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La inmigración es una realidad compleja e «invisible» para la sociedad, que ocupa cada día buena parte de la agenda mediática de nuestro país. Muchos actores políticos y sociales han convertido este tema en una de sus principales ocupaciones y en motivo de disenso. En algunos casos, con discursos que dificultan la integración social y laboral de las personas más vulnerables y en riesgo de exclusión social.

En ADRA España trabajamos desde hace décadas en la integración de las personas migrantes. Lo hacemos a través del trabajo de sus cientos de voluntarios, en sus delegaciones y en colaboración con las iglesias locales, y también a través de los centros de atención socio-laboral. Conocer la complejidad del proceso migratorio, las dificultades de quienes se embarcan en esta odisea, y entender sus necesidades, puede ayudar a enriquecer este debate social a veces excesivamente polarizado.

Las personas migrantes no son ilegales

La dignidad y la no discriminación son derechos inalienables que acompañan a toda persona, independientemente de su lugar de origen o color de piel. Las personas migrantes no son ilegales. Tampoco son unos «sin papeles». El lenguaje importa y, a veces, se usa para crear marcos dialécticos.

«Las etiquetas de ilegal y legal son términos que no existen para dirigirnos a la persona migrante; la inmigración no es un acto delictivo», explica Rocío Risco, del centro de inserción socio-laboral de ADRA en Aragón.  Una opinión que también defiende su compañero Carlos Bravo, del centro de inserción de ADRA en Madrid. «Las personas siempre cuentan con documentación, aunque sea un pasaporte» –explica-. «En todo caso, incluso los adultos que tiran su pasaporte para evitar ser deportados, todos son personas que se encuentran en una situación administrativa irregular», añade.

Esta falta de «regularización administrativa» convierte a todas estas personas que conviven en nuestra sociedad en seres «invisibles» para el Estado. «Son fantasmas porque «no deberían estar aquí» y, por lo tanto, el Estado no los puede o no los quiere ver. Esa invisibilidad es lo que hace que no puedan acceder a los servicios más básicos que les proporcionan las Administraciones, más allá de lo que la Constitución señala: acceso universal a sanidad, educación, trabajo…», asegura Bravo.

Dificultades

Los migrantes no encuentran un camino de rosas cuando llegan a España. Las barreras administrativas y las trabas burocráticas son mucho más complejas de lo que ellos mismos imaginan antes de comenzar su éxodo.

Las causas del porqué de su migración explican también parte de las adversidades a las que se pueden enfrentar en su tránsito. «No es lo mismo un proceso meditado, pensado y planificado, que un proceso migratorio de urgencia», explica Bravo, que cita ejemplos como el de los refugiados ucranianos o sirios que han tenido que abandonar sus países de un día para otro.

Estas situaciones nada tienen que ver con quienes dejan atrás su país, simplemente por el anhelo de buscar una mejor calidad de vida. En estos casos, muchos arrastran conceptos de supervivencia que funcionan en sus países de origen, pero no aquí, lo que dificulta mucho su integración.

«Creen que en un par de semanas conseguirán un trabajo que les permitirá subsistir, o que pueden tener acceso a un alojamiento con cierta facilidad», explica Bravo. «A eso se añaden otras dificultades: desconocimiento de los trámites administrativos para acceder a servicios básicos, información errónea sobre cómo funciona el proceso (desde pensar que el asilo es la forma “normal” de acceso a permisos de trabajo y residencia hasta el desconocimiento del español y de las lenguas cooficiales, o la falta de redes sociales y familiares que hacen que la soledad se incremente y sientan desamparo ante una sociedad indiferente. O incluso no saber cómo funcionan las normas sociales no escritas más básicas. Por ejemplo, el uso de las escaleras mecánicas, con la zona “rápida” y la zona lenta».

La importancia del empadronamiento

Para salir de la invisibilidad, lo primero que necesitan es acceder al padrón. «El empadronamiento es un trámite documental muy importante. Sirve para solicitar la tarjeta sanitaria, escolarizar a los niños de la unidad familiar, para acceder a los servicios sociales, para solicitar permisos de residencia y/o trabajo…», explica Rocío Risco. «Ahí surge otro problema porque existen algunas mafias que se encargan de cobrar un monto considerable por ello. Y finalmente, muchos ceden y pagan, porque no disponen en ese momento de un contrato de trabajo o una nómina para alquilar una habitación o un piso».

1.500 personas atendidas desde los centros socio-laborales de ADRA España, en 2024

En 2024, los centros de ADRA en Madrid, Zaragoza, Vitoria y Sagunto atendieron a casi 1.500 personas. Con programas individualizados que incluyen la orientación laboral y el acompañamiento social, la formación en idioma español, la enseñanza prelaboral de habilidades como la alfabetización digital y la legislación laboral básica, actividades de formación ocupacional, talleres de convivencia e interculturalidad para el conocimiento de la sociedad de acogida, la intermediación laboral y la sensibilización empresarial.

El trabajo de ADRA es esencial en su integración social, cultural y laboral. Para acompañar, asesorar legalmente, formar y ayudar a recorrer todo este laberinto. El de los pasos más básicos que necesitan llevar a cabo para regularizar su situación o acceder a los recursos de los servicios sociales. Y todas estas complejidades conducen, normalmente, a otra realidad. Y todo este complejo laberinto también conduce a otra realidad. Al hecho de que las personas migrantes solo accedan a trabajos mal remunerados y que la sociedad normalmente rechaza.

«Están abocados a buscar empleo “informal”, fundamentalmente mediante redes de contactos», explica Carlos Bravo. «Este tipo de empleo informal es escaso respecto a la oferta de empleo “regularizado” por lo que existe una alta demanda de empleo y una baja oferta. Y esta oferta es, en su inmensa mayoría, precaria, indigna, en condiciones que una persona regularizada no aceptaría».

«Recurren a trabajos en economía sumergida, por horas y mal pagados», añade Rocío Risco. «Habitualmente, se emplean en el cuidado de personas mayores en casa o en hospitales, cuidado de niños, limpieza de viviendas, reparto de comida a domicilio, ayudantes de cocina, agricultura, albañilería y reformas menores».

Discriminación

¿Trabajamos por la integración? ¿Discriminamos al que viene de fuera? ¿Nos dejamos llevar por los tópicos?  «A todas las personas les afectan los casos de discriminación en su proceso de integración» -explica Rocío- Esto provoca en ellas un sentimiento de dolor, pérdida de derechos, desigualdad, aislamiento, baja autoestima, miedo, estrés y desconfianza».

La inmigración, aunque no es un fenómeno nuevo, también nos pone frente al espejo como sociedad. Nosotros, como sociedad, somos sensibles a su llegada. Y ellos, en igual manera, sensibles a nuestra manera de acogerles.

 Autora: Olga Calonge, directora de ADRA España.

 

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