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Equipo de trabajo del Comité de la Escuela Adventista en Mouseitbeh, Beirut, Líbano. (Créditos: Dr. Elías Choufani)

El martes 23 de septiembre, el personal de la Escuela Adventista en Mouseitbeh (ASM, por sus siglas en inglés) en Beirut, recibió cerca de 35 familias, un aproximado de 250 personas, incluyendo 55 niños con edades de entre 1 mes hasta 15 años, que llegaron buscando refugio del bombardeo directo en sus pueblos.

La Escuela Adventista en Mouseitbeh ha abierto sus puertas a familias desplazadas por quinta vez, continuando con su legado de servicio a la comunidad. Con la escuela completamente llena y los recursos agotándose, los administradores advierten: «Estamos cansados y abrumados pero estamos también decididos a continuar ayudando».

Las explosiones sacudieron las pequeñas comunidades en el sur de Líbano, mientras los aviones sobrevolaban, detonando sus letales cargas. Los residentes, al darse cuenta que tendrían que huir para salvar sus vidas, juntaron todo lo que pudieron, se amontonaron con sus pertenencias dentro de los vehículos, y se unieron a las largas filas de personas que se dirigían rumbo a algún lugar, a cualquier lugar.

Buscando un lugar seguro

Nadie sabía cuál podría ser ese lugar, nadie sabía dónde dormirían esa noche, pero nada de eso importaba. El pensamiento predominante en el corazón de cada padre era llevar a sus hijos y padres ancianos hacia un lugar seguro. Mientras la larga línea de vehículos que avanzaba lentamente hacia Beirut, la capital, y otras áreas seguras, nadie podía saber que esa noche, en el momento más desesperante de sus vidas, Dios ya estaba preparando una respuesta, una que involucraba a la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

Llegamos a Mouseitbeh, un vecindario bullicioso en el corazón de Beirut. Como parte del equipo de Comunicación de la Unión de Medio Oriente y Norte de África (MENAU), visitamos la Escuela Adventista en esa zona para ser testigos de cómo una vez más había abierto sus puertas para las familias desplazadas que huían de la creciente crisis.

Condiciones en las que viven estas familias desplazadas forzadamente. (Créditos: Dima Choufani)

El conflicto que inició en octubre del año pasado se había intensificado en las últimas semanas, con múltiples incidentes en diferentes partes de Líbano, incluyendo muchos pueblos en el sur, el Valle de Beqaa, partes de los suburbios del sur de Beirut y otras zonas; los residentes de esas áreas han tenido que huir.

El legado de proveer refugio

El legado de la escuela de proveer refugio se remonta hasta 1978, posteriormente en crisis similares en 1982, 1996, 2006 y ahora en 2024. Esta vasta experiencia ha demostrado ser de gran valor para hacer frente a la actual emergencia.

Durante aproximadamente veinte minutos, condujimos en círculos por las sobrepobladas calles, decididos a encontrar un espacio de aparcamiento entre los miles de civiles que huyeron y que tomaron el vecindario como refugio. Se sentía en el aire la tensión. Minutos antes de llegar a las puertas de la escuela nuestros corazones saltaron, dos explosiones sónicas retumbaron en la ciudad, dándonos escalofríos porque por unos instantes pensamos que eran bombas.

Una vez que llegamos, fuimos cálidamente recibidos por algunos miembros del equipo, quienes evidentemente mostraban signos de cansancio. Sin embargo, en cada rostro había una inconfundible expresión de determinación.

Desde el estallido del conflicto, la escuela ha formado un grupo especial que ha estado vigilante, monitoreando la situación y planificando posibles respuestas basadas en sus experiencias previas.

Alcanzando un punto crítico

Cuando las tensiones aumentaron en los meses recientes, el equipo de trabajo de la ASM empezó a formular un plan más concreto. Sin embargo, la situación alcanzó un punto crítico el lunes 22 de septiembre, cuando la escuela recibió una llamada urgente informando que las familias desplazadas de al menos cinco poblados del sur del Líbano llegarían de manera inminente. Con casi nada de tiempo para preparar suministros como ropa de cama, productos de higiene o alimentos, la escuela abrió sus puertas de todos modos.

