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En el ínterin entre los capítulos 12 y 13, Nehemías regresa a Babilonia. Aunque no sabemos por cuánto tiempo se ausentó, cuando regresó (probablemente, alrededor de 430–425 a.C.), el pueblo había reincidido en sus malos hábitos. Si bien había pactado con Dios en estas cuestiones (no casarse con idólatras; guardar fielmente el sábado; y ocuparse del Templo y su personal mediante los diezmos y las ofrendas [Neh. 10]), había violado las tres promesas.

Cuando Nehemías regresó, los encontró muy descuidados en su devoción a Dios. El pueblo había dejado de devolver los diezmos y las ofrendas, comenzó a usar las salas del Templo para otros fines, dejó de guardar el sábado correctamente e incluso volvió a celebrar matrimonios con las naciones circundantes. Lo peor de todo es que los dirigentes que él había dejado a cargo fueron los que contribuyeron al deterioro de la relación de los israelitas con Dios. No es de extrañar que Nehemías haya quedado devastado cuando se enteró de cuánto habían cambiado. Sin embargo, en lugar de aceptarlo, una vez más como lo exigía su carácter, intervino para la gloria de Dios.

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Nehemías 13:1–9Deuteronomio 23:3–6Nehemías 13:10–14Números 18:21–24Nehemías 13:15–22Juan 5:5–16.

Revista Adventista de España