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Con profundo pesar, nos despedimos de la hermana Josefa Cárceles Martínez, conocida cariñosamente como Fina, quien ha pasado al descanso. Fina, esposa del pastor Pedro Sánchez, nos dejó el pasado sábado 24 de agosto de 2024, por la noche, según nos informó su familia. Desde la UAE transmitimos nuestras condolencias a sus hijos Miriam y Josué, así como al resto de familiares. Jesús viene pronto y volveremos a disfrutar de la sempiterna sonrisa de Fina, de su cariño y de sus sabios consejos. 

Aunque conocida por muchos de los hermanos, los más jóvenes tal vez necesiten un poco más de información. Por eso, he recogido los testimonios de varios hermanos que han compartido valiosas palabras que nos permiten rendir un homenaje sincero y emotivo a esta gran mujer. Finalmente, una sincera semblanza del profesor José Álvaro Martín, yerno de Fina.

Un legado de amor y servicio

El pastor Manuel García, desde Alicante, expresó sentidas palabras hacia la familia, destacando que, gracias a la labor pastoral de Pedro y Fina, pudo conocer al Señor, recibir estudios bíblicos y bautizarse. Este testimonio es solo uno de los muchos que reflejan el impacto que Fina tuvo en la vida de quienes la conocieron.

La hermana Amparo Benlloch, líder en la iglesia de Aluche, Madrid, también compartió su recuerdo:

«Fina era una persona maravillosa, completamente dedicada al trabajo en la iglesia del Señor. Se hacía querer, siempre cariñosa y dispuesta a favorecer a todos. Era una verdadera cristiana, con un corazón inmenso y una sonrisa que transmitía paz. Sentimos profundamente su partida, pero vivimos con la esperanza de que un día nos encontraremos en el día de la resurrección».

Fina no solo fue un pilar en el ministerio pastoral, sino que también dedicó gran parte de su vida a formar a nuestros niños en los exploradores, muchos de los cuales ahora son adultos con grandes responsabilidades en nuestras iglesias.

Testimonios de una vida de entrega

El pastor Luis Alberto Fernández describió a Fina con estas palabras:

«Fina Cárceles, esposa del pastor Pedro Sánchez, fue fundamental para la naciente iglesia de Valladolid en los años 80. Durante ese tiempo, la iglesia creció y se fortaleció, formando una comunidad unida y hermosa. Fina y Pedro fueron el inicio de la vida espiritual de muchos, incluyendo la mía, ya que fueron ellos quienes me instruyeron y me bautizaron. Ambos sembraron el mensaje del Evangelio en nuestros corazones, y su legado perdura más de 40 años después. Pedro y Fina eran más que pastores; su cercanía transmitía seguridad, afecto y cariño. Fina era una mujer consagrada, sabia y cercana, una auténtica mujer de pastor. Ahora, descansan ambos en las promesas de la resurrección, que muy pronto se cumplirá en el retorno de Jesús. Desde estas sencillas, pero significativas palabras, enviamos todo nuestro recuerdo y cariño hacia Fina Cárceles y Pedro Sánchez, y un enorme abrazo a sus hijos Miriam y Josué, así como a toda su familia. Muy pronto llegará el día en que dejaremos de despedirnos de aquellos que la muerte nos arrebata. Maranata, el Señor viene, y viene pronto».

Un «adios» temporal

El servicio de despedida tuvo lugar el 26 de agosto a las 12 del mediodía en el tanatorio de Sagunto, donde el pastor Jesús Calvo compartió un mensaje de esperanza.

En nombre de AMAF, de la Asociación Ministerial y de la administración de la UAE, enviamos nuestro más sincero pésame a la familia doliente por esta sensible pérdida.

Palabras de consuelo

En estos momentos de tristeza, nos inspiran las palabras del himno «Cuando mi lucha toque a su final»:

«Cuando mi lucha toque a su final
y me halle salvo en la playa eternal,
junto al que adoro, mi Rey celestial,
eterna gloria será para mí.
Gloria sin fin eso será,
gloria sin fin eso será.
Cuando por gracia su faz vea allí,
eterna gloria será para mí».

