La relación entre fe y ciencia ha evolucionado a lo largo de la historia. Mientras algunos consideran que son conceptos opuestos, otros defienden que pueden coexistir. En los albores de la ciencia moderna, esta estaba íntimamente conectada con la religión. Científicos como Copérnico, Newton y Boyle eran religiosos y veían su labor científica como una forma de entender las obras de Dios. Aunque hubo una separación en el siglo XIX con la teoría de la evolución, muchos científicos famosos seguían siendo religiosos y defendían la compatibilidad entre fe y ciencia. Incluso en la actualidad, hay científicos que se declaran religiosos y ven en la naturaleza evidencias de un ser superior.
En este nuevo video nos enfocamos, junto a la doctora en Noemí Durán, en la pregunta: ¿Son compatibles la fe y la ciencia?
Noemí Durán, bióloga especialista en comportamiento animal. Tiene un doctorado en Biología Marina por la Universidad de Loma Linda y es la directora de la sede europea del Geoscience Research Institute (GRI).
Investigación Bíblica, una serie histórica, apologética y bíblica donde abordamos preguntas y temas profundos que nos hacen reflexionar sobre nuestra fe y nuestra relación con Dios. Presentado por diversos pastores de la Iglesia Adventista en España.
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¿Son compatibles la fe y la ciencia?
La relación entre la fe y la ciencia, o entre la ciencia y la religión, ha cambiado a lo largo de la historia. En la actualidad, mucha gente piensa que se trata de conceptos opuestos e incluso irreconciliables. Esta es la posición de los nuevos ateos como el profesor de Oxford Peter Atkins, quien afirma que «no existe compatibilidad real entre la ciencia y la religión». Otra opinión, defendida por científicos como el paleontólogo Stephen Jay Gould se conoce como MAGISTERIOS NO SUPERPUESTOS y sostiene que la ciencia y la religión no entran en conflicto porque sus ámbitos de actuación son independientes.
En su libro Rock of Ages, Gould escribió que «La ciencia intenta documentar el carácter fáctico del mundo natural y desarrollar teorías que coordinen y expliquen estos hechos. La religión, por otro lado, opera en el ámbito igualmente importante, pero completamente diferente, de los propósitos humanos, significados y valores». Según esta postura, cuando los seres humanos buscamos conocimiento acerca de Dios, lo que está bien y lo que está mal, el valor o el significado de la vida, debemos acudir a la religión, pero si queremos saber cómo se mueven los astros, cómo se formaron las montañas o cómo se originó la vida en la tierra, entonces debemos acudir a la ciencia.
¿Pacto de no-interferencia?
Parecería que las únicas opciones de interacción son el conflicto o una especie de pacto de no-interferencia, pero eso no ha sido siempre así. De hecho, en los albores de la ciencia moderna, esta estaba íntimamente conectada con la religión.
Los historiadores sitúan el nacimiento de la ciencia moderna en Europa en el siglo XVI. Hablando de este período en su libro Los científicos y Dios, el catedrático de Física de la Universidad Complutense de Madrid, Antonio Fernández-Rañada, dice lo siguiente:
«La ciencia moderna le debe mucho a la teología medieval. Más aún, no podría haber surgido sin que una tradición como la cristiana le hubiera preparado el terreno. La ciencia se apoya en la creencia cristiana, en un Dios que no solo creó el cosmos, sino que lo dotó de orden y lo hizo seguir ciertas leyes».
El método científico
Los primeros científicos inventaron el método científico para investigar las obras de Dios, para intentar comprender cómo el Dios sabio, ordenado y poderoso de la Biblia había organizado el universo y qué leyes había establecido para su funcionamiento. Científicos como Copérnico, Kepler, Newton y Boyle eran personas profundamente religiosas que compatibilizaban perfectamente fe y actividad científica, incluyendo referencias a Dios en sus publicaciones.
La relación de interdependencia entre la ciencia y la religión se mantuvo en los siglos posteriores. Científicos como Joseph Priestley, el químico que descubrió el oxígeno, y Michael Faraday, descubridor del electromagnetismo, tenían cargos religiosos y escribieron acerca de la concordancia entre ciencia y religión.
Incluso después de la separación entre ciencia y religión que tuvo lugar en la segunda mitad del siglo XIX con la popularización de la teoría de la evolución, muchos científicos de renombre siguieron describiéndose como personas religiosas y defendiendo la compatibilidad entre la fe y la ciencia.
Evidencias de un ser superior
Aún hoy, en el siglo XXI, son muchos los científicos que se declaran religiosos y afirman que la naturaleza está llena de evidencias de la existencia de un ser superior con una inteligencia y un poder excepcionales, responsable de las maravillas astronómicas, físicas, biológicas y moleculares que observamos. Entre ellos se encuentran grandes científicos contemporáneos como el biólogo William Cecil Campbell y el microbiólogo Werner Arber, ambos ganadores del premio Nobel de Fisiología y Medicina, o los físicos William Daniel Phillips y Gerhard Ertl, ganadores respectivamente del Nobel de Física en 1997 y del Nobel de Química en 2007.
Son varios los científicos contemporáneos que, habiendo sido ateos, se han convertido al cristianismo precisamente a causa de estas evidencias de inteligencia divina que emanan de los descubrimientos científicos. Algunos ejemplos son Francis Collins, director del Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos y del proyecto Genoma Humano; el biofísico y teólogo profesor de Oxford Allister McGrath, y el genético John Sanford, padre de los transgénicos.
La idea popular de que la ciencia y la religión son opuestas, incompatibles o independientes no es cierta. La ciencia moderna surgió de la religión y existen cientos de ejemplos de científicos de todos los ámbitos que demuestran que la ciencia y la religión, no solo pueden coexistir pacíficamente, sino colaborar en una búsqueda más eficiente del conocimiento y de la verdad.
Autora: Noemí Durán, bióloga especialista en comportamiento animal. Tiene un doctorado en Biología Marina por la Universidad de Loma Linda y es la directora de la sede europea del Geoscience Research Institute.