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INVESTIGACIÓN BÍBLICA, una serie histórica, apologética y bíblica donde abordamos preguntas y temas profundos que nos hacen reflexionar sobre nuestra fe y nuestra relación con Dios. Presentado por diversos pastores de la Iglesia Adventista en España.

🔎 En este nuevo video nos enfrentamos, junto a Noemí Durán, a la pregunta: ‘¿EXISTEN EVIDENCIAS CIENTÍFICAS DEL DISEÑO EN LA NATURALEZA?’

¡Descubre las respuestas y reflexiona con nosotros!

💡 Explora los misterios del diseño en la naturaleza y la fascinante capacidad humana para reconocer patrones de intencionalidad en nuestro entorno.
🌿✨ Contempla la asombrosa maquinaria biológica que supera a las creaciones artificiales y examina la información codificada en el ADN que guía la formación y funcionalidad de los seres vivos.
🔍 Descubre cómo científicos y filósofos han abordado este debate, y cuestiona si la evolución es la única explicación plausible para la complejidad y diversidad de la vida en la Tierra.

 

¿Existen evidencias científicas de diseño en la naturaleza? 

Las personas tenemos la capacidad de reconocer el diseño. Cuando observamos una máquina sofisticada, como un avión o un microscopio, sabemos que se trata de productos de la inteligencia humana. Pero nos pasa lo mismo con las máquinas simples, si nos dijeran que un molino o una ratonera se ha formado lentamente por procesos naturales, no lo creeríamos.

También ocurre con el lenguaje. Cuando leemos un texto, sabemos que alguien lo ha escrito. Incluso si no lo entendemos, porque no conocemos el idioma o está codificado, reconocemos un patrón y eso nos indica intencionalidad.

La búsqueda y el reconocimiento de diseño es habitual en muchos ámbitos científicos. Los arqueólogos deben averiguar si un montón de piedras peculiar es el producto casual de un derrumbamiento rocoso o los restos de una construcción humana. Y si las hendiduras encontradas en la superficie de una roca fueron creadas por la erosión o contienen algún tipo de mensaje. Si esas marcas muestran un patrón complejo, los científicos pueden deducir que se trata de un alfabeto antiguo e intentar descifrarlo. Si al traducirlo, la roca revela un texto religioso, histórico o mercantil, entonces no hay duda. Alguien lo escribió.

La cuestión es que los seres vivos muestran muchas características que consideramos evidencias inequívocas de diseño. Los animales son máquinas complejas, mucho más sofisticadas y eficientes que sus equivalentes artificiales. Si comparamos un águila con un avión o un colibrí con un dron, las versiones biológicas siempre ganan, y lo mismo ocurre si nos fijamos en sus órganos.

El ojo

El ojo humano es una potente cámara fotográfica en miniatura, el cerebro, un superordenador y el corazón, una bomba de gran eficiencia y durabilidad, capaz de desplazar 5 litros de sangre por minuto, sin parar, durante 70 u 80 años. Incluso a nivel celular, los seres vivos contienen máquinas moleculares microscópicas que sorprenden a los científicos por la velocidad y la precisión con la que realizan sus funciones. El flagelo bacteriano es un motor de propulsión en miniatura que gira a cientos de revoluciones por minuto, impulsando a la célula a una velocidad equivalente al doble de la de un guepardo si tenemos en cuenta sus respectivos tamaños.

El ADN

La simple existencia de estas máquinas biológicas extraordinarias debería llevarnos a la conclusión de que fueron diseñadas por una inteligencia también extraordinaria, pero la evidencia se intensifica si consideramos el proceso de fabricación de dichas máquinas. Los animales se construyen a sí mismos usando un plano presente en sus células. Ese plano se encuentra en el ADN, una molécula alargada en la que están escritas las instrucciones para fabricar, ensamblar y mantener en funcionamiento todas las partes del organismo.

La información del ADN se encuentra codificada en un lenguaje que solo utiliza cuatro tipos de símbolos, de manera similar al código binario de los ordenadores que nos permite almacenar una enorme cantidad de información utilizando solo unos y ceros. Las células contienen la maquinaria necesaria para leer el ADN, descifrarlo y seguir sus instrucciones y eso es lo que permite a los seres vivos desarrollarse y realizar sus funciones.

Si un arqueólogo encontrara una roca con un mensaje formado por una larga secuencia de cuatro símbolos y al descifrarlo descubriera que contiene instrucciones para construir una fábrica automatizada y autosostenible de drones, ordenadores o cámaras fotográficas, ¿no concluiría automáticamente que ese mensaje tiene un origen inteligente?

Todos los científicos reconocen que hay diseño en la naturaleza

Todos los científicos reconocen evidencias de diseño en la naturaleza. Incluso el ateo Richard Dawkins, en su libro El Relojero Ciego, admite que los pájaros parecen tan diseñados como los aviones, pero argumenta que se trata de una convincente “ilusión de diseño” de la selección natural.

El problema es que ni la selección natural ni ningún otro proceso natural conocido puede explicar el origen de los sofisticados sistemas de los seres vivos porque no pueden explicar el origen de la información implicada en ellos. No existe ningún proceso natural que pueda inventar un código, como el código genético, y usarlo para escribir un mensaje con sentido formado por millones de letras en un orden preciso.

Francis Crick, descubridor de la estructura del ADN, escribió que “Los biólogos deben recordar constantemente que lo que ven no fue diseñado, sino que evolucionó”. Si los biólogos debemos autoconvencernos de que las maravillas naturales que observamos son producto de la evolución, ¿no será porque la evidencia indica precisamente lo contrario? ¿No sería más lógico seguir la evidencia hacia donde nos lleve en lugar de imponer conclusiones naturalistas que contradicen a los datos y al sentido común?

Y todo esto, sin considerar otras evidencias como el ajuste fino del universo, la complejidad irreducible, el orden y la belleza, la conciencia y la moral, o el valor del ser humano.

Revista Adventista de España