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suicidioEl pasado 10 de septiembre era el día Mundial contra el suicidio. Quitarse la vida es una realidad alarmante que afecta a millones de personas en todo el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año, más de 700.000 personas mueren por suicidio, lo que lo convierte en una de las principales causas de muerte. En España, las cifras también son preocupantes. En 2022, el Instituto Nacional de Estadística (INE) reportó más de 4.000 suicidios en el país, lo que supone un incremento del 3,7% con respecto al año anterior. Este es un tema que no distingue fronteras, edades ni clases sociales, y se hace urgente abordarlo tanto desde una perspectiva de salud pública como desde una óptica espiritual y comunitaria.

El suicidio en el mundo

Tasa de suicidio en el mundo

El suicidio es la cuarta causa principal de muerte entre personas de 15 a 29 años en el mundo, y afecta tanto a países de altos ingresos como a aquellos de ingresos medios y bajos. Las tasas más altas de suicidio se encuentran en países como Lituania, Corea del Sur y Rusia, mientras que en naciones como Grecia o Italia las tasas son comparativamente más bajas. Sin embargo, en todas las regiones del mundo, el suicidio representa una grave preocupación de salud mental.

Es importante destacar que muchos factores pueden contribuir al suicidio, como trastornos de salud mental no tratados (depresión, ansiedad, trastorno bipolar), abuso de sustancias, traumas psicológicos, violencia doméstica y la falta de redes de apoyo. Estos factores no solo afectan a individuos, sino que también impactan a sus familias y a sus comunidades.

Tasa de suicidio en España 

En España, el suicidio supera a los accidentes de tráfico y otras formas de muerte no natural. Los grupos más afectados son los hombres de entre 40 y 59 años, aunque también preocupa el incremento entre los jóvenes. Este fenómeno ha generado debates en torno a la necesidad de mejorar la atención psicológica y psiquiátrica, y de implementar programas de prevención en diferentes contextos, como las escuelas, los lugares de trabajo y las instituciones sanitarias.

En el país, se ha avanzado con algunas iniciativas públicas para la prevención del suicidio, como líneas de atención telefónica (por ejemplo, el teléfono 024) y campañas de concienciación. No obstante, la necesidad de ampliar el acceso a servicios de salud mental sigue siendo una prioridad urgente.

La línea 024 en España

El Ministerio de Sanidad de España promueve la Línea 024 de atención a la conducta suicida como una línea telefónica de ayuda a las personas con pensamientos, ideaciones o riesgo de conducta suicida, y a sus familiares y allegados, básicamente a través de la contención emocional por medio de la escucha activa por los profesionales del 024, la recomendación de que contacten con los servicios sanitarios del SNS o la derivación al 112 en los casos en los que se aprecie una situación de emergencia. En caso de emergencia vital inminente puede llamar directamente al teléfono de emergencias 112.

La línea 024 no pretende reemplazar ni ser alternativa a la consulta presencial con un profesional sanitario cuando sea necesaria.

Los destinatarios de la línea son las personas con conducta o ideación suicida, así como los familiares o allegados de víctimas de suicidio o de personas con ideación suicida.

El 024 es un servicio de alcance nacional (accesible desde todo el territorio nacional), gratuito, confidencial y disponible las 24 horas del día, los 365 días del año.

¿Qué podemos hacer como sociedad?

Combatir el suicidio requiere un esfuerzo colectivo, basado en la sensibilización, la prevención y el apoyo adecuado. Como sociedad, podemos tomar varias medidas clave:

Fomentar la conciencia pública: Hablar del suicidio de manera abierta, pero responsable, es crucial para eliminar el estigma que rodea la salud mental. La educación y la información correcta pueden ayudar a las personas a identificar señales de advertencia en amigos, familiares o compañeros de trabajo que puedan estar en riesgo.

Acceso a la salud mental: Es vital que se garantice el acceso equitativo a servicios de salud mental para todas las personas. Esto implica no solo el fortalecimiento de los sistemas sanitarios, sino también la promoción de redes de apoyo comunitario que proporcionen ayuda en momentos de crisis.

Apoyar a las familias: Aquellos que han perdido a un ser querido por suicidio sufren profundas secuelas emocionales. Proveer recursos de apoyo para el duelo y el acompañamiento es crucial para ayudar a estas personas a procesar su dolor.

Educación en las escuelas: Programas de educación emocional y de prevención del suicidio en los centros educativos pueden jugar un papel fundamental en reducir el riesgo entre los jóvenes, al brindarles herramientas para gestionar el estrés, la ansiedad y otros factores que contribuyen al suicidio.

¿Qué podemos hacer como adventistas?

Desde una perspectiva cristiana adventista, tenemos la responsabilidad de cuidar a nuestros hermanos y hermanas en momentos de crisis. Jesús nos enseñó a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, lo que nos llama a estar atentos a los que sufren a nuestro alrededor y ofrecerles apoyo emocional y espiritual. En España tenemos profesionales psicólogos de la Asociación de Profesionales Adventistas de la Salud Mental (APASM) que pueden orientarnos, en caso de conocer a una persona con idea de terminar con su vida.

Reconocer el dolor

Es importante aprender a reconocer las señales de advertencia que pueden indicar que alguien está en riesgo de suicidio, tales como:

  • Aislamiento social
  • Cambios drásticos de comportamiento
  • Hablar abiertamente sobre el deseo de morir
  • Mostrar desesperanza o sentirse atrapado
  • Despedirse de seres queridos de manera inusual o entregar posesiones preciadas

Como adventistas, podemos mostrar el amor de Cristo a través de actos de compasión, tomando la iniciativa de acercarnos a aquellos que muestran signos de angustia. La Iglesia debe ser un refugio seguro para quienes sufren, un lugar donde se puedan expresar libremente sin miedo a ser juzgados.

Acompañar espiritualmente

El suicidio a menudo está relacionado con una sensación de desesperanza. Nuestro mensaje como cristianos adventistas es de esperanza, paz y vida eterna en Cristo. A través del ministerio pastoral y del compañerismo entre hermanos, podemos ofrecer consuelo y ánimo a quienes luchan contra pensamientos suicidas. Es crucial orar por aquellos que están pasando por dificultades, ofrecer un oído atento y, cuando sea necesario, alentarles a buscar ayuda profesional.

Iniciativas de apoyo

Además de la intervención espiritual, la iglesia puede colaborar con los profesionales de la salud mental para organizar talleres y conferencias sobre salud emocional y prevención del suicidio. Estas actividades pueden empoderar a los miembros de la iglesia y de la comunidad para ser proactivos en la prevención del suicidio y ofrecer recursos adecuados a quienes los necesiten.

Finalmente, es fundamental recordar que la prevención del suicidio no es solo una tarea para especialistas en salud, sino una responsabilidad compartida por todos. La combinación de oración, acompañamiento espiritual y acceso a ayuda profesional es la clave para combatir este flagelo desde la fe y el amor cristiano.

Conclusión

El suicidio es un problema de salud pública que afecta tanto a España como al resto del mundo. Como sociedad, tenemos la obligación de eliminar el estigma que rodea la salud mental y garantizar que las personas que atraviesan por momentos de crisis tengan el apoyo que necesitan. Desde una perspectiva cristiana adventista, podemos ser faros de esperanza, brindando amor y cuidado a aquellos que lo necesitan, y trabajando juntos para prevenir el suicidio en nuestras comunidades.

Autora: Esther Azón, teóloga y comunicadora. Redactora y coeditora de revista.adventista.es 

Referencias

 

Revista Adventista de España