Este ministerio se inició en 1929 en California (EE.UU.) con el nombre de La Voz de la Profecía. Posteriormente en 1942, cuando el profesor Braulio Pérez Marcio se hizo cargo de la edición en castellano de dicho programa en La Habana (Cuba) recibió su nombre actual, La Voz de la Esperanza.
En España las primeras emisiones radiales y los cursos bíblicos de salud y familia por correspondencia comenzaron a finales de 1953. Desde hace sesenta años, miles de alumnos se han graduado siguiendo alguno de los cursos gratuitos que actualmente ofrece: Tesoros de Vida (30 lecciones), la Biblia Habla (25 lecciones), Salud y vida (15 lecciones), Hogar Feliz (10 lecciones), La Fe de Jesús (25 lecciones); además cuentan con cursos para inmigrantes rumanos como Curs de nutritie, Secretele Biblice ale sanatatii, Cand dragostea se intoarce acasa y Curs de citire al Bibliei personale.
Esta labor de difusión corresponde a la vocación de servicio que ha caracterizado este ministerio, vinculado a los oyentes y seguidores de los cursos por correspondencia con los principios éticos que propone el cristianismo basado en las Sagradas Escrituras. Asimismo no limita su actividad al ámbito espiritual, sino que también ofrece una mejor calidad de vida mediante la enseñanza de hábitos saludables y la recuperación de los valores familiares.
Según su director, el pastor Julián Rumayor, sus mensajes radiales y televisivos, asi como sus cursos por correspondencia e Internet, son un llamado a vivir con gozo la bendita esperanza de la pronta venida de nuestro Salvador, tal como lo expresa el apóstol Pablo: ‘Cristo en vosotros, esperanza de la gloria’, de Colosenses 1:27.
Sigue explicando: ‘Constantemente, estamos recibiendo testimonios de los beneficios de estos cursos. Hace unos días, en una reunión de librerías evangélicas donde tuve el privilegio de asistir junto con el pastor Javier Moliner, el director de Editorial Clie, Alfonso Treviño nos reveló que él mismo había completado hace varios años estos cursos y aún conservaba los diplomas que se le habían otorgado’.
Concluye con que es siempre importante recordar que la Palabra de Dios nunca vuelve vacía (Isaías 55: 11).