El comportamiento compulsivo deriva de la ansiedad y puede acarrear numerosos problemas de salud si no se diagnostica y se trata.
En principio, la ansiedad es una reacción natural frente a una situación de angustia o temor. En proporciones normales, nos ayuda a mantener el foco (como en vísperas de una prueba) y nos impulsa (como cuando necesitamos realizar algo importante). Forma parte de nosotros querer mantener el control sobre las situaciones; para eso planificamos, nos informamos y empleamos esfuerzos.
Sin embargo, algunas personas tienen esa necesidad de dominio exacerbada, lo que puede configurarse en un trastorno de ansiedad. Los ansiosos no se relajan después de hacer todo lo que estaba a su alcance para direccionar los acontecimientos. Viven en una constante tensión, que desencadena en innumerables problemas, incluso los ataques compulsivos.
Una cosa lleva a la otra
El ansioso, naturalmente, intenta aliviar su tensión buscando algún placer o confort, ya sea en la comida, en las compras, en los juegos, en el sexo, en el uso de sustancias o en actividades específicas. Cuando eso sucede repetida y descontroladamente, se caracteriza una compulsión. Cosas simples, como un dulce, puede transformarse en un trastorno cuando no hay un límite. En la tentativa de solucionar un malestar, se generan otros mucho más grandes. A pesar de proporcionar el alivio que se buscaba, ese nuevo hábito trae muchos perjuicios, que hacen que el individuo se sienta frustrado e infeliz. Termina por sentirse ansioso por controlar ese comportamiento, y nuevamente necesita recurrir a la misma conducta para aliviar la tensión. Es un círculo vicioso.
Cuando no se trata, la ansiedad también puede generar otros disturbios, como el trastorno obsesivocompulsivo (TOC), síndrome de pánico y fobias. Alguien que abusa del alcohol o de las drogas pronto percibe que algo no está bien; sin embargo, otros comportamientos, por ser aparentemente inofensivos, pueden abrazarse con entusiasmo, y muchas veces la persona tarda en percibir que hay algo malo consigo misma. Entre estos, están las personas con manía de limpieza, las que exageran con la actividad física y los workaholics (adictos con el trabajo). Pero tarde o temprano, el aspecto nocivo de la compulsión y los daños a la vida de la persona pasan a ser evidentes.
Soy compulsivo. ¿Y ahora?
– Conócete
Identifica tu ansiedad, su origen y cómo afecta tu vida en diversos aspectos. Reconoce, también, el comportamiento (compulsión) que está quitando tu foco de la realidad.
– Cuestiónate
Frente a un acto compulsivo, pregúntate: ¿qué estoy buscando con este comportamiento? ¿Suplirá lo que, de hecho, me está faltando?
– Enfréntalo
No ignores la realidad. Si el origen de tu ansiedad es algo que puedes controlar, trabaja en pro de una solución definitiva.
– Sé amable contigo mismo
Especialmente si lo que despierta tu ansiedad es algo que está más allá de tu control, aprende a descansar y a no culparte por la situación o por no conseguir dominarla.
– Busca ayuda
En la vida, algunos problemas se solucionan de por sí; otros, nosotros los solucionamos con algún esfuerzo. Sin embargo, existen aquellos que demandan asistencia especializada.
– Ten fe
Dios te creó con la capacidad de dominar tus impulsos. Cree en tu potencial y, por sobre todo, toma en cuenta la fuerza que proviene de Dios para enfrentar los desafíos.
Autora: Luciana Mendes, psicóloga, especialista en trastornos alimenticios y adelgazamiento.
Imagen: Shutterstock
Este artículo fue publicado originalmente en la edición de Jul/Sep 2020 de la Revista Afam.