En todo tiempo ama el amigo; para ayudar en la adversidad nació el hermano. (Proverbios 17:17)
Nos encontramos en un momento en el que quizá, ser iglesia, se torne más significativo que “nunca”.
En las iglesias nos solemos llamar hermanos. Esto tiene un inicio tan lejano a nuestra realidad, que se ha transformado, para muchos, en una muletilla del lenguaje eclesiástico poco auténtica.
Sin embargo, ¿qué implica ser hermano de alguien? Ser hermano es ser familia, hacer familia. Ser parte de una misma comunidad.
Las comunidades tienen la cualidad de darnos sentido de pertenencia. Nos permiten sentir que formamos parte de un grupo de seres humanos con aspectos en común. Y eso es muy saludable para las personas.
Pero además, las comunidades tienen la virtud de funcionar como una red. Dan apoyo y acompañamiento a sus miembros y funcionan como contención para que ninguno “caiga”.
Por eso, somos iglesia, somos familia, somos comunidad. Y ahora, más que nunca, necesitamos comenzar a funcionar como comunidades vivas. Que se apoyan y cuidan entre sí.
Apoyo mutuo
En estos días algunas zonas de España se encuentran con la dificultad de tener sus colegios cerrados durante las próximas dos semanas. Esto trae a muchas familias de nuestra iglesia una gran dificultad. Ambos padres trabajan y no pueden atender a sus hijos los días que no hay clases.
(Por favor, recordemos las medidas de higiene básicas y pongámoslas en práctica de manera responsable por amor a nuestros hermanos y hermanas)*
Pero, como decíamos, somos una iglesia, una comunidad. Tenemos ante nosotros la oportunidad de apoyar a aquellos “hermanos” de iglesias que no saben qué hacer con sus hijos los próximos días. No podemos abrir las iglesias para tener a los niños con nosotros, porque las aglomeraciones no están recomendadas. Sin embargo, podemos repartir esos niños entre las familias que no tienen trabajo o que están trabajando desde casa.
Este tipo de acontecimientos es apenas una pequeña muestra de lo que vendrá. Vivamos el privilegio de convivir en armonía, de contar con amigos y hermanos, de apoyarnos y ayudarnos en las adversidades que irán surgiendo.
Para esto creó Dios las comunidades, las iglesias. El hombre o la mujer que se mueve en solitario, es presa fácil del enemigo y de las dificultades.
Os invito a sensibilizarnos por esta situación. Observar la realidad de nuestros hermanos de iglesia con hijos, llamarles y preguntarles si necesitan ayuda, y abrir las puertas de nuestras familias para cuidar a esos hijos de iglesia que no tienen clases y que sus padres no pueden atender.
En todo tiempo ama el amigo; para ayudar en la adversidad nació el hermano. (Proverbios 17:17)
Autora: Maijo Roth, responsable de MIAF+ (Ministerio de la Infancia, Adolescencia, Familia, 60 plus y Escuela Sabática Infantil de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España)
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