Jesús anunció el Reino de Dios como una realidad actual de la que podemos ser parte hoy. Envió a sus discípulos a hacer el mismo anuncio y a establecer su Reino mediante la predicación del evangelio y el servicio a los demás; es decir, a dar con tanta liberalidad como la que ellos recibieron (ver Mat. 10:5-8).
Pero Jesús también dejó en claro que su Reino era un reino diferente, “no es de este mundo” (Juan 18:36), y que aún no ha alcanzado su plenitud. Mediante su encarnación, ministerio, muerte y resurrección, se estableció el Reino de Dios, pero Jesús también anhelaba el momento en que su Reino reemplazaría completamente a los reinos de este mundo, y el reinado de Dios se consumaría.
Por definición, los adventistas, aquellos que esperan esta venida y este Reino, son un pueblo de esperanza. Pero esta esperanza no se trata solo de un nuevo mundo futuro. Si bien la esperanza contempla el futuro, la esperanza transforma el presente ahora. Con esa esperanza, vivimos el presente como esperamos vivir en el futuro, y comenzamos a trabajar para marcar la diferencia de una manera que encaje con la forma en que esperamos que sea el mundo algún día.
Lee Para el Estudio de esta Semana: Lucas 18:1-8; Mateo 24-25; 1 Corintios 15:12-19; Eclesiastés 8:14; 12:13, 14; Apocalipsis 21:1-5; 22:1-5.