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El 02 de marzo de 2024, en la iglesia adventista del Sur de Tenerife, el Ministerio de la Mujer realizó un programa de énfasis en la oración. El enfoque para este año es «Enciende tu vida de oración».

Durante la Escuela Sabática se resaltaron cuatro puntos a tomar en cuenta para tener una vida de oración:

  • La oración enciende el cambio
  • La oración enciende la esperanza
  • La oración enciende la unidad
  • La oración enciende el perdón

Sabiendo que la oración constante puede encender el cambio, la esperanza, la unidad y el perdón en nuestra vida y en nuestra iglesia, debemos tener en cuenta la importancia de estar consagrados en oración en todo momento y circunstancia.

La oración nos permite resistir la tentación; mejora nuestra salud mental; nos convierte en personas agradecidas; desarrolla en nosotros un carácter semejante al de Jesús.

Por la tarde, el Ministerio de la Mujer continuó su programación con diversas dinámicas para incentivar la oración intercesora. Leímos oraciones que están escritas en la Biblia y reflexionamos sobre ellas. Debemos tener una vida de oración constante por nosotros y nuestros semejantes.

Llamadas a trabajar por Cristo

Las mujeres de la iglesia estamos llamadas a trabajar en la obra redentora comisionada por nuestro señor en Marcos 16:15. Por eso, el
Ministerio de la Mujer sostiene, anima, y desafía a las mujeres en su diario caminar como hijas de Jesucristo y como miembros de iglesia.

Sus objetivos son fomentar el crecimiento y la renovación espiritual entre las mujeres, ya que son de gran valor por creación y redención, capacitándolas para servir en la iglesia y en la comunidad.

Debemos orar con fe, perseverancia y confianza en Dios. Debemos trabajar diligentemente en su obra, mientras nos preparamos para su venida.

Sobre la oración

«Orar es el acto de abrir nuestro corazón a Dios como a un amigo. No es que se necesite esto para que Dios sepa lo que somos, sino a fin de capacitarnos para recibirle. La oración no baja a Dios hacia nosotros, antes bien nos eleva a Él.
Cuando Jesús estuvo sobre la tierra, enseñó a sus discípulos a orar. Les enseñó a presentar a Dios sus necesidades diarias y a confiarle toda su solicitud. Y la seguridad que les dio de que sus oraciones serían oídas nos es dada también a nosotros.

»El Señor Jesús mismo, cuando habitó entre los hombres, oraba frecuentemente. Nuestro Salvador se identificó con nuestras necesidades y flaquezas al convertirse en un suplicante que imploraba de su Padre nueva provisión de fuerza, para avanzar vigorizado para el deber y la prueba. Él es nuestro ejemplo en todas las cosas. Es un hermano en nuestras debilidades, «tentado en todo así como nosotros», pero como ser inmaculado, rehuyó el mal; su alma sufrió las luchas y torturas de un mundo de pecado.

»Como humano, la oración fue para Él una necesidad y un privilegio. Encontraba consuelo y gozo en la comunión con su Padre. Y si el Salvador de los hombres, el Hijo de Dios, sintió la necesidad de orar, ¡cuánto más nosotros, débiles mortales, manchados por el pecado, no debemos sentir la necesidad de orar con fervor y constancia!» (Ellen G. de White, El camino a Cristo, 93)

Autora: Bárbara Rodríguez, responsable de comunicaciones de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en Tenerife Sur.
Fotos: Iván Romero

Revista Adventista de España