Mientras el personal que trabaja en la escuela nos guiaba hacia la sala de reuniones, con vistas hacia el patio trasero, nos paramos en la ventana y observamos la escena: al menos veinte personas reunidas, la mayoría eran mujeres sentadas mientras sus hijos se aferraban a ellas. La ropa, lavada apresuradamente, estaba tendida a lo largo de un banco y una cuerda para secarse. Grupos de personas conversaban en voz baja, con rostros que mostraban el peso de la pérdida. Fue entonces cuando Dima, con un rostro desvelado, nos saludó y contó cómo se habían desarrollado los acontecimientos.

Siendo la líder del equipo especial, Dima está a cargo de supervisar el cuidado, protección y las necesidades básicas de las personas desplazadas internamente (IDP, por sus siglas en inglés). Se unió a nosotros su hermana Jana, quien es maestra en la escuela. Más tarde, el Dr. Elías Choufani, el director de ASM, también se unió.

250 personas llegan buscando refugio

El martes 23 de septiembre, el personal de la escuela recibió cerca de 35 familias, un aproximado de 250 personas, incluyendo 55 niños con edades de entre 1 mes hasta 15 años, que llegaron buscando refugio del bombardeo directo en sus pueblos.

«Todas estas familias vienen del sur de Líbano, donde los altercados han sido más intensos», comentó Dima. Esa primera noche las familias tuvieron que dormir en el suelo por falta de ropa de cama adecuada. A pesar de estas difíciles circunstancias, el equipo trabajó incansablemente para proveerles la mayor comodidad posible.

La situación que esas familias enfrentan es desgarradora. Muchos han perdido familias enteras porque sus casas o aldeas han sido bombardeadas. Ellos están lidiando con la pérdida de seres amados, casas y su forma de vivir. El dolor es evidente, pero a pesar de eso, continúan siendo cariñosos, respetuosos y amables. Es su naturaleza, y ni siquiera las condiciones más terribles de la guerra se las quitarán.

«Cuidar de las familias requiere una atención especial por la noche, porque es cuando ellos se reúnen y sus necesidades son más evidentes. Estamos haciendo lo mejor que podemos, pero las condiciones están lejos de ser ideales. Están duchándose con cubetas porque no tenemos instalaciones apropiadas para bañarse. No tienen privacidad. Están comiendo comidas preparadas porque el edificio no está equipado con cocinas para ese propósito». Declaró con firmeza el Dr. Choufani.

Iniciativas y solidaridad

El equipo formado por la escuela ha planificado varias iniciativas para apoyar a las familias desplazadas, incluyendo un club de lectura, un comité de concienciación y un comité de deportes. Sin embargo, estas actividades aún no se han iniciado ya que las familias se están ajustando a esta temporal forma de vida y procesando sus pérdidas.

La respuesta de la comunidad ha sido notable, maestros, personal, padres, estudiantes y exalumnos, todos colaborando a ayudar. Gran parte de la ayuda asistencial ha llegado a través de iniciativas personales de los miembros de la administración, quienes han estado contactando a amigos, familiares y compañeros de clase. Esta comunicación de boca a boca ha creado una cadena de apoyo que actualmente está asegurando satisfacer las necesidades básicas de las familias.

Fue entonces cuando el rostro del Dr. Choufani se iluminó y dijo: «Un joven estudiante de 3er grado se acercó a la escuela ayer, acompañado de sus padres y me dijo: “Quiero ayudar, quiero donar un sistema pequeño de filtración de agua.” Ciertamente, era algo pequeño, pero él estaba realmente feliz de contribuir, y yo no podía contener mi felicidad de ver a nuestros jóvenes estudiantes haciendo todo lo posible para ayudar de cualquier manera posible».

Trabajando sin descanso

Todos los que están involucrados trabajando en Mouseitbeh lo están haciendo sin descanso, 18 horas cada día, en actividades que consumen mucho tiempo. «Aquí siempre hay algo que hacer, alguna manera de ayudar. No hay un solo minuto en el que no pase nada». Atinó a decir, Dima.

