El 26 de enero de 2024 durmió en el Señor mi madre, Victoria Molina Palacios. Ocurrió la trágica casualidad de que una de sus mejores amigas, Amparo Cerdá, fallecía justo unas horas antes. Sus hijos, amigos míos desde la infancia, compartieron conmigo momentos muy duros. El Señor, familia y amigos, estuvieron con nosotros dándonos fuerzas para superar tan terrible trance. Doy gracias a Él, doy gracias a todos.
Pero, ¿quién fue Victoria Molina? Muchos la conoceréis porque era la viuda del pastor Carlos Sangüesa, fallecido hace muchos años. Tuvo el cariño y el aprecio de un montón de personas, aunque ella nunca supo muy bien por qué. No se consideraba merecedora de tanto amor. Siempre tan humilde. Era una gran persona y para quien no la conoció, quiero contaros un poco quién fue, hacer un pequeño relato de su vida. Espero ser justo con su memoria.
Victoria Molina
Aquí la tenéis a ella muy jovencita. Una foto hecha seguramente cuando tenía veintitantos años.
Nació un 24 de diciembre de 1931 en Madrid, en pleno barrio de Chamberí. Más madrileña no se podía ser. Muy cerca de lo que es hoy la iglesia de Alenza.
Cuando estalló la Guerra Civil ella era muy pequeña. De los cinco a los ocho años estuvo en casas de campo lejos del enfrentamiento bélico, en la Eliana, muy cerca de Valencia, y en Mas Nou, en la provincia de Barcelona.
Luego vivió en su ciudad natal las penurias de la postguerra, la temprana muerte de su hermana, y la pérdida de su madre primero y de su padre después. A los 13 años tuvo que hacerse cargo de su casa.
Sobrevivió con dignidad, esfuerzo y trabajo esos años de adolescencia y juventud. Y conoció el Evangelio y a quien poco más adelante sería su marido.
Esposa del pastor Carlos Sangüesa
Él era Carlos Sangüesa. Cuando mi madre lo vio, pensó: «éste va a ser para mí». Y así fue. Típica historia de chico aragonés, alto, joven y guapo, conoce a madrileña de buen tipo, muy simpática.
Se casaron el 19 de octubre de 1958. Casarse con un pastor comportaba, y aún hoy es así, estar cambiando de residencia cada cuatro o cinco años. Pero a ella no le importó porque juntos compartían la misma ilusión de predicar el evangelio y ser misioneros.
A mi padre lo destinaron primero a Zaragoza y luego a Alcoy. Allí lo pasaron mal por la férrea vigilancia de la Guardia Civil en plena época del franquismo. Pero tuvieron un regalo del cielo llamado Rubén. Luego fueron a Algeciras, y tuvieron otro regalo, a mi otro hermano Arturo, Gabi para la familia. Allí recibieron una llamada. Si querían, a la mañana siguiente, debían partir hacia Guinea Ecuatorial. Los dos aceptaron pues era su ilusión de siempre ser misioneros en África.
Allí pasaron 7 años muy duros, pero que dejaron una huella imborrable en toda mi familia. Y allí nací yo.
Enfermedad y muerte del pastor Carlos Sangüesa
Ésta, ya, es una foto de los años ’80. Mi padre ya estaba enfermo debido a un ictus. Fue el primer pastor que tuvo una incapacidad permanente. Duró casi diez años. Fueron años muy difíciles. Su familia fue un gran apoyo. Yo pude ver el amor que mi madre le tenía, y el cariño con que le cuidaba. Falleció un 20 de noviembre de 1990. Poco tiempo después, mi hermano Rubén empezaba a formar una familia con una mujer impresionante.
Durante muchos años mi madre ejerció de ama de casa (con tres hijos varones), esposa de pastor y colportora, llevando el evangelio en forma de libros a muchos hogares.
Rodeada de su familia, y esperando la Segunda Venida
Ella vivió sola en el piso de Valencia, muy cerca de la iglesia de Vives, su iglesia de toda la vida. Allí pudo ver cómo la familia aumentaba con nueras y nietos que la iban a visitar. Siempre muy agradecida a Dios por los hijos y sus familias, que la vida le había dado. Nunca dejó de predicar el evangelio, de dar testimonio. Era lo que llevaba en su interior y así lo transmitió a todo el que la rodeaba. Y es que, cuando sabes que Cristo vuelve pronto, no puedes contener la alegría de la buena nueva, no puedes evitar compartirla.
¡Señor, ven pronto!
Autor: Darío Sangüesa Molina, profesor de Secundaria en el Campus Adventista de Sagunto (CAS).
Impresionante Darío te felicito por la familia que has tenido.
Querido primo. Nos ha gustado mucho la semblanza que has escrito de tus padres. Nos hizo muy feliz pasar un tiempo con la tía Victoria y tu familia hace unos meses atrás. En verdad era una mujer excepcional, muy cariñosa y agradecida. Os enviamos mucho amor y que la paz del cielo llene vuestros corazones.
Darío, me ha parecido muy dulce tu reseña de la vida de tus papás. Enhorabuena por haber tenido unos papás tan adorables y comprometidos con su familia y su fe. Espero conocerlos en un mundo lleno de dicha junto a nuestro Señor y Padre.
Un abrazo.
Mari Carmen (Esposa A. Martínez, pastor jubilado)
Querido primo,
Ya sabes que yo empecé mi ministerio en la iglesia de Valencia Vives con tu papá. Tu eras entonces muy pequeño (nuestro hijo Cristian que se llevaba poco contigo te llamaba “Tatío”), pero da la coincidencia de que coincidimos en vivir un poco de tiempo en la misma finca. Puedo dar testimonio de que has tenido unos padres profundamente cristianos, de una bondad e integridad excepcionales, entregados a su trabajo y su familia. Solo lamento no haber estado más tiempo con ellos, pues mi propio ministerio me sacó de Valencia al poco tiempo de llegar vosotros, y después, cuando regresamos a España tu papá, mi tio Carlos, ya descansaba esperando la resurrección. Conchi y yo te queremos mucho y te deseamos junto a tu querida familia, las mejores bendiciones del cielo. Un gran abrazo doble para los tres.
Gracias Darío por honrar a tus padres. Tengo recuerdo ya lejano de ellos, pero mis padres, por el parentesco que les unía y el ministerio, hablaban de vuestra estancia en África.
Ya queda poquito para volverlos a ver en el gran encuentro. Mientras, nos aferramos al Todopoderoso y Salvador Jesús. Un abrazo.