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“Daos prisa, id a mi padre… y no riñáis por el camino” (Gén. 45:9,24)

La vida de José es una de las historias bíblicas que más me atraen, es admirable la nobleza, la lealtad, integridad y humildad de este joven, que a una temprana edad se ve sometido a un torbellino de situaciones extremas de celos, intrigas, envidias, acoso sexual, olvido, pero también el mismo éxito y gloria fueron parte de ese torbellino.

De hijo preferido a hermano odiado, de hermano odiado a esclavo, de esclavo a reo o preso del estado, y de reo a interprete de sueños y de interprete de sueños y olvidado en la prisión a ser el segundo hombre de importancia en el mayor imperio de la época “en cuanto a civilización, arte y ciencia no tenia rival” ED,50.

Su vida era más parecida a un tío vivo, a una montaña rusa, que a la vida normal de un joven pastor de la Canaán de aquellos tiempos.

El emotivo reencuentro de José y sus hermanos

Génesis 45 narra con una sencillez conmovedora, el encuentro en el que José se da a conocer a sus hermanos, los que le vendieron como esclavo veinte años atrás, a una caravana de Madianitas (Gén. 37:28). José llora en voz alta (sus gritos de dolor son oídos hasta en el palacio del Faraón) y amargamente y se puede percibir en el rostro de sus hermanos, en su silencio cuán profundamente perturbados están (Gén. 45:3-4).

Ahora han sido abrazados y perdonados por su hermano José y a pesar de no pasar por alto su mal proceder reconoce como Dios escribiendo en renglones torcidos le glorificó y estableció como señor de todo para que ellos ahora encuentren “vida por medio de gran liberación” (vers.7-8). Este testimonio de gracia suprime de sus almas la culpa, la tristeza y el temor (vers. 5), podrán regresar habiendo sido objeto del perdón y la misericordia de su hermano.

Ya con la caravana lista y llena de las mejores provisiones y  con la invitación de venir  y recibir una tierra fértil, comer de la abundancia del país y la promesa que la riqueza de Egipto sería de ellos (vers. 17-20), José besó a todos sus hermanos, luego se echó sobre el cuello de Benjamín, su hermano menor y lloraron juntos, ¡Cuánto amor! Cuántos buenos sentimientos!

“No riñáis…”

José que conoce bien a sus hermanos les hace un último encargo o recomendación “Daos prisa, id a mi padre … No riñáis por el camino” (vers. 9,24)

Para llegar a Canaán deben atravesar todo el país y si llegasen a reñir o se levantasen contiendas entre ellos ¡qué espectáculo si alguna malicia o engaño, hipocresía o envidia, viniese a levantar contiendas! (1Ped. 2.1) ¿No darían un triste testimonio allí en Egipto donde deben caminar como vivos testigos de la maravillosa gracia de José?

De camino al encuentro de su padre, solo un tema debería ocupar y llenar sus corazones, una sola persona debería absorberlos y constituir el tema de las conversaciones durante la travesía del desierto. El recuerdo de un pasado humillante que hacía brillar la gracia con que habían sido recibidos, perdonados, enriquecidos y colmados, debía ser para ellos un motivo de constantemente meditación y conversación en los altos y bajos del camino, y si, durante el agotador camino, uno tenia queja del otro, ¿no lo perdonaría así como José le había perdonado? (Col. 3:13).

“No riñáis por el camino” excluía toda amargura en sus relaciones, toda ira, todo enojo, todo resentimiento, para llevarlos en armonía a pesar del sol, y la sed, siendo compasivos. Humildes y fraternales los uno con los otros (Ef. 4:31-32; 1 Ped. 3:8-9).

¿De quien hablamos por el camino?

Judá, Rubén, Benjamín y los demás hermanos iban a Canaán al encuentro de su padre, nosotros vamos hacia la Canaán celestial al encuentro de nuestro Padre, Dios y Salvador. ¿De qué y de quién hablamos por el camino? Ana hablaba de Él (Luc. 2:38), el “yo” generador de contiendas, orgulloso, cruel y resentido (Prov. 13:10), desaparece y muere cuando el corazón está ocupado por Cristo. El mundo nos observa, nuestro testimonio será la única Biblia que muchos leerán. ¡Qué deshonra hay para el nombre del Señor cuando ve, oye, o sabe de las discordias y luchas entre aquellos que se dicen ser de Él! ¡Reproche pesado sobre el Evangelio! ¡Qué desmentida queda nuestra profesión de fe!

Necesitamos “ser uno”

Escuchemos el ruego de Jesús al Padre “para que todos sea uno … para que el mundo crea…Yo en ellos, y tú en mi, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tu me enviaste” (Juan 17:21, 23), él sabía y tenia claro cual es el mayor peligro en el camino a casa del Padre “No es oposición del mundo la que nos hace peligrar más. El mal que los cristianos profesos guardan en su corazón nos expone al más grave de los desastres, y retarda el progreso de la obra de Dios. No hay modo mas seguro de debilitar nuestra vida espiritual que el ser envidiosos, sospechar unos de otros y dejarnos llevar crítica y la calumnia” CPI, 78

Es importante para la vitalidad y prosperidad de nuestras iglesias, para sanar nuestras relaciones, para arrancar la raíz de amargura y  la desunión  prestar atención y llevar a la práctica el mandamiento de Jesús: “…si te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda… y anda reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (Mat. 5:23-249),”…el que expresa fe en el amor perdonador de Dios y al mismo tiempo cultiva un espíritu de animosidad, estará tan sólo representado una farsa” DMJ, 53.

Una iglesia unida puede acortar el camino que resta para el regreso a casa

Hoy, como iglesia, tenemos grandes oportunidades para proclamar la esperanza a este mundo. Así mismo, enfrentamos nuestros mayores desafíos. El enemigo sabe que una iglesia unida, que busca el poder del Espíritu Santo, que está preocupada en formar discípulos y en mantenerse concentrada en la misión puede acortar el camino que resta para el regreso al casa del Padre. Por ese motivo, hace de todo para impedir el progreso de la obra de Dios, por ello hoy más que nunca la recomendación  de José es necesaria “Daos prisa, id a mi padre … y no riñáis por el camino”

El año 2020 en el Plan Estratégico de la UAE es el año VIVE la auténtica fraternidad, es una invitación a sanar las relaciones interpersonales y convertir nuestra iglesia en un oasis, u refugio de esperanza, un hogar,  “un pequeño cielo en la tierra…” HC, 11. ¿Orarás y harás todo lo posible para que sí sea? ¿Te unes a esta desafío? Pongamos lo ojos en Jesús el autor y consumador de nuestra fe y avancemos. (Heb. 12:2)

Autor: Gabriel Díaz, departamental de Ministerio Personal, Escuela Sabática, Evangelización y Misión Global de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.
Imagen: Photo by Duy Pham on Unsplash

Revista Adventista de España