Sin embargo, a medida que la crisis continúa sin señales de un final, la escuela se encuentra en un punto crítico. «Ahora estamos en nuestra máxima capacidad», mencionó Jana, una maestra apasionada. «Hemos acogido a tantas familias como nos fue posible, y nuestros recursos están al límite. Necesitamos urgentemente apoyo para continuar proveyendo para esas familias desplazadas».

«Es frustrante para todos nosotros ver que estas familias necesitan cosas esenciales, ver las pérdidas que están experimentado y sentir que hay poco que podamos hacer para ayudarles», continuó Jana, mientras todos escuchábamos sus palabras con atención. «Pero queremos ayudar, todos quieren ayudar. Nuestros corazones nos duelen porque queremos ser capaces de hacer más».

Necesidades básicas

Le preguntamos a Jana cómo podíamos ayudar, y sus prioridades no son por la creciente preocupación por la infraestructura de la escuela, ni el tiempo y recursos para acondicionar los espacios una vez que la crisis termine. Su preocupación está en las familias que necesitan desesperadamente cosas básicas como artículos básicos de higiene, alimentos, ropa para cama, materiales para dormir, ropa y artículos para bebés.

La situación actual se complica considerablemente por la crisis económica que enfrenta el país. Los precios de los bienes básicos se han disparado. Un colchón usado que normalmente cuesta 6 USD, recientemente alcanzó los 50 USD. Sin embargo, la escuela está haciendo lo mejor que puede para manejar los limitados fondos, aunque las necesidades superan por mucho los recursos disponibles.

El Dr. Choufani nos miró con sus ojos llenos de valentía y del Espíritu Santo y dijo: «Más allá de estos desafíos, para nosotros, esta es una manera de vivir nuestra fe. Estamos demostrando nuestra identidad, nuestra identidad como iglesia, nuestra identidad cristiana y nuestra identidad humana, a través de la acción. Nuestro equipo es como nuestra familia, somos una familia. Nos estamos cuidando unos a otros y nos apoyamos mutuamente mientras trabajamos intensamente para ser discípulos».

Reconocimiento

La dedicación de los empleados de la escuela no ha pasado desapercibida. Miembros de la comunidad se han acercado al Dr. Choufani y le han dicho: «¡Lo que están haciendo, la manera en la que están ayudando! Nadie más lo está haciendo».

Vale la pena mencionar que a lo largo de la calle hacia la ASM, el vecindario tiene al menos otras siete escuelas más, y cada una está en su máxima capacidad, albergando a más de 1.500 personas desplazadas internas (IDPs, por sus siglas en inglés). Este hecho, dicho por la visiblemente exhausta Jana, fue difícil de aceptar. Esto subraya la magnitud de la crisis y el papel crucial que esas instituciones educativas están realizando al proveer refugio y apoyo.

Después de apagar la grabadora, nos despedimos de estos cansados pero esperanzados miembros de la Escuela Adventista en Mouseitbeh. En nuestro camino mientras bajábamos las escaleras, nos cruzamos con dos mujeres, que incluso después de haber perdido todo, aún tenían una pequeña y triste sonrisa en sus rostros. Cuando nos subimos al coche y tomábamos el camino de regreso a la oficina, no podíamos evitar pensar: ¿Cuándo terminará esto? El sufrimiento, la guerra, el dolor. En ese momento, lo único que pudimos hacer fue orar en silencio: Ven pronto, Señor Jesús.

A medida que esta crisis continúa desarrollándose, sin un final claro a la vista y con la incertidumbre de si estas familias alguna vez podrán regresar a sus hogares, la Escuela Adventista en Mouseitbeh se mantiene como un rayo de esperanza, encarnando los principios de compasión, servicio y comunidad que en están en corazón de la Educación Adventista.

Para mayor información sobre cómo contribuir, por favor escribe a [email protected]

Autoras: Martina Gómez y Jessica Mandigo.
Imágenes de Dima Choufani.

Publicación original: Faith in Action: Adventist School in Beirut Sheltering Families Amid Crisis

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