suficiente.

Los dedos de Jorge se anclaron al brazo del pastor Rubén Guzmán y en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo recibió un corazón nuevo. Cuando sus párpados se cerraron, el cielo abrió sus puertas. Todos se asomaron a ver al que por la sangre de Cristo había aceptado el ticket de «para siempre con el Padre». Un pasaje gratuito, cuyo precio era muy alto.

Morir para volver a nacer

Dejando de respirar durante unos segundos, su cuerpo fue sumergido completamente. Querido lector, los ángeles presentes y el cielo entero, aguantaron la respiración con él. El sonido de su cuerpo, al levantarse del agua, se fundió con los aplausos eternos que llenaron las alturas. Dejó sepultado al «yo del pasado» en esa tumba líquida. Los brazos que le colocaron nuevamente en pie representaban a los de aquel que, colgando sobre un madero, había aguantado el peso del mundo. Esas aguas reverberaban la promesa de que el pecado quedaría hundido para siempre gracias a la oportunidad que yacía en las maltratadas palmas de las manos de Cristo. Para Jorge. Para ti.

Aún con los ojos cerrados abrazó al pastor Rubén. Anhelaba que llegase ese día cuando será Jesús a quien abrazará. Seguramente estará ojiplático por el cielo, viendo esas «cosas que el ojo no vio, ni oído oyó». Entonces reconocerá esa voz sin haberla escuchado nunca. Se dará la vuelta y se encontrará con esa mirada que dirá «te conozco, te llamo por tu nombre, eres mío». Reconocerá la sonrisa de su mejor amigo, y no dudará ni un segundo en lanzarse a sus brazos.
¿Cómo será abrazar a Jesús? ¿Cómo describir ese abrazo?

Testimonio

Jorge cuenta que: «Uno de los momentos más especiales para mí, fue sentir de parte de los miembros de la iglesia la alegría y emoción sincera que se experimenta cuando el hijo vuelve a casa. Ver el rostro sonriente de todos, y sentir en las palabras de mi pastor Rubén, a ese amigo sincero que te dice “estaré para lo que necesites”. Esos momentos fueron los más especiales para mí. Dios me confirmó que está siempre dispuesto, no importa nuestra experiencia personal, a perdonarnos. Gracias a mi hijo de 7 años, a las oraciones de mi esposa, de mi madre y familia en Venezuela, me siento en paz con Dios y estoy esperando su pronta venida. ¡MARANATHA!».

Autores: Equipo Las Fuentes

Revista Adventista de España