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Foto: FB de Alhelí Ortíz

Del 30 de junio al 11 de julio, el área de atención a la juventud (JAE) de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España organizó junto con la Escuela de Tiempo Libre CARPE VITAE, un curso de monitores en las instalaciones del Centro Educativo Adventista de Sagunto (CEAS).

En esta primera experiencia piloto conjunta de las dos entidades participaron 30 jóvenes, el máximo que permite la ley sobre cursos de formación en tiempo libre, venidos de todo el territorio nacional.

Las experiencias adquiridas, el conocimiento y las materias desarrolladas impactaron en estos jóvenes, preparados y dispuestos, después del curso, a servir de monitores en los próximos campamentos JAE.

A continuación relatamos el testimonio de una de las participantes al curso, Nahikari Gutiérrez Malaxechevarría, de la Iglesia de Madrid Alenza.

TESTIMONIO SOBRE EL CURSO DE MONITORES JAE-CARPE VITAE, CEAS 30 JUNIO-11 JULIO

30 jóvenes- sobre todo en espíritu- del territorio nacional nos reunimos, el domingo 30 de junio, en el hemiciclo del CEAS. Éramos muchos desconocidos o de los que sólo te suenan sus caras, con entre 9 y 13 horas diarias y 12 jornadas por delante para enterarse en qué consistía eso de ser monitor de tiempo libre.

Dicen que “sarna con gusto no pica” y eso es lo que llegó a ser el curso para nosotros. Porque en dos días el grupo estaba bien cohesionado y con una complicidad muy desarrollada- para tortura de los profesores-. Muchas veces tenían que sacarnos del aula para que descargáramos energía con los juegos, danzas y canciones de “campamento” que en nuestra memoria suponen una fuente de divertidísimas anécdotas y también útiles herramientas… ya sabéis, siempre es bueno saber cómo hacer el indio.

Así, poco a poco, con paciencia de todos entre risas, apuntes y alguna cabezada, fuimos hablando de legalidad, responsabilidad, riesgos, psicopedagogía, programación, el arte de jugar, etc. Y con debates, concursos, presentaciones, charlas y representaciones nos fuimos sacando el título.

Quiero agradecer a los profesores: a Edu, Richi, Diego, Ester, Eva, Alheli, Isaac, Rubén, Sabina, JAE y la escuela de tiempo libre Carpe Vitae por su esfuerzo, buena voluntad, por no darnos clases magistrales sino contar con nosotros mismos para nuestro propio aprendizaje.

Para terminar no quiero dejar de plasmar en estas líneas mis dos momentos favoritos del curso, y me arriesgo a decir, momentos que a todos los 30 nos marcaron.

El primero de ellos fue cuando Ester Pérez entró en el gallinero que se había convertido nuestra clase después de semana y media de curso. Y a pesar del horror se atrevió a ver en nosotros personas que podían ser algo más que caras de cansancio y frustración o gallinas parloteando. Tras ponernos las pilas y acoger nuestras inquietudes se puso un disfraz que para ella es muy real- el de directora de un campamento-. En un periquete nos convirtió a los 30 en el equipo seleccionado por JAE para programar un campamento de una semana. Depositó en nosotros la responsabilidad y nos dio la motivación, nos convirtió en un equipo que se estrujaba el cerebro para, juntos, sacar el mejor proyecto posible. Los roles se repartieron: monitores, instructores y capellana; y entre todos sacamos adelante el campamento ¡Ya tenemos uno programado en la reserva! Fue el traer la teoría a la práctica, el acoger nuestras quejas con cariño y justicia, y el reconocimiento de nuestro potencial que ella vio y depositó en nosotros lo que nos recargó las pilas motivacionales para terminar con el intensivo.

El otro momentazo -y os recomiendo a todos que hagáis esta actividad para trabajar el espíritu de equipo- es cuando Edu nos vino con un reto, un reto para el equipo. Teníamos que pasar todos por un agujero de 60 cm de diámetro a metro y medio del suelo que él había hecho en papel cubriendo el marco de la puerta. ¡Buena la teníamos! Gran hazaña fue mentalizarnos, motivarnos, suplicarnos, idear una estrategia, vencer miedos y complejos, y dejarnos los riñones y los brazos (sobre todo los chicos) para que todo el equipo lograse pasar. Al final lo conseguimos y conseguimos más que victoria, también satisfacción, cohesión, seguridad en el equipo, involucración de todos en el proyecto, comprensión y ver que no estamos tan gordas como para que dos chicos nos puedan coger en volandas… ¡Os echo de menos, equipo!

Y los que no habéis tenido esta experiencia, no debéis perdérosla el año que viene. ¡Nos vemos en los campas!

Revista Adventista de España