La productora HopeMedia ofrece un nuevo capítulo de su serie Movimientos finales, titulado: Nos están intentando engañar. En esta ocasión lo presenta el responsable de Comunicaciones de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España y director de HopeMedia, Samuel Gil.
Nos están intentado engañar. Quieren hacernos creer una mentira…
NOS ESTÁN INTENTADO ENGAÑAR…
El falso dilema de que “si no piensas como yo, ¡te rechazo!”, está provocando brechas que separan familias, iglesias y comunidades, sin importar la denominación, lugar o lazo de unión. ¿Lo has vivido? ¿Lo has sentido?
A ciertos intereses, estructuras de poder, y sobre todo al Enemigo, al diablo que es el padre de la Mentira, les interesa dividirnos, enfrentarnos, llevarnos a los extremos, polarizarnos. Lo vemos en la política, en lo social, en lo económico, en los medios de comunicación y también en lo espiritual.
Creo que es momento de decir: ¡BASTA!
¡No se lo permitamos!
No hemos sido llamados a ser una iglesia polarizada, sino una iglesia polar. Dice el apóstol Pablo:
«Hacedlo todo sin quejas ni contiendas, para que seáis intachables y puros, hijos de Dios sin culpa en medio de una generación torcida y corrupta. En ella brilláis como estrellas en el firmamento, manteniendo en alto la palabra de vida» FILIPENSES 2:14-16.
¿Te das cuenta?
Estamos llamados a ser estrellas polares en una sociedad que ha perdido el norte.
Estamos llamados a ser brújulas en un mundo donde cada vez hay más confusión.
¿No te parece que las “redes sociales” son cada vez más “redes” y menos “sociales”?
Me estremece presenciar combates y odio entre personas que nos hacemos llamar “cristianos”.
Si en vez de amarnos unos a otros seguimos mordiéndonos, vamos a acabar por destruirnos (Gálatas 5:14-15).
Si dejamos que opiniones de menor importancia invadan el lugar que sólo debería ocupar el Evangelio,
la polarización va a ser irreconciliable, y «Todo reino dividido contra sí mismo quedará asolado, y una casa dividida contra sí misma se derrumbará» LUCAS 11:17.
La división, en el proyecto de Dios para su familia, no es una opción.
Desde el respeto
Podemos tener opiniones diferentes e incluso defenderlas desde el sentido común, la libertad de conciencia y un análisis honesto, pero si eso nos lleva al enfrentamiento o al enojo, algo estamos haciendo mal.
Todos tenemos derecho a pensar distinto y a expresarlo, pero no permitamos que eso cause una profunda división entre nosotros.
El amor que nos manifestemos los unos con los otros, incluso hacia los que piensan diferente, será lo que haga que la gente reconozca a Jesús como Señor.
No nos conocerán por tener la razón, sino por amarnos los unos a los otros (Juan 13:35).
¿Qué puede ser más importante que esto en la vida de un cristiano?
El Enemigo está tratando de separarnos cada vez más a los unos de los otros. Hoy la pandemia y las vacunas, ayer las elecciones de tu país, y en el futuro será cualquier otro tema…
Jesús, en su sermón sobre las señales del tiempo del fin, nos advierte de que «seremos traicionados aun por nuestros hermanos» (Lucas 21:16), de que «el amor de muchos se enfriará» (Mateo 24:10, 12).
Sabemos que la mentira, la confusión y la división son parte del guión y del escenario de los últimos momentos de nuestro mundo, pero por encima de esas estrategias malignas debemos aprender a vencer esos engaños en el nombre de Jesús.
¿Reconciliación o verdades personales?
Por eso, cada vez más, necesitamos practicar el mensaje de la reconciliación. Claro, este mensaje no es popular, no goza de mucho éxito porque no posee el morbo que sí tienen teorías excitantes y novedosas… Pero ese es nuestro llamado:
«En Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándole en cuenta sus pecados y encargándonos a nosotros el mensaje de la reconciliación. Así que somos embajadores de Cristo, como si Dios os exhortara a vosotros por medio de nosotros: En nombre de Cristo os rogamos que os reconciliéis con Dios» (2 CORINTIOS 5:19-20).
Los debates actuales, ¿contribuyen en lo más mínimo a proclamar este mensaje de reconciliación?
Si la energía, tiempo y pasión que dedicamos a ver vídeos y a compartir artículos de dudosa procedencia lo destinásemos a reconciliarnos con Dios y con nuestro prójimo, estaríamos siendo verdaderos embajadores de Cristo en vez de mensajeros de la confusión.
Si los esfuerzos que dedicamos a defender “nuestras verdades personales” los invirtiésemos en proclamar a Jesús, la auténtica Verdad en mayúsculas, entonces tu vida y la de los que te rodean sería radicalmente diferente.
Esto no implica renunciar a nuestras creencias fundamentales o a principios bíblicos. De hecho, nuestra misión es y sigue siendo la proclamación del Evangelio eterno. Si permanecemos ocupados en ella no tendremos tiempo que perder en otras historias, «para que con un solo corazón y a una sola voz glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo» (ROMANOS 15:6).
Nada nos unirá más que esto. Y sobre esto urge que aquellos que nos consideramos seguidores de Cristo reflexionemos y hablemos, más allá de todas las diferencias de opinión que podamos tener.
Desde el Amor
«No tengas nada que ver con discusiones necias y sin sentido, pues ya sabes que terminan en pleitos. Y un siervo del Señor no debe andar peleando; más bien, debe ser amable con todos, capaz de enseñar y no propenso a irritarse» (2 TIMOTEO 2:23-24).
Nuestros discursos y testimonio solo son creíbles desde el Amor, cuando están enraizados en Jesús.
¿Qué iglesia quieres que seamos?
¿Una iglesia polarizada, en los extremos?
o ¿una iglesia polar, brillante, que sea una brújula en medio de tanta confusión, que ilumine con la luz de la fe de Jesús?
Tú y yo tenemos la decisión.
Es momento de abandonar tanto ruido, de salir de la confusión.
Es tiempo de reconciliarnos y proclamar la esperanza que sólo encontramos en Jesús.
«–Yo soy el camino, la verdad y la vida –le contestó Jesús–. […] Si os mantenéis fieles a mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (JUAN 14:6; 8:31-32).
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