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Anna es la madre de una de las cientos de personas que están siendo atendidas, después de que pasara el ciclón por Vanuatu.

Cerca de 300 personas en la capital de Vanuatu pasan sus noches en una escuela secundaria adventista, uno de los 10 centros de evacuación que ADRA mantiene en el archipiélago del Pacífico Sur.

Anna es uno de ellas.

Cuando Anna comenzó a buscar refugio del ciclón tropical Pam, nunca esperó que estaría llamando a un salón de clases su hogar temporal.

Al escuchar las advertencias de tormenta que se avecinaba para el día 14 de marzo cuando el ciclón golpeó el archipiélago, Anna empaquetó sus pertenencias y con su niño pequeño huyó a la capital, Port Vila.

“Vivimos en el monte, así que cuando escuchamos el informe, se nos ocurrió que debiamos irnos cuanto antes a la capital”, dijo.

El ciclón Pam devastó gran parte de Vanuatu con lluvias torrenciales y vientos de hasta 170 millas por hora (270 kilómetros por hora) en las primeras horas del día 14 de marzo. Al menos 11 personas murieron y decenas de edificios fueron destruidos, incluyendo cuatro iglesias adventistas en Port Vila.

Muchas personas resultaron heridas, y cinco trabajadores de ADRA siguen desaparecidos después de que las comunicaciones se cortaran en la remota isla donde viven. Cuando se restableció el contacto supimos de esos cinco trabajadores de ADRA desaparecidos en la isla.

Anna exhaló un “uf” grande e inclinó la cabeza cuando se le preguntó si podría recordar la tormenta antes del amanecer. Era claramente una experiencia desgarradora.

“Fue una gran tormenta. Nunca he visto algo así antes”, dijo. “Estaba asustada. Era demasiado poderosa. Pero me sentí segura durante la tormenta debido a la construcción permanente que es la escuela”.

Cuando se despertó, las cosas habían cambiado drásticamente en la Escuela Secundaria de la Iglesia Adventista del Séptimo Día Epauto. Los edificios temporales en el campus estaban destruidos, la luz estaba cortada, y no había agua.

“Me siento tan mal”, dijo Anna, con los ojos bajos.

No es sólo la escuela la que ha sufrido daños. El pueblo natal de Anna, a 30 minutos en coche, estaba en ruinas. Anna proviene de una familia de agricultores, y toda su cosecha se había destruido.

“Todo está en ruinas, destruido. Me sentía sin esperanzas”, dijo.

Cuando se enteró de que ADRA ayudaría a la gente en la escuela, su primer pensamiento fue: “¡Ayudadme! ¡Ayudadme!”.

Su sonrisa se hizo más amplia al recordar su sentimiento de alegría cuando recibió la ayuda de emergencia que prove ADRA.

ADRA ha proporcionado a los refugiados en la escuela y en otros nueve centros de evacuación bolsas con productos de higiene, equipos de limpieza de inodoros, bolsas de plástico, y formación higiénica de emergencia.

Los otros 10 centros de evacuación en Port Vila son gestionados por la organización Save the Children. La Cruz Roja está supervisando la alimentación de las 1.502 personas en los 20 centros de evacuación, y ADRA está ayudando en el registro de los que se han quedado sin hogar.

Anna dijo que apreciaba las medidas adoptadas para evitar la propagación de enfermedades en la escuela.

“Al tener suministros de higiene, eso realmente nos ha ayudado. Esto significa que podemos mantener a nuestras familias juntas porque no nos enfermaremos”, dijo Anna.

“Alabado sea Dios, es una bendición”, añadió con una sonrisa. “Estoy feliz.”

Revista Adventista de España