En los últimos años, se ha percibido un aumento significativo en los índices de ansiedad y depresión entre los jóvenes.
La generación actual, compuesta especialmente por Milenials y por la Generación Z, enfrenta desafíos que sus padres no conocieron, pero que están modelando sus vidas de manera profunda. Reconocer y comprender esas dificultades es el primer paso para ayudar a los más jóvenes a encontrar caminos saludables y sustentables para luchar con sus ansiedades.
Estudios
Varios estudios han buscado explicaciones para el aumento repentino y alarmante de la ansiedad entre los adolescentes. El documento Adolescent Mood Disorders Since 2010[1] (Trastornos del estado emocional en adolescentes desde 2010) es uno de ellos y ofrece un análisis detallado sobre esas presiones y cómo están impactando la salud mental de los jóvenes.
El argumento principal de la investigación es que el aumento de los índices de suicidio y depresión entre adolescentes tiene una fuerte asociación al rápido crecimiento del uso de smartphones y redes sociales.
Desde la adopción generalizada de esas tecnologías, entre 2009 y 2011, hubo un aumento significativo en los síntomas de depresión y en los comportamientos relacionados al suicidio.
Para los investigadores, eso no es mera coincidencia. Ellos defienden que, aunque el mundo haya sido afectado por crisis económicas, guerras y atentados terroristas en ese mismo período, el crecimiento del uso de smartphones y redes sociales es el factor que mejor explica el salto en el crecimiento de la ansiedad y depresión entre los más jóvenes.
Este fenómeno es especialmente notable entre las niñas, que son más vulnerables a las presiones de las redes sociales, resultando en una mayor incidencia de problemas de salud mental.
En los niños, los problemas parecen estar relacionados al hecho de ser succionados por las pantallas: video juegos, pornografía, radicalización en línea, con resultados que parecen estar más relacionados al fracaso en crecer que a los trastornos internos.[2]
Aunque ese estudio haya sido realizado entre el público norteamericano, cuando se comparan los resultados con los de otros países el resultado es bastante similar.[3]
¿Por qué las niñas son más afectadas?
Algunos estudios señalan que las redes sociales desempeñan un papel significativo en el aumento de la ansiedad y de la depresión, especialmente entre las niñas. El uso constante de smartphones, la sobreexposición, la comparación social y la necesidad de valoración son factores que facilitan esa correlación.
Las niñas son particularmente vulnerables a las presiones de las redes sociales, lo que lleva a una disminución de la autoestima y al aumento de sentimientos de depresión y ansiedad. La constante comparación con imágenes irreales de belleza y éxito en las redes sociales puede ser devastadora para la salud mental de las jóvenes.[4]
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Comparación social intensa:
Las niñas tienden a usar más las redes sociales que los niños, exponiéndose más a la comparación social.
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Sensibilidad a las interacciones sociales:
Las niñas, generalmente, son más sensibles a las interacciones sociales en línea, lo que puede amplificar los sentimientos de exclusión o inadecuación.
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Mayor presión para conformarse:
Hay una mayor presión cultural sobre las niñas para que se conformen a los ideales de belleza y comportamiento, lo cual es exacerbado por las redes sociales.
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Cyberbullying:
Con frecuencia, las niñas son blanco de cyberbullying, lo que puede llevar a aumentos significativos en la ansiedad y la depresión.
Más allá de la tecnología
Los smartphones y las redes sociales son señalados como los principales responsables por la reducción del tiempo de sueño y por las alteraciones en la socialización y en el estilo de vida de los adolescentes. Pero, esas tecnologías pueden no ser las únicas causas de la ansiedad y depresión entre los adolescentes.
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La presión del éxito
Desde temprano, los jóvenes están siendo incentivados a buscar la excelencia académica y profesional. Hay una competencia acérrima por las vacantes de las universidades prestigiosas y la necesidad de destacarse en el mercado de trabajo. Esa búsqueda incesante por el éxito puede llevar a un estado de ansiedad permanente, en donde el miedo a fallar se vuelve un compañero constante.
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Inseguridades económicas
La economía global volátil es otra fuente de preocupación. Muchos jóvenes enfrentan dificultades para encontrar empleos estables y bien remunerados, y muchos luchan con deudas estudiantiles significativas. La inseguridad económica crea una sensación de inestabilidad e inseguridad por el futuro y aumenta aún más la ansiedad.
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Cambios sociales y políticos
Vivimos en tiempos de rápidos cambios sociales y políticos. Las cuestiones como la crisis climática, los movimientos por justicia social, las guerras y las catástrofes naturales están constantemente en los noticieros, creando un ambiente de inseguridad y miedo. Para los jóvenes, esas cuestiones muchas veces parecen aplastantes, contribuyendo al sentimiento de desamparo e inseguridad.
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Problemas familiares
Los cambios en las prácticas parentales, como la sobreprotección (conocida como helicopter parenting),[5] resultan en una menor autonomía para los adolescentes. Esa falta de libertad para explorar y resolver problemas por su propia cuenta puede aumentar la ansiedad y la sensación de incapacidad.
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Medicamentos y sustancias
La exposición a sustancias nocivas y el abuso de drogas pueden agravar los problemas de salud mental.
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Ambientes familiares inestables
Los conflictos familiares, divorcios y ambientes domésticos estresantes tienen un impacto significativo en la salud mental de los adolescentes. La falta de un ambiente seguro y de apoyo puede llevar al aumento de la ansiedad y la depresión.[7]
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Sedentarismo
Hay una fuerte relación entre la ansiedad y la depresión de los adolescentes con el sedentarismo y la falta de ejercicio. Diversos estudios científicos señalan que la inactividad física puede aumentar el riesgo de desarrollar y agravar problemas de salud mental, como la ansiedad y la depresión.[8]
Religiosidad
Según el estudio Adolescent Mood Disorders since 2010 (Trastornos del estado emocional del Adolescente desde 2010), la religiosidad puede desempeñar un papel significativo en la salud mental de los jóvenes. Los datos del estudio muestran que los adolescentes que participan regularmente en actividades religiosas presentan índices más bajos de suicidio y pensamientos suicidas.
La religión puede ofrecer una red de apoyo comunitario, un sentido de propósito y una estructura moral que ayudan a mitigar los sentimientos de desesperación. Sin embargo, la relación entre la religiosidad y la salud mental es compleja y puede variar dependiendo del contexto cultural e individual.
¿Cómo podemos ayudar?
Es crucial que abordemos esos temas con empatía, comprensión y proactividad. Necesitamos crear espacios seguros donde los jóvenes puedan expresar sus preocupaciones sin miedo a ser juzgados. Además, es fundamental promover la educación sobre la salud mental, incentivando prácticas de auto cuidado y resiliencia. Las instituciones educativas, lugares de trabajo e iglesias también tienen un papel importante al ofrecer apoyo y recursos para ayudar a los jóvenes a administrar el estrés y la ansiedad.
Conclusión
Con los desafíos enfrentados por la “Generación de la ansiedad”, es esencial recordar la promesa bíblica registrada en Filipenses 4:6, 7 “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”.
La fe y la comunidad religiosa pueden ofrecer un apoyo esencial y un sentido de pertenencia y propósito. La oración, la meditación en la Palabra de Dios y la comunión con otros creyentes pueden proporcionar consuelo y esperanza en tiempos de incertidumbre. Animamos a los jóvenes a buscar refugio en la fe, a cultivar una vida espiritual rica que pueda guiarlos y fortalecerlos. Que podamos ser instrumentos de paz y de amor, reflejando la luz de Cristo en un mundo que tantas veces parece sombrío e incierto.