Compuesta por 66 libros y escrita durante más de 1.500 años en tres continentes (Asia, África y Europa), por más de 40 autores, la Biblia es única. No hay otro libro, sagrado ni religioso, como este. Y no es de extrañar. Al fin y al cabo, es la Palabra de Dios. Hay más de 24.600 manuscritos del Nuevo Testamento que se conservan de los primeros cuatro siglos después de Cristo. De los manuscritos originales de Platón, hay 7; de Herodoto, 8; y de La Ilíada, de Homero, un poco más: son 263 copias las que perduraron. Por lo tanto, tenemos una poderosa evidencia que confirma la integridad del texto del Nuevo Testamento.
La Biblia fue el primer libro en traducirse, el primer libro impreso en Occidente, y el primer libro cuya distribución fue tan amplia y en tantos idiomas que, en la actualidad, el 95 por ciento de la población puede leerlo. La Biblia también es única por su contenido y su mensaje, los cuales se centran en los actos redentores de Dios a través de la historia. Es la Palabra viva de Dios, porque los creyentes de hoy cuentan con la promesa de que el mismo Espíritu de Dios que inspiró la Escritura (2 Tim. 3:16, 17) los guiará a toda verdad a medida que estudien la Palabra (Juan 14:16, 17; 15:26; 16:13).
PARA MEMORIZAR: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” (Sal. 119:105).
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Deuteronomio 32:45-47; Génesis 49:8-12; Isaías 53:3-7; 1 Corintios 15:3-5, 51-55; Romanos 12:2.