Como padres o como hijos, de una familia, todos luchamos con lo mismo: nuestra naturaleza pecaminosa y caída, que puede hacer que la unidad de la familia represente un verdadero desafío.Y, aunque en Jesucristo toda la humanidad se ha reconciliado con Dios y con los demás (Efe. 2:13-16; Col. 1:21-23), en un nivel práctico y diario, debemos apropiarnos de la gracia de Cristo. Él es el único que puede hacer que la unidad familiar sea una experiencia de vida para todos los que la buscan con fe.
Solamente Jesús puede transformarnos y darnos el amor que necesitamos para amar de verdad a los demás. Pasar tiempo personal, y en familia, con Él debería ser una experiencia diaria. Solamente así podremos ser los mejores padres, los mejores hijos… Porque solamente así lograremos reflejar el carácter de Cristo. Él es el mejor nexo de unión.