Que estas palabras nos brinden consuelo hasta que nos volvamos a ver con nuestros seres queridos. ¡Falta poco ya!

Añadimos a continuación la semblanza del profesor José Álvaro Martín, yerno de Fina.

FINA CÁRCELES MARTÍNEZ (1943-2024)

Lo dice Paul Ricoeur (1913-2005): «Somos el resultado de nuestra historia; de cómo hemos ido plantándole cara a las dificultades con las que la vida se ha empeñado en herirnos».
Ante todas ellas, Josefina (Fina para familia y amigos) decidió no rendirse.

Su padre pertenecía a una familia del bando perdedor, durante nuestra tenebrosa guerra civil. Su madre, integraba un núcleo familiar de clase media, en la, por entonces, pequeña localidad murciana de Lorca. Se enamoraron y, ante los reparos familiares por las diferencias sociales de ambos, decidieron abandonar sus domicilios y casarse, para vivir mejor su amor prohibido.

Con el tiempo, la madre de Fina contrajo tuberculosis e ingresó en un sanatorio para ser tratada. Durante ese periodo, privada de cuidados maternos, la propia Fina resultó internada en un convento bajo la supervisión de religiosas. Separada, forzosamente, de sus progenitores y sometida a férreas disciplinas monacales, su alegría, sus ganas de jugar, sus ilusiones vitales, se fueron disipando. Solo la posterior recuperación materna, tras perder dos costillas en el proceso, le permitieron volver a sonreír.

Fina, en Badalona

Más tarde, la familia decidió trasladarse a Badalona (Barcelona). Fina, siendo todavía muy adolescente, empezó a trabajar en una fábrica textil, confeccionando corbatas. El trabajo en cadena imponía que la empresa cronometrara sus tiempos de producción. Aprendió a ser rápida y eficaz, entregando todo su sueldo en casa.

Durante ese mismo periodo, Fina conoció a Pedro Sánchez, la persona de la que vivió enamorada durante cada instante de su vida. También trabó amistad con Mari Estebanell, infatigable compañera de trabajo, con quien construyó una amistad que duraría para siempre.

Fue Mari quien le invitó a estudiar la Biblia, en unas reuniones clandestinas, a las que acudió con Pedro. Su formación católica se vio transformada cuando descubrió el amor sin condiciones difundido incansablemente por Jesús de Nazareth. Aceptó ser bautizada compartiendo ese nuevo credo, que le permitió vivir inundada, cada día, por la esperanza. Su compañero del alma compartió la decisión y dejó de trabajar como delineante, para estudiar teología protestante, en Francia. Ambos compartieron siempre su vocación pastoral de apertura solidaria hacia los demás.

Zaragoza, Valladolid… Sagunto

Así, por ejemplo, Fina cosió, gratuitamente, para quienes no tenían recursos, vendió libros de salud durante su estancia en Zaragoza, enseñó religión (a un nivel infantil) en Valladolid…

Pero llegó la enfermedad de Pedro. Llegaron las preguntas sobre el por qué de ese sufrimiento atroz, el desgarro vivido en soledad, el oscuro vacío de la pérdida.

Y…, había que seguir. Había que aprender a vivir de otra forma. Además, estaban los hijos quienes no habían acabado sus estudios, ni habían formado, todavía, sus propias familias….

Y Fina no se rindió. Continuó confiando en que siempre podían abrirse nuevos caminos, en que siempre valdría la pena plantarle cara a toda forma de negatividad…

Así, por ejemplo, acogió en su casa a emigrantes ucranianos que huían de la guerra, becó los estudios de muchos alumnos en Sagunto, practicó una discreta escucha activa ante los problemas que le eran confiados…

Creyó que tenía sentido entregarle sus cargas a Aquel que podía llevarlas y vivió con una esperanza que nada, ni nadie le pudo arrebatar, en ningún caso, ni en ninguna circunstancia.

Autor: Richard Ruszuly, secretario ministerial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.
Semblanza del profesor José Álvaro Martín

Revista Adventista de España