Los profetas del Antiguo Testamento se encuentran entre los personajes más interesantes de la Biblia. Sus voces estridentes, sus mensajes audaces, su sentido del pesar, la ira y la indignación y, ocasionalmente, sus mensajes actuados, lograron que no pudieran ser ignorados.
El pueblo y sus dirigentes eran fácilmente arrastrados por los ídolos y el estilo de vida de las naciones circundantes. La ingrata tarea de los profetas era instarlos a arrepentirse, recordándoles el amor y el favor de Dios por ellos y, en ocasiones, advirtiéndoles de las consecuencias de seguir alejándose de Dios.
Como veremos, entre los pecados y los males de los que fueron advertidos los líderes y al pueblo, por los profetas, uno de los más grandes era la opresión de los pobres, los necesitados y los indefensos entre ellos. Sí, adorar ídolos era malo; sí, seguir falsas prácticas religiosas era malo; pero aprovecharse de los débiles y los pobres también era condenable.
Lo que estos profetas nos ofrecen es una vislumbre del corazón y la mente de Dios. Al hablar en nombre de Dios, pueden ayudarnos a ver la injusticia y el sufrimiento de nuestro mundo a través de los ojos llenos de lágrimas de Dios. Pero esta pasión también es un llamado a la acción, a trabajar con Dios para aliviar y remediar la opresión y el dolor de quienes nos rodean.